País

Funeral de Estado: Monge vuelve a la tierra

Despedida al expresidente sencillo, anticomunista, “neutral” y socio de Reagan, al sindicalista y último redactor de la Constitución del 49. Hasta Ortega envió el pésame

En el momento en que el féretro del expresidente Luis Alberto Monge salía de la Catedral Metropolitana, un concierto de aplausos de pueblo competía en decibeles con la trinada de cientos de pericos de verdad en el Parque Central, pero ocurría algo inesperado.

Los aplausos eran previsibles para un expresidente sencillo, quizás el que más en los últimos 40 años, que supo ganarse a unos en unas ocasiones y a otros en otras. Lo de los pericos, normal para este momento, las 4:06 p. m. de la primera tarde decembrina, de atmósfera fresca y anaranjada, con aroma al pago de aguinaldo que los trabajadores deben agradecerle a él.

Lo raro ocurría con menos ruido y quizás pocos lo vimos. Era el embajador de Nicaragua, Harold Rivas, acercándose a Guido Alberto Monge, hijo del expresidente, para comunicarle el pésame que le enviaban desde Managua el presidente Daniel Ortega y la compañera Rosario Murillo.

Tremendo saludo, casi innecesario, para el hombre cuyo gobierno (1982-1986) apoyó a las fuerzas contrarrevolucacionarias nicaragüenses y se asoció a Ronald Reagan para permitir que la zona norte de Costa Rica fuera un garaje de operaciones contra el sandinismo, liderado entonces, como ahora, por Daniel Ortega.

Sepa Dios que habría pensado Monge de ese pésame. Por un lado, podría haberlo aceptado con su sencillez de carácter y ese pragmatismo político que le hizo cruzar varias veces entre ideas de izquierda y derecha en aquellos tiempos de polarización ideológica. Por otro, podía haberlo rechazado con su convicción de criterio, como rechazó durante mucho tiempo cercanía alguna con el exlíder comunista Manuel Mora cuando ambos fueron diputados, entre 1958 y 1962.

(Monge trajo en el 56 a Fidel Castro a Costa Rica y lo presentó al presidente Figueres para que le ayudara a su revolución en Cuba contra la dictaduta de Batista, pero al verle la inclinación al comunismo, ambos fueron críticos acérrimos).

En la vida de Monge, en 90 años de extensión, caben el anticomunismo, el sindicalismo, la defensa de los trabajadores, el pro sionismo, el impulso al agro, la apertura a las ideas liberales del Consenso de Washington, la alianza con Ronald Reagan durante las guerras ochenteras de Centroamérica, el cooperativismo y tiempo después la oposición al Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos.

Representantes de los distintos Poderes y expresidentes de la República estuvieron presentes en el acto. Álvaro Murillo.
Representantes de los distintos Poderes y expresidentes de la República estuvieron presentes en el acto. Álvaro Murillo.

Es lo que pasa cuando se ha sido político desde los 23 años, cuando como dirigente sindical se ganó un espacio en la Asamblea Legislativa, donde resultó miembro redactor de la Constitución Política actual y a donde volvió como legislador opositor en el gobierno de Mario Echandi. Fue Embajador en Israel en la administración Orlich y después presidente de una República en llamas, la Costa Rica de 1982.

Fue entonces cuando aplicó, o dejó aplicar, los primeros programas de ajuste estructural diseñados desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reactivar la economía. Esas ideas de liberalismo económico inspiradas por el Consenso de Washington entró a Costa Rica y comenzó a recorrerla hasta la fecha. Fue la tabla de salvación del momento, aunque tiempo después él criticaría a su Partido Liberación Nacional (PLN) por excederse en su lejanía frente a la socialdemocracia original.

Su gobierno se alió también a Washington pero en lo geopolítico, con Ronald Reagan metido hasta las rodillas en una Centroamérica cubierta de guerras en la fase final de la Guerra Fría. Monge, en una Costa Rica en paz, permitió que las fuerzas contrarias al sandinismo en Nicaragua operaran en la zona norte tica, a pesar de la proclama de neutralidad que ondeó por el mundo.

Su gobierno, sin embargo, se le deberá recordar también por su impulso a las organizaciones cooperativistas y al solidaristas, al apoyo al Estado de Israel influenciado por el sacerdote Benjamín Núñez, o por el apoyo fuerte al agro y a la diversificación de cultivos, como había prometido en su campaña con el lema “volvamos a la tierra”.

Ese hombre volvía a la tierra este jueves 1 de diciembre, un mes antes de cumplir 91 años. Al menos su corazón vuelve a la tierra, pues este viernes lo sepultan en su natal Palmares, mientras el resto del cuerpo, convertido en cenizas, lo depositarán en el Universidad Earth, como deseaba él.

“En esta vida es mejor llegar a ser, que nacer siendo” parafraseaba monseñor Ángel Sancasimiro en su sermón, en referencia al origen de Monge, en un hogar jefeado por su madre sin recursos suficientes para grandes ambiciones académicas. Sacó la secundaria en el Instituto de Alajuela y no cursó más de un año en la universidad.

No hubo una escuela que lo adoctrinara. Hizo sus propios caminos entre una idea y otra, a veces con sectores sociales y otras con las élites, coincidiendo con otros partidos y disintiendo dentro del suyo. Muchos verdiblancos no quieren recordar el apoyo que dio a Ottón Solís en las elecciones del 2006, contra Óscar Arias, con quien Monge rivalizó a menudo y quien este jueves estaba ahí en la misa, aplaudiéndole.

“Luis Alberto fue un hombre valiente y firme en sus convicciones. Un hombre que será recordado por su compromiso con el servicio público”, escribió en su perfil de Facebook, en una curiosa coincidencia con las primeras palabras que dio el presidente Luis Guillermo Solís.

“Determinación y compromiso con el servicio público”, fue lo primero que le acreditó el mandatario a Monge al saberlo fallecido por un paro cardiorrespiratorio casi a la medianoche del martes. “Los pobres de Costa Rica lo recordarán por lo mucho que les dio”, acotó en su mensaje al final de la misa. Recordó el aguinaldo que Monge promovió para los trabajadores del sector privado.

Tenía el cariño popular, parece. La catedral estaba llena y talvez solo la mitad era gente de corbata que suele o debe estar en un funeral de Estado. También familiares, como sus sobrinos Johnny y Rolando Araya o su hijo, Guido Alberto. Unos pocos miembros de la comunidad judía con la que siempre simpatizó (su última esposa, Doris Yankelewitz, quien murió este año, era parte de ella). Además se veían muchos otros rostros del PLN, autoridades de otros poderes y buena parte del cuerpo diplomático, incluido Harold Rivas, el mensajero.

Los exmandatarios Arias, José María Figueres, Rafael Ángel Calderón, Miguel Ángel Rodríguez también siguieron atentos el ritual de despedida de un exjefe de Estado. No asistieron Abel Pacheco ni Laura Chinchilla, ella fuera del país.

La muerte de un expresidente, al menos en Costa Rica, suele ser un indulto. El perdón impera, como dijo el obispo Sancasimiro recordando el pasaje de un libro según el cual el infierno no da espacio a quien hizo un buen servicio público, pecados aparte (incluidos cuestionamientos de probidad nunca demostrados en tribunales).

Así vuelve Monge, un piso’e tierra, a la tierra que prometió volver. Se va el último redactor de la Constitución Política del 49 tres meses después de señalar la necesidad de cambiarla, de modernizarla. Eran otros tiempos, era una Costa Rica bipartidista. Lo eran también cuando gobernó, cuando eran niños los adultos jóvenes de ahora, la generación nieta de los combatientes del 48, la que al crecer empezó a zafarle las tablas al bipartidismo. Monge era el último expresidente “de los de antes”.

Pero lo que más se vio eran personas que quizás votaron por él. Gente mayor, “pericos” de edad, gente que recordará aquella campaña difícil contra Carazo en el 78 y luego el triunfo del 82 contra Calderón (y un poco contra Arias). Gente que recuerda aquel lema de “volvamos a la tierra” como una promesa que cumple ahora de manera definitiva, sin saber que el comandante Ortega le mandaba saludos.

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