País El huracán Otto en Upala

Cicatrices al amanecer

Bajo un metro y medio de tierra húmeda, en medio de paredes de cemento que ahora son invisibles, están enterrados los recuerdos de Juan Badilla

Upala, Alajuela- Bajo un metro y medio de tierra húmeda, en medio de unas paredes de cemento que ahora son invisibles, están enterrados los recuerdos de Juan Rafael Badilla Araya.

Dentro de su vivienda, convertida ahora en una playa de lodo, se esconden las fotos de sus hijos y nietos, los muebles que compró con su esposa, la ropa, los trastos, los frutos de una vida y de su trabajo como agricultor.

Todavía, doce horas después de que el ojo de un huracán con ráfagas de 175 kilómetros por hora les pasara por encima con una masa de viento, barro y agua, se ven las ventanas asomando de entre la tierra y el techo atornillado en su sitio (aunque sumergido casi completamente), incluso se observan partes de las paredes; no es mucho, pero le dan la esperanza de que, con alguna maquinaria, pueda sacar de su casa los cientos de metros cúbicos de tierra que sepultaron 15 años de vida en Bijagua de Upala.

Don Juan Rafael no espera demasiado, apenas anhela que los muros le aguanten para seguir dándole a su familia un hogar, pues cree que tuvo mejor suerte que su vecino Dago, de cuya casa solo queda un “planché” de cemento, de lo que hasta hace poco era el piso de su casa.

De momento, dice agradecer por la vida, por haber sobrevivido a la furia de Otto, el primer huracán que atravesó Costa Rica.

También agradece por haberse percatado a tiempo de que la “inofensiva quebrada” que corría por detrás de su casa podía convertirse en su verdugo esa noche.

A las 7 p. m. del jueves 24 de noviembre, la tierra en la que residía Juan Rafael se convirtió en un mar embravecido que se derramó sobre todo el cantón de Upala, anegándolo todo.

Los ríos Zapote, Bijagua, Canalete y Chimurria rebasaron sus cauces, se desbordaron por los patios de los vecinos e irrumpieron en las viviendas, para después tragarse el asfalto de la carretera principal y arrastrar puentes, autos y vidas.

Los vecinos dicen que la corriente se originó con un alud en el cerro Miravalles, que ayudó a formar unas cabezas de agua. “Fue que salió un relleno de allá, entonces el río Bijagua se salió y agarró todo esto”, relata el agricultor mientras su barbilla se levanta con dirección a la montaña y su mano apunta hacia las viviendas destruidas.

“Pudimos salir antes de que se hiciera este relleno, nadie nos dijo que saliéramos, pero como yo conozco la quebrada y estaba llueve y llueve, y ya se estaba metiendo ahí al garaje, entonces yo vi que teníamos que salir”, recordó.

Otros lugareños tuvieron menos tiempo para huir de la zona, pero lograron subir a los techos y resguardarse. Ancianos, adultos, niños y hasta bebés esperaron por horas sobre el zinc, en medio del aguacero, las ráfagas y la oscuridad, pues se cortó la luz eléctrica.

No todos pudieron salvarse. Entre las víctimas mortales que dejó a su paso el huracán Otto, se cuentan vecinos del barrio en el que vive Juan Rafael.

Ahí murieron la maestra Isabel Picado Castro y su hijo Israel Zúñiga Picado, de 11 años. También, Vanessa Argüello Castro y su bebé Bianca Pichardo Arguello, de un año y ocho meses.

Las casas enteras de estas dos familias fueron arrastradas unos 25 metros, hasta unos tanques de tilapias que Otto había convertido en lagos de barro, y en los que -un día después- un grupo de familiares y vecinos escarbaría afanosamente hasta encontrar los cuatro cuerpos de todas las víctimas.

Bianca fue la última en aparecer la mañana del sábado.

Las pérdidas

A unos 15 kilómetros de Bijagua, en el albergue del Colegio Técnico de Upala, Vicky Martínez, vecina de La Real, recuerda con angustia las escenas de la noche anterior cuando –en medio de la oscuridad y el caos- escuchó a sus vecinos Xiomara y Mauricio buscar refugio en el techo de su casa inundada.
Xiomara gritaba desesperada: “mi bebé, mi bebé”, luego de que su niño se le resbalara de las manos mientras Mauricio se lo alcanzaba.

Ese pequeñito de ocho meses se llamaba Dilan Cheves Guerra y fue otra de las víctimas del huracán Otto.

En total, hasta el lunes 29, en esta tragedia se contaban diez personas fallecidas. En Upala, además de las dos madres y sus hijos, murió Juana María Francisca Guerrero Agüero, de 59 años.

Mientras, en Bagaces de Guanacaste, la emergencia enlutó a una familia en la que fallecieron Orlando Obregón Jiménez, de 44 años; su esposa Marisa Alvarado Méndez, de 45, y un hijo identificado como Joseph Gerardo Barboza Alvarado, de 24. También murió Dennis Aurelio Alvarado Méndez, de 37 años.

Para quienes lograron salir con vida, la preocupación ahora es volver a tener algún lugar para vivir, lo necesario para comer y para trabajar.

Todavía se desconoce la cantidad de casas dañadas o destruidas; pero ayer, el Ministerio de Vivienda empezó a hacer la evaluación y promete tener datos preliminares para comienzos de diciembre.

Por ahora, se sabe que Otto afectó a más de 40.000 personas en el país, principalmente en las zonas norte, sur y Caribe. De estas personas, 3.300 se alojan en 34 albergues, mayoritariamente en Upala, donde hay 17 centros, según el último corte de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE).

El viernes, en ese cantón, algunos residentes ya buscaban regresar a sus casas para deshacerse del barro y empezar a recuperar lo que quedó de sus bienes.

Para otros será más difícil, como el caso de José Vinicio Quesada, vecino de El Rosario, cuya vivienda quedo inhabitable, llena de los sedimentos del río Zapote que pasa a unos 50 metros de su patio.

“El río creció a un cauce nunca antes visto”, relata mientras ve hacia la puerta de su casa semienterrada y se encoge de hombros.

El Gobierno se lanzó en pleno a coordinar las respuestas de primer impacto de en todos las zonas afectadas en el país. Abastecer de agua, proveer la electricidad y llevar comida están entre las prioridades.

También, se enfoca en arreglar las vías, cuyos daños se estimaron días atrás en ¢4.734 millones. Según el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT), de los 334 puntos afectados, el 93% ya habían sido habilitados.

El Ministerio de Educación Pública (MEP) procura que los estudiantes vuelvan a lecciones, lo cual todavía no se ha logrado en 305 centros con problemas de acceso.

Las labores para levantar al país incluyen prevención de enfermedades como el virus del dengue, por lo cual se realizan fumigaciones en varias localidades.

Incluso los animales están en el centro de la atención. No solo las 360.000 cabezas de ganado de 10.000 fincas vulnerables, sino las 150 mascotas atendidas, entre perros y gatos, a las cuales se les ha dado atención veterinaria y alimentos.

Poco a poco, el país busca recuperarse del impacto causado por ese primer huracán que, con previo avisó, embistió al país. También, poco a poco, don Juan Rafael Badilla va desenterrando los recuerdos y pertenencias que le amanecieron enterradas junto a su casa en Bijagua.

 

 

 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido