País

Alvarado señala tres urgencias del Bicentenario en la fecha sin festejo

En un sencillo acto oficial y marcado por el momento de la pandemia, el mandatario en su último discurso de 15 de Setiembre pide a diputados tres tareas antes de dejar el poder: plan de ajuste fiscal ligado al acuerdo con el FMI, prohibir por ley exploración petrolera y dar conectividad a estudiantes para mejorar educación de nuevas generaciones 

En el mismo sitio donde en 1921 el presidente Julio Acosta celebraba el centenario de la Independencia apenas pasada la dictadura de los Tinoco, con los perjuicios de la I Guerra Mundial y de la pandemia de la ‘gripe española’, el presidente Carlos Alvarado conmemoró este miércoles el bicentenario con el reconocimiento del momento “absolutamente difícil” que marca lo que se suponía iba a ser una fiesta similar al “jolgorio nacional” de un siglo atrás.

Sin posibilidad de desfiles ni otros actos masivos por la pandemia de COVID-19, el centro de la celebración nacional fue el acto oficial de celebración del Bicentenario, que ocupó la plazoleta frente al Teatro Nacional y parte de la avenida segunda en San José, sobre cuyo pavimento se instalaron las sillas para que obispos, diputados, ministros y diplomáticos escucharan los discursos y tararearan los himnos de la fecha siguiendo a la Orquesta Sinfónica Juvenil.

Ahí, después de haber hecho la ofrenda acostumbrada en el Monumento Nacional con la notable ausencia del embajador de Nicaragua, Alvarado hizo el discurso lento e improvisado que quizás soñó diferente cuando entró al poder anunciando el inicio del “gobierno del Bicentenario”. Consciente de estar dando su último mensaje presidencial en fecha de Independencia y del desgaste político que acusa, hizo un recuento histórico en torno a la capacidad de Costa Rica se sobreponerse a los problemas y cerró lanzando tres deseos principales que siquiera dejar concretados antes de dejar el mando: la conectividad de estudiantes como primer paso ante las urgencias en educación, el plan de estabilidad fiscal y la prohibición por ley de la exploración petrolera. 

“No quiero dejar una hipoteca a la próxima generación”, dijo uno de los pocos segundos en que se salió de su estilo monótono y reflexivo. La frase no es nueva; ya ha usado esa figura e incluso ha dicho que en 2018 recibió al país ya hipotecado, por lo que ha tenido que emprender esfuerzos como el plan fiscal para atender las necesidades del Estado y ahora la agenda de ajuste vinculada al acuerdo con el Fondo Monetaria Internacional (FMI).

Su problema es que nada depende de él, menos aún cuando quedan solo ocho meses de su retorno a las llanuras. El poder en esos tres deseos los tienen los diputados que esta mañana lo escuchaban sentados en las sillas desplegadas sobre el pavimento bajo el cielo que no era límpido ni azul pero sí radiante. Los sombreros, las gafas de sol y las mascarillas anti COVID-19 apenas dejaban identificar a los invitados especiales, rodeados de algunas decenas de ciudadanos de a pie que observaban por fuera del cordón amarillo. “Pensé que iba a ser más bonito”, dijo Yorleny Arce, quien llevó con sus hijos escolares prometiéndoles que era algo muy importante y elegante.

Ahí, en mitad de la avenida estaba también el presidente del Banco Central, Rodrigo Cubero. Esta sentado frente al edificio del Ministerio de Hacienda, en la parte más soleada, mientras los diplomáticos escuchaban desde el costado sur del Teatro, sombreados y entretenidos con su teléfono celular, la mayoría.  Oyeron el discurso del alcalde capitalino, Johnny Araya, exaltando a la ciudad San José y recordando los anhelos afrancesados de la ciudad que se cruzaron con el acervo criollo en el aporte al proceso de construcción del Estado después de 1821. También oyeron a la ministra de Cultura y su mensaje sobre la diversidad en conformación del país y al niño Keyleb Hidalgo, estudiante de la escuela España, que pudo alcanzar el micrófono gracias a la silla de plástico verde que le improvisaron para completar su estatura. Habló de valores y de un futuro optimista para su generación.

Porque algo de emoción si hubo. También se vio en los ojos llorosos de una maestra cuando escuchó la Patriótica Costarricense interpretada por la Sinfónica Juvenil. O en la voz del Presidente cuando acabó su discurso con un grito de “viva Costa Rica”. O en la cara alegra de los niños al ver acabada la celebración que no fue tal. Uno de ellos se quejó de que todo se le hizo más largo que una misa de los domingos. 

El periodista Édgar Silva, maestro de ceremonias, dio por acabada la agenda y la señora Yorleny no tardó en llevarse los niños y empezar a caminar porque tenía cosas en el trabajo. Un siglo atrás habría disfrutado de los cinco días de asueto que dio Julio Acosta, pero esta vez ni siquiera hubo feriado en el propio día.

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