País

Cariari: una muestra de cómo la exclusión rural eleva la volatilidad partidaria

Tesis analiza al territorio limonense que se inclinó por el Frente Amplio en primera vuelta de 2014, por el PAC en esa segunda ronda y que en 2018 favoreció a Fabricio Alvarado, en una acentuada búsqueda de opciones electorales que respondan al descontento de las partes más desfavorecidas del país. Nada que se haya superado para los comicios del 2022.

El 8 de mayo del 2018, cientos de habitantes del distrito Cariari, en el cantón Pococí de Limón, vieron probablemente por televisión o Internet la investidura presidencial de Carlos Alvarado y experimentaron una distancia política mayor a los 112 kilómetros de carretera entre ese mundo rural que se percibe abandonado frente al San José donde habita el poder mayor.

Alvarado, candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC) en las atolondradas elecciones del 2018, resultó ganador en la segunda vuelta por la suma nacional de los votos frente a Fabricio Alvarado, el candidato evangélico que compitió con el Partido Restauración Nacional (PRN) y que resultó favorito para los votantes de este distrito caribeño gestado en medio de plantaciones de banano, donde viven casi 40.000 personas.

Del otro lado del cerro Zurquí quedaba consumada la voluntad electoral mayoritaria del país después de una campaña larga y cambiante que reflejó las consecuencias del “shock religioso” señalado por los expertos, sí, pero que resaltó también la existencia de realidades territoriales distintas escondidas por debajo de la generalización, de los totales o de los promedios nacionales hechos en el centro del país.

Algunas de esas realidades particulares las reflejaba Cariari de Pococí, un distrito que representa bien la alta volatilidad de las preferencias electorales, acentuada en las regiones rurales y de menor desarrollo donde las explicaciones pasan por un gran elemento común, el hambre: hambre de cambio, hambre de sentirse involucradas por el poder central, hambre de percibirse correspondidas con la acción política en las urnas.

“El panorama ante las elecciones del 2022, con la amplia oferta y el descontento popular, ofrece de nuevo la idea de cambiar a algo nuevo. Quizás se ha acrecentado ese anhelo por ese malestar con el partido oficialista y los casos de corrupción que tocan a instituciones cercanas a las comunidades, como los alcaldes. En los ambientes rurales se instala además esa idea de las dos Costa Rica, con brechas sociales que pueden haber aumentado. La sensación de abandono sigue teniendo peso en esos territorios”. Sharon Camacho. Geógrafa, autora de investigación.

Por eso la geógrafa Sharon Camacho Sánchez, de la Universidad de Costa Rica, puso la mirada profunda sobre su distrito natal donde votan 27.000 electores. Con la experiencia recogida en el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP), revisó datos electorales recientes, aplicó una encuesta, hizo entrevistas a profundidad y analizó los datos en el contexto de construcción del espacio social que permite la mirada geográfica. Esto con el objetivo de observar y explicar el comportamiento de Cariari y la fuerte volatilidad que lo llevó a apoyar en la primera vuelta de 2014 al partido de izquierda Frente Amplio y en 2018 al conservador religioso Restauración Nacional, ambas opciones distintas de la que finalmente se impuso en la segunda ronda en ambos procesos electorales, el PAC. Un año después, solo un 2% del electorado de Cariari se decía seguidor de Restauración.

La tesis de Camacho se titula “Volatilidad electoral rural con perspectiva territorial: El caso de los distritos electorales de Cariari, para las elecciones en primera y segunda ronda, de 2014 y 2018. Pococí, Limón. Costa Rica” y recibió mención de honor en el premio Fernando Soto Harrison, un reconocimiento impulsado por el abogado y diplomático fallecido en 2006 para estimular investigaciones de estudiantes en Ciencias Sociales.

“La volatilidad que ha presentado el distrito Cariari tiene una misma base; el descontento y el enojo derivado de las percepciones de abandono y desigualdad de los territorios rurales por parte del Estado. Las desigualdades territoriales que caracterizan a los territorios despojados conllevan también el desapego hacia las lealtades partidarias y una importante incredulidad hacia el Estado (canalizado en su mayoría hacia el gobierno de turno)”, escribió la geógrafa en su documento final de graduación de licenciatura en la UCR, con la asesoría de la colega investigadora Tania Rodríguez y los politólogos Alberto Cortés y Ronald Alfaro.

Valor actual

Ahora, avanzada la campaña hacia las elecciones de febrero del 2022 y ensanchada la desigualdad social después del golpe agravado de la pandemia sobre la población más vulnerable, cobra relevancia el historial de las comunidades de Cariari de buscar saciar el hambre de una opción política que dé soluciones o esperanza. Esta búsqueda ayuda a explicar por qué el respaldo a candidatos como José María Villalta en la primera vuelta del 2014, Luis Guillermo Solís en esa segunda ronda o Fabricio Alvarado en el 2018, cuando la discusión de tipo religioso ayudó a visibilizarlo y a aprovechar un contexto favorable por el fuerte arraigo de iglesias en esa zona.

Esa variabilidad, sin embargo, es mayor si se consideran los años previos, los segundos lugares en las elecciones en ese territorio o el desglose entre los nueve distritos electorales que lo conformaron en los procesos del 2014 y 2018: Campo Kennedy, Campo Cinco, Los Ángeles, Campo Dos, Cuatro Esquinas, El Ceibo, Astua Pirie y Progreso, advierte el estudio. Son comunidades donde la pobreza alcanzaba casi a 4 de cada 10 hogares, según las mediciones recientes al momento de la entrega de la investigación, pero es probable que haya aumentado tras el 2020 pandémico.

“En el 2014 la mayoría del electorado del distrito apoyó al PFA en primera ronda y al PAC en la segunda. El apoyo partidario de los distritos electorales tuvo mayor fragmentación, a pesar de que el valor agregado muestra que la mayoría de votos los canalizó el PFA, este partido solo ganó 5 de 9 centros de votación; otros partidos como el PLN (Liberación Nacional), el PML (Movimiento Libertario, con Otto Guevara), obtuvieron también mayoría de apoyo en algún distrito electoral. En el 2018 los votos fueron canalizados principalmente por el PRN, seguido el PLN y el PIN (Integración Nacional, con Juan Diego Castro como candidato presidencial)”, al margen del resultado nacional en abril a favor del PAC, con especial apoyo de los centros urbanos y del Valle Central.

Esta es la búsqueda que parece desesperada por una oferta electoral. “El deseo de un cambio y el peso de las propuestas de los candidatos y partidos políticos en estos territorios tienen como base la percepción de abandono por parte del Estado en general y un enojo con lo de afuera, con la ciudad como canalizadora de la intervención estatal; que finalmente conduce a lo que se denominaría un voto de descontento y decepción. En este sentido, es importante el vínculo de este hallazgo con las características y dinámicas históricas” de Cariari.

Abandono

Estas condiciones son las que configuran el “despojo”, el concepto ya estudiado en la teoría con el cual la investigadora refleja los resultados de la manera en que se ha desarrollado Cariari, después de surgir a raíz de las grandes compañías bananeras de principios del siglo XX y del impulso estatal para posesión de tierras de mitad del siglo. Se refiere a dinámicas de dominación, subordinación y explotación que limitan la capacidad de individuos y comunidades de decidir sobre sus medios de sustento y sus formas de vida, más allá de lo material, todo en un contexto de desigualdad y en contraste con otras realidades más favorables.

Esta sensación de abandono desde el Estado central permite entender por qué un año después un 63% de los ciudadanos de Cariari mencionó que el gobierno nacional es poco o nada importante para sus comunidades, donde la principal amenaza es la presencia de la droga y el narcotráfico que amenazan la tranquilidad habitual, la mayor ventaja de vivir allí, señalaron en la encuesta.

Es decir, que después de probar con distintas banderas, da igual el partido que se coloque en el Gobierno para efectos de resolver las demandas de la población, en las que desde 2019 mencionaba el ataque a la corrupción y dos años antes de que este problema se posicionara como el prioritario en todo el país (Encuesta CIEP de noviembre 2021).

Los ejes transversales que consolidaron el deseo del cambio fueron la corrupción y la percepción de abandono de las zonas rurales, reconociéndose como territorios despojados. Es otras palabras, la volatilidad o el cambio hacia otros partidos del 2014 al 2018, tomando en cuenta que el electorado de estos centros de votación apoyó a partidos con posicionamientos ideológicos opuestos, estuvo mediado por un voto de enojo y descontento de manera indiferenciada. Por ende, el respaldo de estos electores hacia los partidos FA y PAC en 2014 y para el PRN en 2018 (además de otros partidos con fuerte presencia en los distritos como el ML y PIN) fue canalizada por los candidatos que lograron proyectar una imagen de capacidad de gestión de un gobierno transparente (anticorrupción) y cercano a las comunidades”, concluye la investigación.

Esa oferta no se ha materializado en soluciones y permite ver el desgaste de la credibilidad y la simpatía partidaria. Pasadas las elecciones del 2028 más del 70% afirmaba no simpatizar con ningún partido político. En cambio, al consultárseles por participación política en organizaciones, los grupos religiosos salieron mencionados por encima del resto, con un 35%; seguidos por las organizaciones comunales, con 18%, de acuerdo con los datos de la encuesta aplicada por la investigadora Camacho.

La religión, un vehículo

De esta manera se comprende el impulso que recibió el candidato Fabricio Alvarado, quien sin proceder de plataformas políticas tradicionales logró visibilizarse por sus posiciones contra la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) favorable al matrimonio entre personas del mismo sexo. “Este evento, se cataloga como el punto fundamental que dio a conocer al candidato (…), pero no como la explicación principal de los resultados de la elección. En su lugar, a partir de esta investigación se explica este comportamiento desde las dinámicas de despojo que caracterizan estos territorios, en las que las agrupaciones religiosas desarrollan un rol fundamental, que, a la vez, funcionaron como el escenario que facilitó a Alvarado capitalizar el descontento y el deseo del cambio del electorado”, concluyó Camacho.

En el momento, señala la autora, los requerimientos morales trasladados al campo político le permitieron a Fabricio Alvarado verse diferenciado de las demás opciones como un político con menos posibilidades de participar de la corrupción de política nacional; además, de que se iba a comprometer con las propuestas que realizó en su plan de gobierno, de acuerdo con las respuestas que le brindaron los electores.

“Uno como cristiano pensó que, con Fabricio, tenía toda la fe de que como él es un hijo de Dios iba a hacer las cosas correctamente, pero igual la corrupción cuesta mucho. Por lo menos si pensamos que le iba a ayudar más al país”, justificó un lugareño identificado como José en una entrevista a profundidad en marzo del 2020, después de las elecciones municipales en las que tuvieron malos resultados el PRN y Nueva República, la nueva casa de Fabricio Alvarado, con la que ahora compite de nuevo por la Presidencia.

El alcalde del cantón Pococí que resultó ganador en febrero del 2020 fue Manuel Hernández, un exdiputado del Movimiento Libertario que compitió por el gobierno local con una agrupación cantonal llamada Recuperando Valores, sin relación con PRN ni Nueva República, ni ninguna de las que ha recibido el favor electoral en los distintos momentos de la última década.

Frente a las acciones de las agrupaciones políticas y la labor de las iglesias que cubre algunas áreas desprotegidas por el Estado, se agrega la desorganización comunal, señalada como el segundo problema de las comunidades, después de las drogas. Esta se relaciona con el decaimiento del interés de la población por involucrarse en grupos comunales para trabajar por el desarrollo de espacios públicos, además de la dificultad de identificar liderazgos en esas agrupaciones.

“Existe una opinión generalizada de que la organización comunal ha cambiado en comparación con el pasado en estos territorios, en la que persiste la idea de la corrupción política, centrada en que las personas que en la actualidad dicen trabajar e involucrarse en grupos comunales o partidos políticos, por ejemplo, lo hacen bajo intereses propios”, identificó la investigadora, estudiante de la Maestría en Ciencias Políticas de la UCR.

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