País

Irresponsabilidad ciudadana y cambio climático son motores del zika

La mejor arma contra la proliferación de ese y otros virus es eliminar los criaderos del mosquito Aedes aegypti; sin embargo, la población no colabora.

La explicación para el advenimiento del virus del zika y su propagación no yace en teorías conspirativas o apocalípticas, sino en la actividad humana que no solo genera las condiciones ideales para la propagación del virus y su mosquito transmisor, sino que es ineficiente en controlar su reproducción.

El pasado 22 de febrero el ministro de Salud, Fernando Llorca, confirmó el primer caso autóctono de zika −una mujer embarazada de 24 años de edad de Sámara−, así como la existencia en esa zona de otros cinco casos sospechosos, de los cuales al cierre de esta edición uno se confirmó, por lo cual se declaró una emergencia sanitaria en Nicoya, que incluye “revisar el acceso a los servicios”.

Ante pregunta de UNIVERSIDAD, el Ministro reconoció que en el avance de esta enfermedad juega un papel importante la situación socioeconómica de las poblaciones y afirmó que lo que más interesa es el acceso al servicio de pruebas de sangre.

A instancias de este medio se refirió al papel de los gobiernos locales y recordó que un informe de la Contraloría General de la República apuntó que “algunas municipalidades son modelo en cuanto al manejo de residuos sólidos, pero otras distan mucho. Nicoya ha tenido y tiene problemas en la gestión de los residuos, lo cual es parte del problema y de la declaratoria”.

Días antes y precisamente cuando se encontraba en Sámara, Rodrigo Marín, coordinador Técnico Nacional del Programa de Control de Vectores −de la Dirección de Vigilancia de la Salud de ese Ministerio− admitió a UNIVERSIDAD que como población “estamos debiendo” en el control de la proliferación del mosquito transmisor del virus.

“Tenemos una deuda muy grande con relación a la cantidad de criaderos, no solo los que dan positivo por presencia del insecto, sino los potenciales”, apuntó.

Especificó que cuando se hacen barridos en busca de criaderos, se encuentran aproximadamente cinco sitios potenciales por casa y añadió que en el ámbito nacional la posibilidad de que haya un índice de viviendas positivas es aproximadamente del 5%, lo cual “es un riesgo”.

Marín lamentó que “la población no se lo toma en serio”, lo cual se debe a que “la gente no les tiene miedo a las enfermedades, sea el dengue, chikunguña o zika; cuando deja de ser noticia hay un relajamiento total, caemos en una zona de confort, no hacemos nada al respecto, pensamos que la responsabilidad es del Ministerio de Salud o de la Caja Costarricense del Seguro Social”.

SIN MIEDO AL ZIKA

La viróloga Eugenia Corrales destacó que aún se está en una etapa temprana de conocimiento sobre el virus del zika y puso de ejemplo que el 60% de las publicaciones científicas sobre el virus han aparecido en el último mes y medio.

La especialista −quien es investigadora del Centro de Investigaciones en Enfermedades Tropicales (CIET) de la Universidad de Costa Rica− informó que el 80% de las personas que se infectan con este virus no padece ningún síntoma, lo cual implica que solo el 20% de las personas muestra los síntomas al contagiarse del virus: fiebre, dolor muscular, malestar, sarpullido o conjuntivitis.

“Por eso, ante el zika y el dengue es necesario hacer los análisis de los componentes sanguíneos, antes de hacer transfusiones”, advirtió.

Uno de los principales temores ante el zika es la incidencia de microcefalia, un daño congénito de cabeza reducida que se da en bebés de mujeres que contrajeron el virus durante el embarazo.

Al respecto añadió que aún se requiere investigar más, pues en el caso del brote en Brasil, no todos los casos de microcefalia se pueden confirmar como causados por el virus, como tampoco todos los casos del virus en mujeres embarazadas terminan con la incidencia de ese trastorno. Mientras, en Colombia la incidencia de microcefalia es mucho menor.

Corrales explicó que un virus es “una cajita de proteína con ácido nucleico adentro, que necesita una célula sea animal o vegetal, para entrar y hacer copias de sí mismo”.

Mencionó también que el cambio climático favorece al virus, pues “no solo hay más mosquitos que proliferan, sino que el virus se adaptó a ser transmitido más eficientemente. Los virus siempre están evolucionando”.

Corrales cuestionó por qué hacer una cuantiosa inversión en desarrollar una vacuna, si es posible controlar el vector, es decir, el medio por el cual se transmite un virus, en este caso el mosquito Aedes aegytpi. “Si se eliminan los criaderos y se hace un buen manejo municipal, educativo y comunal, en el que la gente de veras ponga de su lado y revisen si tienen criaderos, no habría brotes”, afirmó.

Agregó que ha hecho giras de muestreo de criaderos del mosquito en diferentes partes del país y encontró casos como una casa de habitación, donde se halló una tina de agua con 1.600 larvas.

ELIMINAR CRIADEROS ES CLAVE

El entomólogo Ólger Calderón −también del CIET− explicó que el Aedes aegypti es un mosquito “estrechamente ligado con la especie humana”. Es antropofídico, es decir, la hembra de la especie se alimenta de sangre humana, mientras que el macho de jugos de las flores. Además, es una especie sinantrópica, lo cual significa que vive alrededor o en la vivienda humana.

El mosquito se ha adaptado a utilizar los recipientes con paredes definidas y que acumulan agua limpia, como sitios para la ovipostura y desarrollo larval. Esto significa que las iniciativas de control biológico −uso de animales enemigos del insecto− no ofrecen muchas posibilidades de éxito.

Para Calderón, el momento de atacar al mosquito es durante su crecimiento, antes de llegar a ser adulto. Detalló que cada hembra deposita unos 50 huevos, los cuales pueden sobrevivir en un medio seco hasta tres meses. Si no salen del agua, en dos días nacen las larvas, de las cuales el 50% muere en el proceso de convertirse en pupas, que llegan a ser adultos. Por ello, la eliminación de los criaderos es el mecanismo más eficiente para atacar al insecto y mantener la población bajo control.

“En primera instancia –añadió− eso es una característica favorable para ejercer un buen control. El problema es que depende del ser humano, que no es constante”. A su parecer, la fumigación es una medida necesaria cuando las medidas de prevención no han sido eficaces y ya se tiene muchos mosquitos infectantes.

Por su parte, la epidemióloga Ana María Mora, del Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas (IRET) de la Universidad Nacional (UNA), llamó la atención a que “en las próximas décadas, es probable que el calentamiento global aumente el alcance y la velocidad del ciclo de vida de los mosquitos que transportan estos virus, aumentando la población en riesgo a este tipo de enfermedades”.

Lamentó que las campañas de erradicación del Aedes aegypti implican “un componente muy importante de fumigación con insecticidas, lo cual añade una carga tóxica adicional sobre las poblaciones en riesgo y aumenta la resistencia del mosquito ante estos químicos”.

No crea en teorías conspirativas

En días pasados circuló fuertemente una hipótesis de una organización de médicos argentinos, que culpaba al larvicida peirproxifén por la aparición de casos de hidrocefalia.

Olger Calderón –entomólogo del CIET− explicó que ese larvicida lo que hace es sobredosificar una hormona juvenil que solo existe en los insectos, para evitar que las larvas lleguen a la etapa adulta. Si alguna parte de nuestro cuerpo fuera de quitina −que es de lo que está hecho el exoesqueleto de los insectos−, una sustancia de este tipo podría generar algún tipo de riesgo”, puntualizó.

De igual manera, se refirió a otra de las teorías que han circulado, en el sentido de que la liberación de mosquitos transgénicos en Brasil habría incidido en la aparición de la microcefalia, lo cual “no tiene ninguna base certera”.

En términos de a quién beneficia este nuevo brote de un virus transmitido por mosquitos, lo cierto es que la mayoría de los repelentes utilizados −al menos en América− son producidos por la empresa S.C. Johnson, fabricante de productos como el Off o el Raid, cuyas ventas han venido en bajada en los últimos años, según la revista Forbes, y al cierre del último año fiscal −en junio del año pasado− alcanzaron los $9.600 millones.

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