País

Un viaje de urgencia: el aborto terapéutico que no esperó a Carlos Alvarado

Una mujer de 30 años estaba destinada en 2018 a parir a un bebé sin ninguna opción de vivir.
  • Una mujer de 30 años estaba destinada en 2018 a parir a un bebé sin ninguna opción de vivir. Mientras, el Presidente se negaba a firmar una norma técnica que le hubiese permitido terminar su embarazo en Costa Rica. Con $3.000 en el bolsillo, la solución estaba en otro país.

No digo mi nombre ni el de los doctores que me atendieron porque no quiero comprometer a nadie. Esto solo lo sabe mi familia, mis amigos y algunas personas en el trabajo, pero prefiero mantener la reserva de mi identidad. Lo que pasa es que mi historia puede ser la de otras mujeres y no quiero que eso ocurra; por eso la cuento.

Yo tuve que salir del país a hacerme un aborto terapéutico. Ese proceso del que todo mundo habla ahora pero que pocos pueden entender si no lo viven en carne propia.  Me encariñé con la idea de ser mamá, visualicé todo y en la semana 12 tuve que poner fin a ese sueño y afrontar una pesadilla que me obligó a salir del país.

Viví esto mientras leía a varios “amigos” en Facebook compartir publicaciones provida. Tuve que soportar a una conocida embarazada despotricar contra el aborto. ¿Cuál sería su perspectiva si la hubiesen obligado a parir un bebé muerto?

Tampoco la culpo. Antes de experimentar esto, en el 2018, yo no tenía una opinión formada, no consumía noticias y desconocía las trabas que hay en Costa Rica para aplicar el aborto terapéutico.

Vi varios videos del Presidente sobre el tema. Me daba una sensación de impotencia cada vez que lo escuchaba decir que la norma técnica se iba a firmar cuando él considerara oportuno. Quería encararlo y decirle “eso que usted no está firmando me está pasando a mí en este momento”. Por un instante yo quería ser el Presidente.

Lo cierto es que la panza me crecía y yo no podía prolongar una situación tan agobiante.

“Para cuando yo determine que sea un buen momento”. Foto: La Voz de Guanacaste

 

*La noticia*

Fue en agosto de 2018 cuando me dijeron que estaba embarazada. Tengo unos cuatro años de estar casada con mi esposo y habíamos dejado de planificar, dejando que el destino decidiera cuando era momento.

Fui al Hospital de Alajuela, me hicieron chequeos, exámenes de sangre y me dijeron cuántas semanas tenía, todo el proceso de rutina. Llevaba unas siete semanas de embarazo. Ya se le escuchaba el latido del corazón, todo estaba bien por el momento.

Quise ir a un hospital de la Caja porque todo tico que trabaja y cotiza tiene que aprovechar, me rebajan todos los meses de mi salario. Era caro llevar el embarazo en un hospital privado. Desde un inicio tuve la intención de tener a mi hijo por el sistema de salud público. Luego de eso me busqué a un doctor privado que trabajara en el Hospital de Alajuela, para que me llevara el control mes a mes por aparte, pero que a efectos del parto pudiera terminar ahí.

En la semana 8-9 presenté un sangrado, entonces fui a un control con una doctora. La doctora me mandó unos óvulos y listo.

Para la semana 12 tenía la cita con este doctor. Ese día uno va súper ansiosa y nerviosa. Es un sentimiento que no sé cómo explicar, pero uno está muy asustada. Probablemente mi cuerpo me estaba haciendo saber que algo andaba mal.

El doctor empezó a tomar todas las medidas y a revisar. En el ultrasonido vimos las manitas y los piecitos. De un pronto a otro notamos que el doctor se quedó callado como por tres minutos. Se me hizo una eternidad.

Volví a ver a mi esposo y estaba pálido, peor que yo. En el ambiente se sentía que había algo malo pero no nos decían. De repente el doctor apagó el monitor y me dijo: “hay una medida que no me está dando”.

Me refirió con otro doctor y me citó para dentro de dos semanas. Ahí empezó mi calvario. Tenía que regresar a trabajar sabiendo que algo no estaba bien con mi bebé, pero no sabía qué era. Uno siente impotencia, no puede hacer nada.

Dos semanas después, fui a la cita con el doctor que me refirieron, y en cinco minutos me dijo que el bebé tenía una acránea parcial con exencefalia. Es como un tubito que no se cierra arriba, eso quiere decir que el cráneo no estaba cerrado y que el cerebro del bebé estaba expuesto.

Conforme el bebé fuera creciendo, por el contacto que iba a tener con el saco y el líquido amniótico, se iba a deteriorar. En otras palabras, no iba a tener cerebro. El doctor nos dijo que era una condición 100% incompatible con la vida, pero que el bebé podía llegar a término. Usted puede gestar, pero el bebé podría sobrevivir minutos u horas, pero nada más.

Mi pregunta de inmediato fue: ¿qué hago para no seguir con esto? Ni siquiera medité mucho. Entre doctores tienen su tema de respeto profesional. Me dijeron que lo viera con el doctor que me refirió originalmente. Le escribí al doctor, me dijo que quizás podíamos hacer algo por medio de salud pública.

Mi contacto con él seguía siendo de manera privada, aunque él trabaja en lo público. Eso fue como un martes y el doctor no aparecía. Uno empieza en una carrera contra el tiempo.

Yo ya no quería sentirlo, no quería que pasara el tiempo, uno se va encariñando. A final de cuentas el cariño siempre va a estar ahí. Sentirlo moverse es un nivel más. Le cantábamos canciones. El vínculo entre una madre y un hijo inicia desde la gestación, pero desde que me dijeron que no iba a sobrevivir, dejé de ver ultrasonidos e intenté alejarme emocionalmente. Es como una reacción de protección que uno tratar de poner para que no duela “tanto”.

Le dejamos de cantar canciones.

El doctor dijo que no se podía hacer nada en la Caja. Me dijo que iba a salir al extranjero y que no podía darle seguimiento a mi caso. Todo me lo escribió su secretaria por WhatsApp.

Yo ni siquiera sabía que estas cosas pasaban. A la cita en semana 12 yo iba asustada porque pensaba en todas las cosas que uno ve que pueden salir mal. Pero nunca me pasó por la cabeza que una de esas cosas era una “muerte anunciada”. No sabía que estas cosas pasaban o al menos no era consciente.

Nunca lo había entendido. No sabía que una mujer podía gestar un bebé a término a sabiendas de que va a una muerte fija. Nunca lo había escuchado, creo que nadie habla de eso. Quizás a las mujeres que les pasa no hablan de ello.

Yo le empecé a escribir a doctores de mi confianza para ver qué se podía hacer. No sabía cómo estaba la situación. Todos recomendaban lo mismo, me dijeron que a mí no me iba a pasar algo en términos de salud física, pero que me podía afectar mi salud mental.

Seguir con un embarazo de este tipo y llevarlo a término o inclusive estar a la expectativa de saber que el bebé podía morir en cualquier momento en mi vientre. Levantarme todos los días pensando: ¿estará vivo?, ¿se habrá muerto? Todo esto sin una incapacidad laboral, siguiendo con mi vida como si nada estuviera pasando. Ellos dijeron que es un tema de salud mental, que puede derivar en depresiones.

Nosotros luego buscamos ayuda con un doctor de confianza nuestra en Costa Rica. Nos explicaron lo mismo, que nada se podía hacer. Nos dijeron que la ley, al hablar de la salud en general permite que los doctores se basen solo en salud física y eso impide que se aplique el procedimiento. Me dijo que se podía hacer un aborto inducido con pastillas, que no requería de ir al sistema de salud.

**Como narcos**

Lo que iba a necesitar era el seguimiento de un doctor en confianza. La realidad del país es que había gente haciéndolo todo el tiempo, había todo un mercado negro donde se conseguían las pastillas, era todo lo que se podía hacer. Como el doctor con el que estaba haciendo esto inicialmente era de un hospital público, para mí la Caja quedó tachada para siempre. Una amiga también me dijo que no perdiera el tiempo.

Empezamos a intentar con Cytotec. Es una pastilla para tratamientos gastroenterológicos; es restringida en el país, tiene efectos abortivos y a nivel mundial se usa para eso. Nos metimos a Internet y encontramos páginas que tenían un instructivo.

Como si fuéramos narcos, mafiosos o delincuentes, uno tiene que llamar a un teléfono y al otro lado suena una voz con una especie de filtro digital, como robótica. Nos decía que nos viéramos en determinado lugar, con la plata en efectivo en un lugar público. Cada pastilla valía 12 mil colones, cada dosis termina costando 120 mil colones. Son como dos pastillas en la boca y dos pastillas en el cérvix. Después de unas horas, la misma dosis. Al final son como 12 pastillas. No recuerdo cuánto era lo que recomendaban. Gastamos como 300 mil colones en las pastillas.

La primera dosis no pasó más allá de los males estomacales, diarrea y escalofríos. La segunda parte sí tuve un día completo de labor de parto, pero nunca dilaté. Ahí el doctor dijo que no siguiéramos intentando, que no podíamos forzarlo. Eso fue como a la semana 15.

Por dicha tuve un doctor a quien podía escribirle y consultarle. Nos dijo que tendríamos que irnos a otro país. Cuba era una opción, Miami otra. Por medio de conocidos y buscando en Internet encontramos la clínica Miami OB/Gyn.

Allá en semana 15 explicamos toda la situación. Me dijeron que tenía que llegar en semana 16. Nos pusieron de fecha el 16 de octubre, por ahí. Para eso teníamos una semana para irnos. Me dijeron que siguiera mi vida normal por el resto de la semana, que aprovecháramos el feriado.

Nos fuimos a descansar a Limón, me sentí con mucha calentura, escalofríos, nos fuimos un viernes en la mañana y nos teníamos que regresar el lunes. Le dije a mi esposo que necesitaba devolverme. El lunes me hice exámenes de sangre y al parecer tenía una infección. Entré en crisis: tenía diarrea, vómitos y calentura. Pensé que me iba a morir. Como hubo manipulación en el cuello del útero existía la posibilidad de una infección. El doctor me recetó unos antibióticos, yo al día siguiente me iba para Miami. Tenía mucha incertidumbre, por suerte el antibiótico hizo efecto y nos fuimos.

Durante todo momento hay impotencia de que uno no puede hacer nada. Y hay una sensación de que uno es mala persona, que se está haciendo algo malo. Conseguir las pastillas de manera clandestina, escuchar la llamada robótica, vernos en un punto medio como si estuviera traficando droga… Todo eso empieza a ser una carga en la espalda. Cuando me fui del país era como si llevara la maleta en la espalda. Necesitaba que ya se acabara. Del aeropuerto de Miami a la clínica pasamos directo.

Era una clínica ginecológica, los abortos eran parte de los servicios que ofrecían. Estaba yo en la sala de espera con otra muchacha embarazada, otra que venía a quedar embarazada y con una muchacha que venía a chequeo ginecológico normal.

Mi esposo estuvo conmigo en todo momento. Nadie pregunta nada, nadie hace caras. No es como en Costa Rica. Todo es muy normal, la gente es muy empática. Ese día tenían que colocar unas plaquitas. Como uno siente que está haciendo algo malo, le pregunté a la doctora que cuánta gente llega a hacer lo que uno hace.

Me dijo que la mayoría de las mujeres que vienen a practicarse el aborto no lo hacen por puro gusto, sino por una complicación. Siempre es porque algo está mal, porque es incompatible con la vida. No es porque le salió una estría o porque le salió panza y se veían gordas, como dijo un médico en un programa de radio en Costa Rica.

 

Ese día, el 16 de octubre, le toman a uno todos los signos, le hacen a uno el ultrasonido. Yo ya había pedido que no quería ver el ultrasonido en Costa Rica, era algo muy duro. En Miami hacen el ultrasonido y por protocolo me dicen que tienen que enseñármelo. Que si quiero, no lo veo, pero debo firmar. Firmé sin verlo. Me pusieron unas plaquitas en el útero y me mandaron a tomar Cytotec a la casa. Lo que hacen es abrir el cuello del útero para prepararlo al día siguiente cuando hacen el procedimiento.

Al día siguiente me recibieron a las 9 a.m., me dan más Cytotec, y apenas empezaron las contradicciones me pasaron a la sala, me ponen la vía y me duermen. Listo. Después a uno la mandan a la casa, el proceso es ambulatorio.

Yo tuve la suerte que tengo una prima que vive en Miami, me recibió en la casa de ella. No tuve que pagar hotel. Tengo la dicha que mi esposo estuvo conmigo en todo el proceso. Dejamos de ir a trabajar, él me acompañó a Estados Unidos. También tuve la dicha de tener un patrono comprensivo que no me obligó ir a trabajar. Si en Costa Rica tuviera una pérdida espontánea del bebé, a uno la mandan a dos semanas de incapacidad. Yo no tenía esas dos semanas, pero mi jefe fue muy comprensivo y me las concedió.

Como esto es permitido en Estados Unidos, ya tienen todo el procedimiento. Si uno empieza a presentar síntomas de depresión le dan números adonde llamar, qué hacer o a quién informarle, porque esto puede desencadenar en una depresión por culpa, pero también por pérdida, y pérdida de una las cosas que uno más ama: los hijos.

Cuando me desperté me sentí aliviada. Aunque el bebé no hubiera sido un peso para mí, la situación sí. Mi madrastra fue con nosotros y me estuvo haciendo masajes cuando yo estaba estresada. Cuando salimos de la clínica, me dijo “no lo puedo creer: entró una persona y salió otra, se ve en su cara”.

Y es cierto. A uno le vuelve el alma al cuerpo. Fue un alivio saber que ya le pude poner fin a esta etapa tan fea y tormentosa. Pero igual uno sale con un sentimiento de vacío y tristeza.

En esos momentos de embarazo a uno le gustaría creer que un milagro es posible, que las cosas van a cambiar y que el bebé se iba a curar, que los doctores me iban a decir luego que todo había sido un error, pero hay que ser realista.

Es inevitable humanizar lo que uno lleva en el vientre. Todas las noches le poníamos música, mi esposo le hablaba un montón. Yo no quería adelantarme a comprar cosas tampoco. Algunas mujeres van de entrada a comprar cosas. Yo me metía a ver cosas en Internet y cerraba las páginas.

Una amiga me dio un regalo y le dije que mejor aún no. Algo dentro de mí sabía que las cosas no estaban bien. Nosotros somos católicos no practicantes, pero sí espirituales. Teníamos nuestra dinámica propia en la noche: le poníamos una canción y rezábamos en pareja.

Cuando nos dimos cuenta que algo estaba mal, quitamos la canción. La oración ya no era oración, era como una petición. Uno no quiere perderlo, pero nosotros teníamos clara una cosa: que si pudiera vivir, que viviera bien. Si no, que no tuviera que vivir.

 

***Depresión y culpa***

Salí aliviada pero a la vez triste porque ya no iba a tener a mi bebé. Cuando llegamos a Costa Rica, los primeros días me sentí súper bien, sé que en la clínica me recomendaron recibir atención psicológica, pero me sentía muy bien.

Fui al psicólogo por ir, por mera precaución, pero terminé dándome cuenta que estaba deprimida. Las sesiones se ampliaron a una vez por semana desde octubre a enero. Había noches en que no podía estar sola en la casa, mi esposo no podía salir.

Llegué a mi casa con unos anteojos oscuros, todo era oscuro, era un ambiente raro. Cuando estaba sola, sentía que había alguien conmigo. Me explicó el psicólogo que tenía un sentimiento de culpa. Me dijo que en situaciones donde la sociedad nos hace ver que esto es algo malo y no está bien hacer eso, esa culpa la termina replicando uno en el entorno, aunque yo estuviera segura que no estaba haciendo nada malo, más que protegiéndome.

Lo que yo tenía en mi casa era un ambiente lleno de culpa. Hubo noches en que tuve que tomarme Xanax para calmarme. En otras noches no podía dejar de llorar, sentía que me ahogaba.

El proceso con el psicólogo me ayudó. Por suerte pude pagar un psicólogo privado por cinco meses. Parte del proceso era lograr objetivos por etapas. En cierto momento yo no quería ver a mis amigas embarazadas, no quería ver bebés, las dejé de ver. Ellas tenían lo que yo no había podido tener.

Ya en enero él me dijo que habíamos cumplido todos los objetivos, que empezara a ver de nuevo a mis amigas. Lo hice. Luego cuando vio que cumplí todos los objetivos me dijo que era hora de ver cuál iba a ser nuestra próxima meta.

Me explicó que cuando uno se cae en una carrera, uno no se queda en el piso, uno sigue hasta llegar a la meta. Que si mi meta era ver nacer a mi hijo, una buena idea era levantarme y buscar tener otro hijo, y no como una forma de reemplazo, pero sí de avanzar e ir dejando el pasado.

Hablé con mi esposo, yo no estaba segura, había una parte de susto. Mi esposo me dijo que lo intentáramos para este año, a ver qué nos deparaba el destino. Dicho y hecho, en marzo ya estaba embarazada otra vez.

 

****Otra oportunidad****

No consideré al sistema de salud público para nada. Ya está tachado de mi lista en este tema particular. Inclusive por el protocolo que ellos utilizan.

En las primeras citas yo no podía ver el monitor. Le dije al doctor que no me encendiera el monitor porque no estaba lista aún. Mi experiencia anterior me dejó esa marca. Era una angustia y estrés para que todo saliera bien. Como en el quinto mes, yo ya no le pedí que lo apagara. Curiosamente en esa misma cita me salió un herpes, un brote que se genera por estrés. Durante esos primeros meses estaba muy angustiada para que todo saliera bien.

Ahora tengo 32 semanas de embarazo y hasta ahora me comencé a preocupar en comprar cosas para el bebé. Mi prioridad ha sido que todo esté bien. Ahora ya que se acerca el nacimiento me preocupo por tener listo las cositas básicas, que tenga algún espacio acondicionado en la casa y cobija, pero no me desvivo por las cosas materiales.

Uno sigue sintiendo susto. Hoy me levanté, desayuné, fui al trabajo. Eran las 8 a.m. y el bebé aún no se había movido. Fui a la doctora, le dije que no se movía. Lo empezó a mover, no escuchaba el corazón. Entré en estrés, pero ya al ratito se movió.

 

******El entorno*****

Siempre fui muy abierta con las personas de mi círculo cercano en promover por qué la norma técnica es muy importante.

Cuando salió esa carroza de la UACA, con un bebé gigante que simulaba un feto sentí que me vomitaba. La gente no entiende. La gente cree que una mujer aborta un bebé a término. La gente cree que las mujeres quieren matar a sus hijos.

La carroza de la UACA, en defensa del “no nacido” desfiló por las calles de San José en diciembre de 2018. Foto: Teletica.

Creo que mucha gente no entiende que hay situaciones como estas, que uno no lo quiere hacer, pero, ¿para qué iba a cargar un embarazo nueve meses sabiendo que no iba a haber un final feliz?

Todas las noticias eran un sentimiento de impotencia terrible, yo quería salir y gritar. Lo publiqué en mis redes para que la gente viera que estas cosas pasan. Mi hermana mayor es súper religiosa, fue la única que me dijo: “no lo haga todavía”, le dije que no iba a cambiar mi decisión, ella me la respetó.

Mi papá se hacía llamar ‘provida’ y estaba en contra del aborto. Y le tocó aceptarlo y hasta nos ayudó económicamente para que nos fuéramos a otro país a abortar. Ya al menos no comparte nada en Facebook al respecto. Espero pensar que ahora entiende que hay casos donde es necesario.

Yo puedo estar a favor del aborto, pero como realidad nacional en este momento no puedo pretender que lo abran por completo. Para mí es prioridad que firmen la norma técnica.

No se trata de salud física, la salud es integral. Para estos temas casi nunca va a haber un riesgo físico para la mamá. El riesgo siempre es psicológico o mental.

Yo creo que no le daba importancia al tema del aborto. Yo era parte de la población que no se informaba al respecto. En mi caso me tocó vivirlo para empezar a empaparme del tema. El tema nunca había estado sobre mi mesa. Creo que nunca lo había discutido.

Cuando uno no ha vivido esto de cerca, uno no lo entiende. Fácil uno podría ser de esos que están en contra de la norma técnica. La norma lo que busca es que mujeres como yo no pasen por este proceso. Para mí era importante contar mi historia para sensibilizar.

El aborto es una decisión muy personal. Yo tengo una amiga que decidió continuar con su embarazo y eso es respetable. La gente que no lo ha vivido y opina, no está opinando sobre “pobrecito el bebé”, están opinando sobre una situación que pone en riesgo mi salud mental. La gente opina sin saber y sin estar informada, y opina sobre una decisión que no afecta la vida de ellos, pero sí afecta la vida mía y las de otras mujeres con embarazos inviables. Es muy difícil tener un criterio sobre algo cuando yo no he vivido esa situación. Solo ahí se sabe si uno lo quiere. La gente no debería tratar de tomar la decisión por nosotras. El aborto debería ser una decisión de la mamá. La decisión no debe ser del pueblo, debe ser de cada mujer.

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