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Los narcos hacen suyas las áreas protegidas

Grupos de narcotráfico usan parques fronterizos y costeros como ruta de paso, bodegas, cultivo y laboratorios. La estrategia de muchos guardaparques: mejor no acercarse.
  • Grupos de narcotráfico usan parques nacionales fronterizos y costeros como ruta de paso, bodegas, zonas de cultivo y laboratorios. La estrategia lógica de muchos guardaparques: mejor no acercarse.

La noticia de última hora este lunes era triste: dos guardaparques fueron detenidos como sospechosos de trabajar durante varios años para un grupo narcotraficante, a cargo de vigilar los sembradíos de marihuana dentro del Parque Nacional La Amistad (PILA), organizar su transporte y avisar a los patrones cuando había policía cerca.

La noticia, sin embargo, solo llega para reconfirmar el grado de vulnerabilidad en que están las áreas protegidas del país frente a las actividades del narcotráfico. En este caso los delincuentes se filtraron hasta servirse de quienes, se supone, debían combatirlos, pero la norma es que las 194.000 hectáreas del PILA, al igual que muchas áreas protegidas, sean remansos cómodos y provechosos para los señores de la droga.

En el sector Caribe del Parque Internacional La Amistad solo hay dos guardaparques, y se necesitarían 20.

Territorios enormes e inaccesibles, deshabitados, montañosos y colindantes con las fronteras; el paraíso de mamíferos salvajes y aves exóticas, sí, pero también de comandos dispuestos a activar en cualquier momento sus subametralladoras para defender su negocio del narcotráfico.

La situación golpea la zona caribeña, del lado de Corcovado, del parque Santa Rosa… Es la realidad de todas las áreas protegidas colindantes con fronteras o con costas que sirven como rutas, bodegas o puntos de abastecimiento para los narcotraficantes. Incluso son utilizadas para alojar laboratorios o zonas de cultivo, como ocurre en las partes altas de las montañas, donde los delincuentes aprovechan las necesidades de los indígenas y los utilizan para sembrar y cuidar campos de marihuana.

Además de aprovechar los parques nacionales para su actividad ilícita, atentan con la naturaleza. Talan un área completa de bosque para sembrar marihuana, matan especies que les puedan resultar peligrosas o molestas, riegan combustibles en los sensibles manglares; todo les vale un comino a grupos movidos por negocios millonarios que más bien se alían en ocasiones con cazadores o saqueadores.

Narco

Destrucción de un sembradío de marihuana en Talamanca.

Saben que en frente tienen básicamente a nadie, al menos a nadie capaz de espantarlos de ahí. Pueden ser, por ejemplo, Miguel Madrigal con su compañero Óscar Gutiérrez en el lado caribeño del PILA, si de manera fortuita pasan por algún sitio comprometido y si no están en su día de descanso o en tareas administrativas en San José. El pasado jueves, por ejemplo, estaban en la sede del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) coordinando una petición de recursos para sus labores de vigilancia.

Si dan con los narcotraficantes, tampoco es viable un enfrentamiento con ellos, generalmente bien armados. La capacidad de defensa o coercitiva de los guardaparques frente a esas bandas es comparable a la pelea de un cachorro de danta contra un jaguar. El consejo de los cuerpos policiales, con quienes suelen coordinar los guardaparques, es lo más lógico: “ni se acerquen; ellos no lo van a pensar dos veces para meterles un balazo”.

Lo reconoce el ministro de Seguridad Pública, Gustavo Mata: “Los guardaparques más bien hacen mucho. No tiene la preparación ni equipamiento más que armas viejas y pequeñas”.

Esto hace que la mayoría de las áreas protegidas de la superficie terrestre costarricense, la cuarta parte del país, queden a disposición de los poderosos grupos de narcotráfico internacional. “Yo no diría que son un paraíso para ellos, pero sí son zonas que se prestan para que operen con mucha tranquilidad”, dijo. Es decir, un remanso.

Lo cuentan los guardaparques en pequeños relatos anónimos recogidos para esta publicación, lo certifica el ministro, lo señala el sindicato del Ministerio de Ambiente y Energía (Sitraminae) y, como si faltara, lo reporta la Organización de Naciones Unidas para la Educación Ciencia y la Cultura (Unesco) en su reciente informe sobre las amenazas del PILA, pues este parque binacional tico-panameño es un “patrimonio mundial” y por ello lo monitorean con frecuencia.

“La producción de cultivos ilegales es una amenaza, pero con un amplio posible impacto ambiental y social. Especialmente el lado costarricense, la región de Talamanca tiene una historia de décadas de cultivos de marihuana a pequeña escala. La lejanía de la zona, de difícil acceso, y las buenas condiciones ambientales para esos cultivos han provocado sembradíos dispersos en el área”, dice el reporte publicado en enero de este año.

En lo que va del 2016, las cifras de incautaciones de drogas en áreas protegidas suman 56 operaciones, 330 kilos de marihuana, 600.000 plantas de marihuana y 113 kilos de cocaína.

Tampoco es nada nuevo. Las noticias dan cuenta de manera frecuente de decomisos de drogas en zonas protegidas. Cocaína en islas Negritos, miles de matas de marihuana en Chirripó, paquetes flotantes en Golfo Dulce, un campamento en Corcovado, varios decomisos en Tortuguero, capturas en Cabo Blanco, la de este lunes en Buenos Aires… Las noticias no paran.

Solo en lo que llevamos del 2016, las incautaciones de drogas en áreas protegidas alcanzan las cifras de 56 operaciones, 330 kilos de marihuana, 600.000 plantas de marihuana y 113 kilos de cocaína, según un reporte de la Policía de Control de Drogas. De esos números 43 operaciones y 553.000 plantas de marihuana corresponden de manera particular al PILA en su lado costarricense. La situación tampoco es distinta en Panamá, salvo por zonas donde construyen represas hidroeléctricas y rompen así la quietud que tanto buscan los narcotraficantes.

En 2015 se destruyeron 700.000 plantas (500.000 en Chirripó y 200.000 en el PILA), lo que muestra que un área considerable se ha afectado de manera directa en lo ambiental con una actividad que amenaza también la gobernabilidad, la seguridad y el contexto social, señala el informe hecho por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para Unesco.

Para peores, el problema está en ambos lados de la frontera. En 2015 descubrieron una planta de procesamiento de drogas en una granja abandonada, lo cual indica la presencia de actividad relacionada con las drogas en el lado panameño también, probablemente vinculada a la que se da en el lado tico, añade el reporte.

RUTA, TERRENO, BODEGA O LABORATORIO

Ser lugares deshabitados e ínfimamente vigilados hace que las áreas protegidas resulten ideales para tender las rutas de las drogas en su rumbo al norte, explica el ministro Mata.

Pero no solo eso. En las costas se han detectado cargamentos en enormes tarros de plástico llenos con paquetes de cocaína, lo cual da a entender que algunos puntos sirven como almacenes de la droga.

Además hay playas a donde las lanchas provenientes de Colombia llegan a abastecerse de alimento y de combustible. Sus huellas son las manchas de gasolina y de aceites que quedan en la playa, en algunas bocas de río o en manglares, explica el guardaparques Miguel Madrigal.

Él recuerda un hallazgo de animales muertos en un campamento abandonado junto al río Corcovado, donde supieron habían estado 10 personas con armamento pesado. “Ellos arrasan con lo que sea, sin importar nada. Un narco se vuela todo lo que pueda en horas”, cuenta Madrigal, quien añade que en la zona hay meandros que resultan perfectos escondites para los grupos ilegales. En algunos puntos solo un GPS puede evitar los extravíos.

En otras ocasiones también han hallado indicios de laboratorios de droga ocultos en la montaña. En este momento las autoridades tienen identificado un techo de cerca de 100 metros cuadrados en un punto montañoso a donde solo mediante helicóptero se puede llevar material. “Eso tiene que ser una planta de procesamiento”, concluye un oficial de la zona.

Y por supuesto: los campos de cultivo. Hay hectáreas completas arrasadas para cultivar marihuana. Son frecuentes las intervenciones de la policía para destruir las plantas, pero nunca es suficiente.

Para ellos, los narcotraficantes se aprovechan de las necesidades y virtudes de pobladores indígenas. “Les dan un diario para que siembren y cuiden; ellos aceptan porque es una manera de ganar algo y no tienen que preocuparse por sacar la mercadería”, dijo el guardaparques Óscar Gutiérrez.

Pero ellos también se van adaptando. Para evitar que los sobrevuelos policiales detecten los sembradíos de marihuana, han optado por cultivarla mezclada con el bosque, en medio de los árboles que sirven para el camuflaje. Para las autoridades, llegar por tierra implicaría dos días de caminata y sin garantía de encontrar algo o de poder detener a los responsables.

Además, algunos han optado por atreverse a salir a vender el producto para sacarle ganancia. Así es como bajan a los pueblos a consumidores directos o a intermediarios. Así es como los vecinos de los parques tienen acceso fácil a la droga y así es como empieza a complicarse el panorama de la seguridad (por probables conflictos con los narcos) y el social.

¿MÁS POLICÍAS O GUARDAPARQUES MÁS PREPARADOS?

Mientras los guardaparques presionan por mejores recursos, capacitación y sobre todo un crecimiento de la planilla para vigilar en serio áreas que resultan gigantescas, el Ministerio de Seguridad Pública preferiría crear un cuerpo de policías especiales para vigilar en zonas protegidas.

“El Sinac tiene 1.400 guardaparques, pero solo 250 están asignados a trabajo en terreno. Esto es vergonzoso para un país que dice haber hecho la apuesta por los parques nacionales y la verdad es que los tiene abandonados. Los narcos están felices”, sostiene Madrigal, secretario general de Sitraminae

“Ahora solo somos dos en el PILA Caribe, pero la verdad es que para cumplir todas las tareas se necesitarían al menos 20 y con mejor capacitación. Tienen que darnos presupuesto acorde con la importancia que el país da a los parques nacionales”, dice Madrigal.

En el Ministerio de Seguridad la solución posible también pasa por lo presupuestario. “He venido hablando de creación de una policía en zonas protegidas. Lo que pasa es que no hay presupuesto, pero sí se necesita una policía ambiental que resguarde los parques nacionales contra el narcotráfico, pero también contra la extracción de oro, madera y especies”, según Mata.

Las necesidades están en todas las áreas protegidas. El PILA es solo el ejemplo más evidente, pero cada zona fronteriza o costera es un flanco vulnerable por la falta de vigilancia. Ha habido casos también de guardaparques que, confiados en su soledad, se prestan para malos negocios, como lo atribuye la Policía a los dos funcionarios detenidos este lunes, de apellidos Beita y Morales. Hay otro de ellos acusado por delito de narcotráfico, cuenta Madrigal. Otros son más osados y algunos están amenazados de muerte.

Por ejemplo, este que cuenta su situación pero prefiere no publicar su nombre ni área asignada. “La verdad, la verdad, vivimos eso desde hace mucho tiempo. Habían agarrado a una lancha narco ahí por Sirena, después la de este narco que me tiene amenazado a mí por La Pista… Luego en Golfo Dulce, por la marte marítima, eso siempre está activo por narcos”.

RELATOS DE GUARDAPARQUES

“La verdad, la verdad, vivimos eso desde hace mucho tiempo. Habían agarrado a una lancha narco ahí por Sirena, después la de este narco que me tiene amenazado a mí por La Pista… Luego en Golfo Dulce, por la marte marítima, eso siempre está activo por narcos”.

“Aquí en el Braulio pasaban helicópteros todos los días casi por encima del puesto, desde río Corinto hasta el lado de La Virgen, hasta que hicieron unos bretes ahí y encontraron un helipuerto. Ahora los helicópteros en apariencia están volviendo a pasar”.

“Cuando hicieron la intervención en el sector de Aguas Mansas, ahí por Guápiles, un helicóptero pasaba todos los días y se iba sobre el cañón del río Sucio. Después vimos el helipuerto como en Semana Santa, aunque a mí me habían avisado desde principios. Todo el mundo veía pasar el aparato todos los días”.

“Está la pista esa que tenían en Los Mogos, pero todavía está en investigación, pero hay bastantes lugares. Es famosa la playa Llorona y playa de Arco, que de ahí siempre ha salido droga. Hay muchos lugares”.

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