País Renuncia de Edgar Mora

El sacrificio de un alfil sigue sin resolver el caos

No hay una única explicación a la salida de Édgar Mora. Analistas coinciden en que no soluciona los problemas que alegan distintos sectores y apuntan a que es la agenda ultraconservadora la que está detrás de estas presiones al Gobierno.

Un ambiente lúgubre y de profundo desconcierto se percibía la tarde de este lunes en Casa Presidencial, distintas personas que estuvieron allí lo señalan. Luego de que el entonces ministro de Educación, Edgar Mora Altamirano, leyera ante cámaras la carta con la que le presentó su renuncia al presidente Carlos Alvarado -a quien no se le vio en público hasta horas después en cadena nacional- el aire apenas se respiraba. Se sentía que había ocurrió algo triste.

Un cuadro totalmente opuesto se vivía en la Avenida Segunda, frente al Ministerio de Hacienda, en el centro de San José, donde sindicalistas celebraban el que podría ser su mayor triunfo  -sino es que el único- en lo que va de este Gobierno: lograr la renuncia de Edgar Mora.

Ese lunes al mediodía, en una movida de tablero que todavía genera suspicacias y reproches, el Gobierno cedió a una de sus piezas más notorias, a un alfil, jerarca de la institución con la planilla más grande del país y férreo defensor de las posturas progresistas que enarbola el Partido Acción Ciudadana (PAC).

La renuncia de Edgar Mora a la jefatura del Ministerio de Educación Pública (MEP) fue antecedida por una semana de protestas que iniciaron con estudiantes de secundaria en diversos puntos del país -quienes recibían instrucciones directas del líder sindical Albino Vargas, según mostraron grabaciones- y a la que luego se unieron representantes de ámbitos tan ajenos al sector educativo como los traileros.

Desde el Congreso, legisladores de partidos de corte evangélico y liberacionistas hicieron lo suyo al exigir también la renuncia del ministro alegando su inexperiencia en el ámbito educativo, pues Mora es periodista, administrador y ejecutaba un segundo periodo como alcalde de Curridabat, uno de los cantones más prósperos de Costa Rica, cuando Carlos Alvarado lo convocó a su Gabinete.

No está totalmente claro si los bloqueos que realizaron transportistas en las carreteras detonaron la separación de Mora, sobre quien días antes Alvarado aseguraba la continuidad en el puesto. Los traileros exigieron su renuncia -o despido- como condición para empezar a dialogar con el Gobierno, pero una vez que se dio la salida del ministro tampoco se reabrieron las vías y fueron necesarios contingentes policiales para hacerlo.

Los métodos de la protesta son similares a los utilizados durante la huelga de tres meses que realizaron sindicatos de educadores y de otros ámbitos, el año pasado, para oponerse a la reforma fiscal, un movimiento al que el Gobierno resistió con fuerza policial, demandas ante Tribunales y, en el MEP, al mando de Mora, hasta hubo despidos para funcionarios que aprovecharon los días de manifestación para actividades personales.

Pero en esta ocasión no participaron todos los gremios, el protagonismo lo tuvo la Asociación Nacional de Empleados Públicos (Anep) y la Asociación de Profesores de Segunda Enseñanza (APSE) y el movimiento se dio en plena entrada al periodo de vacaciones de medio año. Sin embargo, Mora dimitió tan solo una semana después de iniciadas las protestas y tras la demanda de los traileros. En su carta ante el mandatario, que luego leyó en conferencia de prensa, hizo alusión al deber de fraternidad y a que, “ojalá”, su renuncia permitiera que se abra el diálogo. Unas palabras reflexivas a las que Alvarado públicamente solo respondió con un tuit, aceptando la renuncia.

La cadena nacional que hizo el mandatario después, a las 7 p.m. del lunes, reiteró el llamado al diálogo, pero también advirtió que de no ser así el Gobierno actuaría para despejar las vías y eso ocurrió horas más tarde cuando la Fuerza Pública levantó los bloqueos.

Veinticuatro horas después de la renuncia de Mora, los transportistas no se retiraban de las calles por voluntad propia, los estudiantes se dedicaban más a las vacaciones que a las manifestaciones, el nuevo Impuesto al Valor Agregado (IVA) tenía un día de estar en vigencia y los sindicatos pedían otras “cabezas” como la de la ministra de Hacienda, Rocío Aguilar.

Ningún problema de los alegados por los manifestantes había sido resuelto con el sacrificio del ministro. Las nuevas pruebas FARO para evaluar a estudiantes, el proyecto de Educación Dual, o los baños neutros (temas que utilizan gremios y estudiantes para justificar su molestia) se mantienen en los planes de esta administración o siguen su curso en el plano legislativo.

Aunque los motivos de la salida de Mora se tornaron confusos, la politóloga Argentina Artavia considera que la renuncia del ministro era necesaria.  “Creo que don Edgar entiende que su capital político dentro del Gobierno ya había quedado muy disminuido, entonces la renuncia deviene necesaria para mantener el orden y la paz social”, explica.

Los factores que confluyen en el desgaste de su imagen política están tanto relacionados con la fragmentación política de la población en torno a temas de derechos humanos -que se hizo evidente desde la campaña electoral-, como hasta las características propias de Mora, añade la analista.

“Él llega de manera inesperada frente a un sector muy poderoso como es el magisterio, que desde el día uno de su nombramiento lo asumen como una persona extraña al sector, sin experiencia en temas docentes o en la administración del magisterio y ya desde ahí entra mal con el sector”.

“Eso sumado a una serie de decisiones que se vuelven necesarias, porque frente al abandono que algunos docentes hicieron de sus trabajos en la pasada huelga, frente a problemas en el manejo de dinero de infraestructura, de licitaciones y adjudicaciones, es el primer ministro que asume con valentía ese monstruo burocrático que es el MEP. A pesar de eso, hay otras que le generan ruido excesivo y que terminan por pesar más sobre su cabeza: el descontento y el malestar frente a una agenda que él impulsó, de una educación más inclusiva, más igualitaria. Eso, todavía a propósito de la pasada campaña electoral, sigue chocando, sigue generando demasiado resentimiento, demasiada molestia en parte de un electorado que no quedó conforme con el resultado del proceso electoral”, explica Artavia.

El descontento por la promoción de la igualdad de género es evidente al conversar con transportistas que participaron en las protestas y bloqueos. Uno de los traileros -quien se califica como “un costarricense más”, aunque participa en las mesas de negociación con el Gobierno por parte de la zona de Limón-, aseguró solo horas antes de la renuncia del ministro que este estaba “violentando la doctrina cristiana”. Mora ha dicho en más de una ocasión que es ateo.

Los temas económicos relacionados con la implementación del IVA o el tren de carga a Limón no ocupan el primer plano del discurso de los manifestantes. Él y otros traileros participantes del movimiento se refieren más a preocupaciones por sus hijos y sus familias.

La unión de distintos sectores alrededor de esa agenda llamada “profamilia” también se nota en el pliego de 18 peticiones que los líderes sindicales y gremiales entregaron al Gobierno. La primera solicitud fue cumplida con la salida de Mora, la segunda es una moratoria al IVA y el tercer punto exige la “defensa de los valores cristianos como parte esencial de la identidad de la sociedad y la familia costarricense por lo que se solicita revisión integral de los programas educativos”. Más abajo se pide, de modo general, solucionar problemáticas de transportistas, pescadores, agricultores, o retirar proyectos que pretenden regular el empleo público, por ejemplo.

“Ese sigue siendo el pegamento de todos estos sectores, una supuesta agenda Profamilia y Provalores costarricenses y los valores tradicionales, sea lo que sea que eso signifique. Nada tienen que ver las tarifas de APM Terminals con los baños neutros o con Edgar Mora. No se va a ir Edgar Mora y van a cambiar las tarifas. Ahí es donde empiezan a notarse las contradicciones”, señala Artavia.

La separación de Mora es un asunto “simbólico”, dice la analista política. El conflicto social no se puede entender solo desde esa renuncia porque hay una serie de demandas y de reclamos que no han sido atendidos, así como acciones del Gobierno que no han sido adecuadamente comunicadas y explicadas a toda la población, agrega.

Mientras el ministro de Educación anunciaba su renuncia, gremios que se manifestaban frente al Ministerio de Hacienda lo celebraron como una victoria. (Foto: Katya Alvarado).

“La cabeza de Edgar Mora”

El exministro de Educación (en dos administraciones) Leonardo Garnier, considera que la movida del Gobierno al permitir la renuncia de Mora fue precipitada.

“En esas negociaciones siempre hay temas en los que se llega a acuerdos, pero hacer una concesión para empezar a negociar me parece que deja el Gobierno en una posición realmente muy débil. Yo no creo que esto acabe con las protestas”, señaló Garnier en forma de vaticinio de lo que sucedió horas después cuando se realizaron nuevos bloqueos y más exigencias de gremios.

Garnier considera a Mora “víctima de una especie de pacto político entre sectores muy disímiles”, entre “grupos fundamentalistas con grupos sindicales”.

“Los transportistas por un lado, pero sobre todo los sectores sindicales más vinculados con Albino Vargas que querían recuperar protagonismo, como dicen ellos, en las calles, y una cosa rarísima que es una alianza con sectores ultraconservadores fundamentalistas religiosos que precisamente están en un juego de acumular fuerzas para las próximas elecciones municipales. Entonces es una alianza rarísima de socios que nada que ver unos con otros, pero que era un asunto de oportunismo”, añade el economista y docente universitario.

El politólogo Gustavo Araya analiza que algunos partidos enfilaron sus baterías contra Mora porque se convirtió en un eventual candidato a la presidencia de la República.

“Es muy cercano a Luis Guillermo Solís (expresidente) muy cercano a Carlos Alvarado, un líder nato, alcalde no solo una vez sino en reiteradas ocasiones. El liderazgo y carisma político para atraer a algunos sectores era posible. Además, a sectores muy parecidos a los fuertes del PAC: urbanos, clases medias, medias-altas, con alta escolaridad, propias del cantón de Curridabat,  que lo validaban como un liderazgo potable eventualmente para el PAC”, describe Araya.

Por otra parte, se coloca en la mira de un grupo conservador que ve en la polarización religiosa la oportunidad de generar no solo réditos electorales sino políticos, añade Araya.

Para el politólogo, la situación política actual responde, en parte, a las lecciones aprendidas de la huelga por el movimiento sindical dirigido por Albino Vargas, que logró en esta ocasión amalgamar a distintos grupos, incluso que eran oposición interna, en una supuesta lucha nacional, “secuestrar sus agendas”, contar con el apoyo de partidos políticos ultraconservadores, utilizar como caras del movimiento a estudiantes y otros grupos e inmovilizar al país con menos recursos.

“Te demuestra el nivel de la alianza que tuvo que ser necesaria con los grupos conservadores que dijeron: ‘Yo le movilizo Limón, Puntarenas, San Carlos, con todos los descontentos supuestamente del estudiantado y demás, si usted lo que hace primero es traernos la cabeza de Edgar Mora. Entonces Albino se ve obligado a colocar eso encima de todas las otras demandas de pescadores, de traileros, de empleados del Ministerio de Seguridad e incluso de los propios estudiantes”, concluye Araya.

El analista incluso señala que los reclamos que hacen los gremios son imposibles de materializar porque, en gran parte, no corresponden a decisiones del Gobierno. “Nos damos cuenta de que hay una agenda planteada para mantener el estado de caos en que vive el país”, apunta.

El propósito, según Araya, es que los sindicatos puedan recuperar el protagonismo que habían perdido tras la pasada huelga.

Un país -todavía- dividido

Las democracias no son sistemas infalibles, enfatiza la politóloga Argentina Artavia. Con ello señala que Costa Rica ha ido cambiando y que el Gobierno no puede asumir que se comunica en el mismo lenguaje con una mayoría, sino que debe recordar que la administración que lidera Carlos Alvarado es pluripartidista y que ganó las elecciones hace poco más de un año, en una segunda ronda electoral marcada por la polarización debido a temas como los derechos para la población sexualmente diversa, que le obligó a hacer alianzas con otras tendencias partidarias.

Pero un 40% de quienes votaron en esas elecciones preferían a un partido de corte evangélico liderado por un predicador.

“Cuando se asume que el país es uno y que el discurso tiene que ser uno, estamos fallando”, dice.

Artavia menciona, por ejemplo, los reclamos de las poblaciones de zonas rurales y costeras por el abandono histórico de los gobiernos, de lo cual se han nutrido partidos políticos tan diversos como el Frente Amplio, el Movimiento Libertario o, más recientemente, Restauración Nacional.

“Lo que pasa es que no están buscando una respuesta en las ideologías sino respuestas a los problemas, que no consiguen de nadie”.

La politóloga alude además a las falencias comunicativas de quienes ejercen la administración del país, unido a algunos medios de comunicación que “le echan más gasolina a la hoguera” y las fake news (noticias falsas).

Por esto es claro que la salida de Edgar Mora no resuelve ninguno de los problemas que mantienen a una parte de la población en estado de descontento, pero tampoco significa que “el Presidente esté en la calle a expensas de lo que los sectores quieran”. El gran reto, señala Artavia, es abrir un diálogo real con esos sectores, algo que Carlos Alvarado promete ahora sin que de momento haya clara reciprocidad de sus interlocutores.

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