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El “gerente” Chaves pierde un jugador cada quincena

El llamado “estilo gerencial” del mandatario se contrapone con la alta volatilidad del gabinete y las dificultades para liderar un conjunto articulado que genere resultados, reglas infaltables de los líderes de negocios. Tantos cambios en una organización es una mala señal, explica especialista en gerencia.

El 5 de mayo de 2022, tres días antes de sentarse en la silla presidencial, después de unas elecciones en donde sacó provecho a su inexperiencia como líder político y después de la escogencia de gabinete con un supuesto método como de empresa privada, Rodrigo Chaves decía que su gobierno se apoyaba en un gabinete de desconocidos que debía jugar como un equipo disciplinado para generar resultados de la mano de un buen director técnico.

En febrero, cuando se se evidenciaba una alta inestabilidad en el gabinete, Chaves volvía a usar la metáfora del fútbol para justificar tantos cambios: “Nosotros somos 40 y ayer cambié a 3, eso es menos en equivalencia que cambiar un jugador de fútbol en la cancha; y cuando uno va ganando el partido, hacer un cambio… yo no veo qué es la crisis”.

Al cumplirse un año del gobierno, la inestabilidad era ya una de las características del gabinete y ahora, con 14 meses en el poder, Chaves podría ufanarse de estar al mando del equipo más cambiante del siglo en Costa Rica. La suma de ministros, viceministros y presidentes ejecutivos que ya no están en el puesto otorgado por Chaves llega a 34, a razón de uno cada quincena, al menos.

Las salidas ya no son solo de jerarcas de baja trascendencia política o de figuras ajenas a su confianza. En la lista de cambios está la trascendente CCSS, el Ministerio de Trabajo presionado por destrucción de empleos, la plana completa en Seguridad ante la crisis de asesinatos, la presidenta del PANI que fue cuestionada públicamente por Chaves por el caso de la bebé Keibril y se fue de manera repentina, o la partida de la polémica Joselyn Chacón del cargo de ministra de Salud, una ficha del círculo de más confianza del mandatario.

“Aquí uno no sabe si mañana amanece con el trabajo”, decía un ministro para subrayar que nadie puede estar seguro, pero sin mencionar el estilo de liderazgo de Chaves, que proyecta una imagen de autoridad fuerte calificada o autoritarismo, como señalan sus críticos y una de las jerarcas que dejó el cargo en meses recientes: “uno está ahí porque cree que tiene un margen de tomar decisiones con el mejor criterio posible, pero, al final, ya uno sabe lo que pasa, hay que obedecer la orden y ni pedir explicaciones”. Ella prefiere no decir su nombre para evitarse consecuencias que le dificulten conseguir un nuevo trabajo.

Es lo usual, Chaves es el jefe y punto, como lo es el CEO de una empresa o el entrenador de la selección de fútbol. Tiene el mandato legal y no está obligado a explicar sus decisiones o auto calificar su estilo, pero las señales políticas quedan a lectura abierta: la alta inestabilidad del gabinete refleja que se le ha hecho imposible consolidar un equipo base, más allá de un conjunto de jerarcas atraídos por el poder o un buen salario, o dispuestos a la exposición pública, al trabajo intensivo o posibles consecuencias legales.

El “estilo gerencial”, como le llaman sus afines o incluso analistas independientes basándose en la idea de una empresa privada, no de un sistema democrático, queda bajo dudas desde la teoría sobre gerencia porque en ninguna corporporaración se ve bien la alta rotación del personal, como señaló Carlos Aguirre, profesor de liderazgo empresarial y desarrollo humano estratégico, consultor y miembro de juntas directivas, además de “coach deportivo”, capaz de entender bien las metáforas futboleras del mandatario.

“Una alta rotación en una organización lo que refleja es que no hay un equipo consolidado, sino un conjunto de piezas que difícilmente trabajan de manera coordinada. Un grupo no es un equipo, y menos aún un equipo maduro o un equipo de alto desempeño”, comentó el especialista, poniendo el énfasis en el liderazgo a cargo de las tareas de formar ese equipo y, además, optimizarlo. Porque en el sentido más esencial “gerenciar” significa “dirigir a un equipo”, explica Aguirre.

El “estilo”, sin embargo, puede ser de muchos tipos. No hay un solo “estilo gerencial”. Hay gerentes que delegan, los que hacen de coach, los autocráticos, los democráticos, el transaccional, transformacional, carismático, o servidor, añade el experto, advirtiendo que mucho tiene que ver con la personalidad de ese líder.

Lo que sí es indispensable, según Aguirre, es la coherencia (“dar el ejemplo”), hacer que el equipo lo siga por carisma, que sepa tomar decisiones aunque no sean del agrado de quienes lo colocaron en el cargo. A fin de cuentas, la organización debe rendir resultados como lo tiene que propiciar el director técnico de un equipo de fútbol o el gerente de una empresa. Es ahí cuando entra otra discusión sobre cuán fructífera es la gestión de Chaves 14 meses después, cuánto de las cosas malas o buenas son atribuibles a él y cuánto es producto de las circunstancias internas o externas, o incluso consecuencias de “gerentes” anteriores.

Si un indicador es la inflación, el gobierno de Chaves parece exitoso al margen de si obedece a las políticas gubernamentales o a la baja del petróleo internacional. Si el indicador es el empleo, la administración Chaves Robles está tropezando porque en un año hay 140.000 empleos activos menos. Si el indicador es el PIB general, el rendimiento es mejor que otros países, pero, si el dato más relevante es el bienestar de la población, los frutos están por verse en medio de la inseguridad, la persistente pobreza, el deterioro de servicios básicos en educación o salud. Pero si la nota es la aprobación popular, que no debe ser la norma en un “gerente”, Chaves se puede sentir exitoso por el momento.

Distinta es la evaluación si el rubro es solo “estabilidad del equipo”. Con 34 salidas de ministros, viceministros o presidentes ejecutivos, la señal no es buena. “En una empresa eso se ve pésimo”, apunta Aguirre, señalando a la interrogante lógica de qué pasa ahí dentro de la organización. Son 34 salidas a un ritmo de 2,4 cada mes. De continuar así, al final del gobierno, Chaves habrá experimentado 115 bajas.

En la lista hay despidos conflictivos, como el de Álvaro Ramos en la CCSS, que no quiso aplicar las órdenes de Chaves, renuncias producto del desgaste político como el de Joselyn Chacón y otras que solamente se atribuyen a “razones personales”, sin explicación alguna y con efectos inmediatos. Varios exjerarcas consultados por este semanario han respondido que prefieren no dar declaraciones y dos de ellos dijeron que parte de los acuerdos de salida es evitar entrevistas con la prensa. Mario Arce, sacado del puesto de presidente del Incofer, fue una excepción, pues hasta convocó conferencia de prensa para refutar los reproches que hicieron las autoridades sobre su trabajo.

Las últimas renuncias anunciadas fueron la de Jéssica Martínez como ministra de vivienda y su viceministro, Roy Jiménez, ambos el 4 de julio y sin explicar los motivos en el comunicado de prensa. Como en otras ocasiones, el boletín solo dice “oportunamente se anunciarán los nuevos jerarcas”, en referencia a tareas de sustitución que tampoco son fáciles, como reconoció el propio Chaves cuando habló del Ministerio de Salud, donde acabó nombrando como recargo a la vicepresidenta Mary Munive.

Tampoco ha sido fácil la presidencia del PANI o del puesto de ministro de Niñez y Adolescencia, donde Chaves pretende nombrar a un funcionario judicial que, sin embargo, no ha recibido el permiso de la Corte Suprema para pasar al Poder Ejecutivo. Una intención que confirma la inclinación del mandatario de buscar fichas en las aguas del Poder Judicial, a pesar de sus frecuentes críticas a su funcionamiento. Chaves también ha tenido que echar mano a un equipo completo utilizado por un gobierno que él ha criticado públicamente, como ocurrió con los jerarcas de Seguridad que nombró al cumplir un año en el poder.

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