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El dramaturgo, escritor y abogado costarricense Daniel Gallegos Troyo muere a sus 87 años

Sus preguntas humanas y universales constituyen uno de los principales aportes al teatro costarricense de la época contemporánea

La más prestigiosa de sus obras, la de su vida, cerró telones a las 5:30 a.m. de este miércoles 21 de marzo luego de una representación grandiosa de aportes literarios y artísticos que lo llevaron a obtener el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en 1994 y el Premio Nacional de Cultura Magón en 1998.

Aunque hubo intenciones de velar su cuerpo en el Teatro Nacional sus familiares prefirieron hacerlo en la Funeraria del Recuerdo, en barrio Don Bosco, y realizar la misa a las 3 p.m., porque Daniel quiso siempre algo sencillo para ese momento de la obra donde muchos esperan los aplausos.

El maestro Daniel Gallegos Troyo nació en San José en 1930 y vivió su adolescencia en California, Estados Unidos. A los 21 años regresó al país para estudiar la carrera de Derecho en la Universidad de Costa Rica, institución que comunicó con “sumo pesar” el fallecimiento del profesor emérito de la Escuela de Artes Dramáticas y además expresó “las más sentidas condolencias a su estimable familia”.

Al graduarse como abogado viajó a la Universidad de Nueva York para realizar su postgrado y fue entonces cuando abrió las puertas del teatro a su vida; en esa ciudad participó del Actor’s Studio y vivió con plenitud su vocación de dramaturgo, director y actor.

Luego viajó a Inglaterra donde obtuvo una beca en la Royal Shakespeare Company y allí integró a su acervo artístico y literario las corrientes de autores estadounidenses como Tennessee Williams, Eugene O’Neill, Arthur Miller y Edward Albee; o las de europeos como el inglés Peter Brook, el alemán Peter Weiss y el polaco Jerzy Grotowski.

Construir el teatro en su tierra

En los años sesenta las actividades artísticas de la Escuela de Estudios Generales de la UCR estaban dirigidas por tres personalidades que hoy componen la tríada de propulsores del teatro costarricense.

“En compañía de grandes figuras de la escena teatral, como Alberto Cañas y Samuel Rovinski, Daniel Gallegos fue un pilar importantísimo en el desarrollo del movimiento teatral costarricense, no solamente por su destacada labor literaria, sino además por su papel como docente, y especialmente como director del Teatro Universitario”.

Así resumió la ministra de Cultura Sylvie Durán la labor del dramaturgo, que retoma una serie de preguntas universales de su época -al igual que estilos narrativos- y los coloca como cimientos de su proyecto como explica Juan Carlos Calderón, director de la Escuela de Artes Dramáticas de la UCR.

“Él lo que hace es hermoso porque retoma las grandes preguntas existenciales de estos autores, las trae a Costa Rica y las contextualiza, que eso no tiene otro teatro sino que él inventa, lo que hace son adaptaciones de esta problemática (…) Yo creo que ese es el mérito de Daniel y por eso es reconocido también a nivel latinoamericano. Un autor muy prolijo y muy profundo”.

Gallegos Troyo dirigió el Teatro Universitario entre 1963 y 1979, que había comenzado desde 1946 debido a la iniciativa del político e intelectual Abelardo Bonilla, sin embargo aún era necesario un sustento académico y profesional para sus actores.

Ante esta situación el escritor decidió fundar la Escuela de Artes Dramáticas en compañía de otras personas y que entonces adoptó el nombre de Artes Escénicas. La dirigió entre 1969 y 1976 para colocar allí todo el mundo almacenado en sus viajes.

“Se caracterizó por ser uno de los autores más existencialistas, con preguntas sobre la vida, el problema generacional, las contradicciones del ser humano”, afirma Calderón.

Las preguntas universales

Con Shakespeare como modelo de inspiración, el abogado ahora inclinado a la ley del teatro intentó conciliar la balanza de su arte con temas existencialistas, de respuestas a veces acertadas y a veces confusas sobre la vida, cercanas en su mayoría a la trascendencia humana y sus múltiples contradicciones.

“Siempre los artistas hablamos sobre la vida, sobre el ser humano, sobre la problemática de ser y Daniel tenía una gran capacidad de penetración en la psicología de las personas y eso todo lo vertía en sus obras”, enfatiza la argentina Gladys Acebal, actriz retirada y ex directora del Taller Nacional de Teatro.

Ella compartió con Gallegos durante cincuenta años en el montaje de obras que él mismo escribió y que fueron llevadas a distintos eventos internacionales como el Festival Internacional de Sitges, en España. Algunas de ellas son La colina (1968) y El séptimo círculo (1982) o La víspera del sábado de Samuel Rovinski.

“La verdad es que vamos a extrañar a una de las figuras más importantes de la cultura costarricense, una persona que hizo por este país una gran cantidad de cosas con una enorme lucidez y con un talento excepcional. Básicamente lo que yo estoy perdiendo es un amigo. Creo que nos va a hacer mucha falta a pesar de todo su legado, incluyendo una novela que todavía no ha salido publicada pero que en estos días saldrá”.

Para la actriz el legado de incógnitas universales de su compañero iba más allá del tiempo en el que le tocó vivir. “Fue visionario de una cantidad de cosas, una persona que tuvo la capacidad de adentrarse en los porqué de las cosas”.

En esto concuerda con Juan Carlos Calderón: “El teatro costarricense era generalmente realista que buscaba llegarle al gran público. De esta tríada fundamental para el teatro costarricense Don Beto era el más costumbrista, don Samuel Rovinski era el más político de todos -con los temas que tenía- y el teatro que proponía don Daniel desde esa época hasta siempre fue el teatro existencialista”, como lo abordan las obras El séptimo círculo y Los profanos.

Desde adentro

La Royal Shakespeare Company de Inglaterra tiene un dominio en el desempeño de Gallegos en las formas de decir el texto, acompañado del método interpretativo de Stanislavski y adicionalmente las tendencias contemporáneas del teatro desde 1970.

Todo ello es tomado por el artista para aplicarlo en el tratamiento de temas tan humanos como la amistad, la hipocresía, la familia, el prejuicio, la violencia o el amor.

Y es resultado también del trabajo que el autor realizó con actores como Óscar Castillo, quien admite su dolor por la muerte del maestro con quien presentó El emperador Jones en el Teatro Nacional hace medio siglo.

“Era un hombre cuidadoso, atento, y sensible. Lo más importante es eso, que era un hombre de una gran sensibilidad y muy reflexivo sobre la condición humana, capaz de darle a sus puestas una belleza estética muy significativa”.

A esta sensibilidad le agregó una preocupación por el rol del artista en la sociedad y en el medio. “Hay una obra de la que se habla poco de Daniel que se llama Ese algo de Dávalos, que refleja muy bien ese planteamiento permanente del artista con respecto a su rol en la sociedad y en la validez de su trabajo, en si queda o no, si es significativo o no”, agrega Castillo.

Estas tendencias las compartió con figuras como Kitico Moreno, Guido Sáenz y Ana Poltronieri, con la cual efectuó el montaje célebre de La visita de la vieja dama de Friedrich Dürrenmatt, un icono para el teatro costarricense de 1987 al lado de actores como Leonardo Perucci y Juan Katevas.

Ya en los noventa ingresa a la Academia Costarricense de la Lengua y dos años después recibe uno de sus dos premios Áncora con el montaje Shirley Valentine (de Willy Russell) en conjunto con la actriz Haydée de Lev. También escribe su primera novela El pasado es un extraño país, con la que gana el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría

Aplausos eternos
Con el paso de los años la obra de Daniel Gallegos “habla por sí misma”, como lo menciona Gladys Acebal, con una herencia cultural arraigada a su pueblo y a interrogantes que hoy construyen la identidad nacional.

En 2014 el Ministerio de Cultura y Juventud y la Editorial Costa Rica realizaron un homenaje a su obra con el apoyo del Teatro Nacional, el Centro Costarricense de Producción Cinematográfica y el Sinart.

La ministra Sylvie Durán rescata cuatro años después del reconocimiento la “amplia cantidad de discípulos y amigos que tuvimos el honor de heredar sus conocimientos, pero sobre todo su amor por el teatro”.

El director de Artes Dramáticas concluye que “es un profesor emérito de la escuela; es una pérdida muy fuerte para la universidad y para nosotros, él estuvo en octubre aquí porque algunos estudiantes montaron parte de muchas obras de él, entonces vino, lo recibimos; los estudiantes estaban fascinados con él y fue como una despedida”.

Colaboró la periodista Ana Beatriz Fernández

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