País

¿Cómo enfrentar la crisis que vive el país?

La política social asistencialista, aunque en lo inmediato mitiga el déficit de ingresos, profundiza la dependencia, pasividad y el clientelismo.

Diagnóstico general

La política económica ha profundizado la desigualdad en la distribución del ingreso. Un 20% de la población tiene ingresos crecientes en el sector moderno de la economía, un 80% está estancado o retrocede. No obstante, dentro de este 80% hay fuerzas vivas, mejor educadas, que innovan y transforman poco a poco las fuerzas y culturas locales. Existe un surgimiento en regiones campesinas e indígenas de un nuevo embrión social, una especie de clase “en sí”, que puede mutar en “clase para sÍ”.

La política social asistencialista, aunque en lo inmediato mitiga el déficit de ingresos, profundiza la dependencia, pasividad y el clientelismo.

El sistema institucional tiene más de 300 instituciones con programas que obedecen a intereses clientelares, en muchos casos reiterativos, carentes de coordinación y evaluación, que requieren una reforma institucional para ajustarlos a las necesidades actuales del país.

Este sistema es producto del patrimonialismo propio de los sistemas latinoamericanos. Está centralizado en forma de archipiélago desde la capital, pero carente de coordinaciones regionales y de evaluaciones de resultados, donde no solo no se piden cuentas, sino que impera un alto grado de impunidad.

En cuanto a su política exterior, durante los últimos años el país ha subordinado la importancia de su posición geocomercial a los intereses de los Estados Unidos en vez de aprovecharla, sin comprometer la soberanía nacional, para obtener ventajas en la construcción de una zona económica especial ofrecida por China. Zona que abarcaría Puntarenas, Limón y San Carlos, donde abunda el desempleo y florece el poder narco.

La epidemia del COVID-19

La epidemia del COVID-19 ha golpeado seriamente amplios sectores económicos, generando aceleradamente desempleo. Es una amenaza real, pero al mismo tiempo una oportunidad de evidenciar las fallas sistémicas y promover su transformaciones.

Las políticas públicas centralizadas para enfrentar la epidemia en el campo de la salud han sido, en esta primera etapa, buenas; pero vienen denotando agotamiento progresivo en la medida que se expande la epidemia y se requiere la participación local.

Las políticas económicas han sido poco claras y precisas y no acaban de definirse; mientras que las políticas sociales, como el programa Proteger, no han logrado mantener ni cubrir a la población afectada por falta de financiamiento sostenido.

Las políticas dirigidas sectorialmente a autorizar suspensión de contratos y despidos en el sector privado y recomendar reducción de salarios en el sector público han generado tensiones y confrontaciones entre los sectores, en vez de unidad nacional. Ha estado ausente una propuesta de contribución nacional solidaria proporcional a los ingresos que cimente la unidad nacional.

El carácter centralizado del Estado, la falta de coordinación sectorial, regional y local propio del sistema patrimonialista, donde cada grupo de poder ajusta el funcionamiento institucional a sus intereses, ha hecho insostenible la operación del sistema en las condiciones de pandemia.

Mientras que crece el poder económico y político del narco, que impone su ordenamiento, se erosionan y resquebrajan algunos poderes locales y estructuras institucionales. Al mismo tiempo que la educación sufre un golpe de consecuencias imponderables.

Propuesta

Lo urgente que es controlar la pandemia e impedir que se rompa el ordenamiento institucional no debe hacernos perder la perspectiva de lo verdaderamente importante en el mediano plazo, aunque no sea una tarea inmediata: la reforma del Estado. En este sentido, las soluciones urgentes frente a la crisis deben ir abriendo senderos y demostrando resultados que promuevan los cambios que el país requiere.

Primer paso: descentralizar la acción antipandemia, poniendo en marcha a fondo el sistema informativo Edus de la CCSS, para ordenar y transmitir la información existente por cantón y barrio a los poderes locales u organizaciones locales. Esta información, enriquecida con la que es  generada localmente, debe servir de base a una acción cantonal y local de seguimiento de los focos de contagio, como se ha hecho en Uruguay, Porto Alegre y algunos países de Asia.

Esto implica transferir también, dentro de un protocolo, los recursos de apoyo, como el programa Proteger, en los ámbitos cantonales y locales. Las comunidades conocen mejor las necesidades de sus habitantes. Este primer paso de descentralización con los poderes locales no debe eximirnos de iniciar en San Ramón la recuperación de la mejor experiencia de nacional y regional de organización de salud comunitaria del Hospital sin Paredes. Aunque sea en el ámbito local, mientras se consolida como proyecto piloto que permita formar cuadros para su expansión posterior frente a esta o cualquier otra pandemia que se presente. El concepto de participación con autonomía desde el diagnóstico, en la elaboración del plan, en su ejecución y evaluación, ha sido único por sus resultados. Es una experiencia que abre un sendero de resultados tangibles, mucho más allá de la participación manipulada o “participulación” tipo sacristanías que se promueven como acción de las comunidades.

Segundo: los recursos para atender la pandemia, que es una calamidad pública, deben ser cubiertos por todos los ciudadanos de manera proporcional a sus ingresos. El Estado debe ser reformado, pero no se vale colocar “la carreta delante de los bueyes” alegando que primero hay que reformar el Estado antes de autorizar nuevos impuestos. Lo primero es el financiamiento para evitar el hambre y la desesperación de los desocupados, al mismo tiempo que generar un clima de unidad nacional frente a la desgracia.

La descentralización con responsabilidad y capacidad organizacional es un sendero para un cambio de institucionalidad que promueva la responsabilidad local, el control de resultados sin impunidad que estimule la innovación y creatividad local.

Hay que tener en cuenta el cambio que ha tenido el país en el nivel educativo y de las comunidades rurales y su creciente participación en la vida económica y cultural. Ver las experiencias de los micro beneficios en las zonas cafetaleras y la integración de saberes en Talamanca, así como el crecimiento de las actividades culturales en los cantones.

La banca nacional debe abrir las puertas a las innovaciones en marcha, canalizando en lo inmediato recursos frescos hacia las empresas que han mantenido el empleo y encadenando su actividad con otras empresas regionales y locales, sin limitarse al tipo de personería jurídica. Es preciso enfrentar las urgencias, con criterio de consolidación empresarial al mismo tiempo que se aprovecha la emergencia para abrir senderos a la transferencia de atribuciones ejecutivas a las comunidades organizadas.

Los cambios se producen a través de la actividad organizada que visualiza los resultados y posibilidades. La pandemia es la oportunidad para ejercitar el músculo cívico contra un peligro y al mismo tiempo estimular la larga marcha de la impostergable transformación institucional.

Tercero: retomar simultáneamente en política exterior la tradición de neutralidad, colocando los intereses de Costa Rica primero. En el pasado, tanto en las grandes crisis como la de la guerra contra los filibusteros en 1856, como frente al peligro de vernos involucrados en la guerra centroamericana en la década de los 80, del siglo pasado, supimos hacer valer nuestra posición geoestratégica y por eso salimos adelante. Actualmente, sin tener que entrar en conflicto con los Estados Unidos, no tenemos por qué acatar, en contra de nuestros intereses, los dictados de Trump en su política con China. Debemos negociar con China, interesada en su proyecto la “ruta de la seda”, apoyo para sacar adelante puertos clave, como Limón y Puntarenas, donde estamos perdiendo la soberanía en manos del narcotráfico.

En síntesis

Debemos aprovechar el reto que nos plantea la pandemia para ejercitar y organizar el poder de las comunidades y emprender la superación del patrimonialismo y la construcción progresiva de una república ciudadana que nos abra un espacio en el siglo XXI, más allá de las vetustas dicotomías entre izquierda y derecha.

San Juan de Santa Bárbara, 05 agosto 2020

Ponencia presentada en el conversatorio vía Zoom organizado por el Colegio de Profesionales en Sociología el jueves 13 de agosto 2020, con emisión paralela por Facebook Live de Surcos Live. SURCOS DIGITAL.

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