País Entrevista a Jorge Alberto Rojas

Crisis de los 80 disparó crecimiento de iglesias pentecostales

Jorge Alberto Rojas, investigador del fenómeno religioso, analiza la guerra espiritual, la teología de la prosperidad y otros aspectos de la prédica evangélica en_Costa Rica.

A lo largo de la historia moderna el conflicto entre poder religioso y poder político ha sido casi permanente, dado el entrecruce de fronteras que se hace entre ambos reinos.

El tema ha vuelto a la actualidad de la palestra pública en momentos que en Latinoamérica se observa el avance de partidos políticos confesionales, de tipo evangélico y pentecostal, con una presencia política y una representación institucional en aumento.

Una agenda de estos partidos, centrada en la reinvindicación de “los valores de la familia”, rechazo al aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario, el divorcio, la denominada “ideología de género”, converge a menudo con la jerarquía católica y con organizaciones y partidos conservadores.

Si inicialmente buscaban ganar posiciones en instancias a nivel local, provincial y parlamentario, más que en la lucha por el Poder Ejecutivo, eso ya cambió, como lo atestigua Guatemala, que tiene un presidente evangélico, Jimmy Morales, y Brasil, donde el candidato presidencial de esa línea, Jair Bolsonaro, es uno de los aspirantes mejor posicionados en la preferencia popular para las próximas elecciones.

Costa Rica no es ajena al asunto en momentos en que uno de los dos candidatos para la segunda ronda electoral del próximo 1º de abril es un salmista y predicador evangélico, con francas posibilidades de convertirse en el próximo Presidente de la República, según las encuestas.

Igual que otros países en la región, las cifras dan cuenta del crecimiento del credo evangélico en Costa Rica, donde la población católica mantiene su predominio, pero ha bajado a un 52%, mientras que los evangélicos llegan a 22% y los que no profesan religión a 17%,  según la última encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica (febrero 2018).

En una entrevista con UNIVERSIDAD – de la que ofrecemos aquí un extracto – el sociólogo y teólogo Jorge Alberto Rojas, docente e investigador de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la UNA, hizo un repaso desde la perspectiva sociológica de las condiciones que han favorecido la expansión de las iglesias evangélicas en el país, principalmente las de corte pentecostal y neopentecostal, así como las semejanzas y diferencias de sus postulados y prácticas.

El académico –cuyas investigaciones sobre el tema formarán parte de un libro próximo a publicarse– relató cómo las iglesias protestantes evangélicas, en sus distintas denominaciones (bautistas, metodistas, pentecostales, entre otras) empezaron a ganar presencia en el país desde el siglo pasado, impulsadas por misioneros de Estados Unidos y personas de la región que vivieron y trabajaron en Norteamérica, donde abrazaron la religión y al regresar la difundieron entre sus familias y vecinos.

Esas iglesias tienen sus orígenes en la reforma protestante de Martín Lutero en el siglo XVI en Alemania. Migrantes de Europa y otras partes del mundo las llevaron a Norteamérica, donde las condiciones de vida propias hacían que la fe se viviera de diversa manera y el culto fuera más vivo y emotivo, como en el caso de los pentecostales.

(El término pentecostal refiere precisamente a esas celebraciones religiosas sumamente emotivas en iglesias, donde la gente entraba en éxtasis, comenzaba a hablar incoherencias y los pastores comenzaron a decir que ocurría algo semejante al pentecostés que menciona La Biblia, donde personas de diferente nacionalidad y diversas lenguas escuchaban la predicación del evangelio y este era comprendido por todos).

¿En Costa Rica cómo se dio el desarrollo de las iglesias evangélicas?

Rojas explicó que las iglesias crecían de manera parecida, pero en la década de los 80 se dispararon los grupos pentecostales, no porque cambiaran el mensaje ni su práctica, sino que lo que cambió fue el contexto social y económico del país.

Aunque hubo influencia de una política de Estados Unidos para incentivar la penetración de ciertas iglesias en la región, las iglesias pentecostales ya tenían un auge por otras condiciones, apuntó.

La crisis económica que sobrevino en los 80 arruinó a los productores de granos, que no podían competir con el dumping de los granos importados por el Gobierno, regalados, desde Estados Unidos. Al mismo tiempo, el derrumbe de los precios del café sacó de la actividad a numerosos productores de Pérez Zeledón, Grecia, Naranjo y otras zonas cafetaleras; la pobreza aumentó a un  50% en el país, crecieron los precarios en las ciudades, y mucha gente quedó excluida del crecimiento y la riqueza económica.

La crisis aumentó la desigualdad y la exclusión, muchos campesinos perdieron su identidad de labriegos y un sentimiento de inseguridad y desarraigo se extendió en esos núcleos marginados, para los cuales la nueva oferta religiosa que llegaba les daba un sentido de pertenencia y seguridad dentro de una congregación, donde la gente se sentía acompañada y ayudada por el pastor en sus dificultades y tribulaciones diarias.

Con el tiempo, la prédica evangélica también permeó en sectores de estratos medios y de profesiones liberales, a los que cada vez les es más difícil mantener sus trabajos y su estatus, y cuyas condiciones de trabajo ya no son tan seguras como antes.

También, las personas se enfrentan a unos medios de racionalidad, modernidad y consumo que no les generan seguridad y sentido de trascendencia, y la nueva oferta religiosa les llena esos vacíos, según explicó Rojas.

¿En qué se diferencian los pentecostales de los neopentecostales?

El investigador hace una distinción entre ambas corrientes, dice que el pentecostalismo se desarrolló inicialmente en Estados Unidos entre sectores populares y muy pobres, trabajadores negros, obreros de las fábricas y migrantes que vivían en condiciones precarias en las ciudades y tenían condiciones de trabajo muy duras y se sentían desarraigados.

Por su parte, el neopentecostalismo se desarrolló en los años 60 sobre todo entre sectores más pudientes. Esta corriente pega con los telepredicadores que crearon cadenas televisivas y una gran industria cultural que produce audiovisuales, publicaciones, canciones y hasta una farándula cristiana que ha surgido, lo cual representa un gran negocio.

Aunque los neopentecostales son menos numerosos, esa industria cultural y poder de comunicación les da ventaja sobre los pentecostales para difundir su prédica y expandirse.

A diferencia de una iglesia pentecostal, donde se sabe a qué hora se entra al culto, pero no se sabe a qué hora se sale, en la neopentecostal el culto es más una producción de comunicación, donde hay que cumplir ciertos requisitos: generalmente son iglesias grandes donde se necesita tener un set, cámaras, equipo y un show man.

¿Qué es lo característico de la prédica neopentecostal?

Rojas destacó que los neopentecostales impulsan la llamada “teología de la prosperidad”, según la cual son hijos bendecidos de Dios, y como tales no pueden ser pobres; la pobreza es una abominación, si no se es una persona acomodada hay que dar la apariencia.

Además creen en la “guerra espiritual”, basada en un pasaje bíblico, según el cual los cristianos deben librar una lucha espiritual.

La guerra espiritual es una lucha contra potestades y legiones de demonios que ocupan lugares claves y la menta humana, por ejemplo, la Basílica de Los Ángeles en Cartago y la Catedral Metropolitana (como predica Rony Chaves, “padre espiritual” del salmista Fabricio Alvarado, candidato a la presidencia por el Partido Restauración Nacional).

En esa concepción, hay manuales de guerra espiritual, para combatir un conjunto de estrategias y seguidores que tiene el demonio, para preparar la segunda venida de Jesucristo, que será después que los cristianos ganen el pleito, y para eso hay que combatir a los racionalistas, ateos, comunistas, homosexuales, añadió.

Una tercera característica es el renacimiento del apostolado, mediante el cual reivindican que, al igual que los 12 apóstoles que tuvo Jesús, e igual que San Pablo, Dios les da el ministerio del apostolado, lo cual significa la autoridad de ser mensajeros directos de Dios.

Entre los neopentecostales hay una tendencia que pone énfasis en la prosperidad económica,  mientras que otra tendencia está más por la búsqueda del poder político y enfatizan la guerra espiritual. Estos han se han constituido en lo que llaman el movimiento de la reforma apostólica.

Este fenómeno se da a partir del año 2000 en toda América, donde están organizados con una estrategia política, han comenzado a penetrar estructuras políticas y coinciden con los valores de sectores y partidos muy conservadores de la derecha en la región y Estados Unidos, señaló el académico.

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