Opinión

 El viejo camino a Carrillo por el Bajo de la Hondura

Por obra de la casualidad coincidí con el Dr. Manuel María Murillo, en el restaurante que hoy se aloja en la vieja casona de  veraneo

Por obra de la casualidad coincidí con el Dr. Manuel María Murillo, en el restaurante que hoy se aloja en la vieja casona de  veraneo de los cafetaleros  Tournón, en San Isidro de Heredia. Me unen gratos recuerdos por haber sido mi profesor de Ecología, allá por 1963 y por una distante relación familiar con mi  esposa, por medio de su padre, don Manuel Murillo, funcionario de la vieja, única y ya desaparecida biblioteca de la Universidad de Costa Rica, de hace medio siglo atrás.

En un breve apartado entre platillos, por cierto de muy buena cuchara, evoqué una gira de estudio con el grupo del Profesor Murillo –todavía no doctorado- por el viejo camino o calzada de piedra que arrancaba en San Jerónimo de Moravia, continuaba por el Alto de la Palma y se internaba bosque adentro, bordeando el río de la Hondura.  El camino carretero terminaba en el desaparecido poblado de Carrillo, ya en las llanuras del Atlántico, en la margen derecha del río Sucio.    Recuerdo  que  en una vieja lechería, en la cerca  había una tabla con una flecha  que indicaba la distancia a Limón (verdad o mentira, nunca se sabrá), pero allá en el Bajo,  encontramos un puente metálico, parcialmente herrumbrado y hasta allí llegaron los arrestos expedicionarios del grupo de Ecología.

Muchos años más tarde, la curiosidad me llevó a indagar sobre el origen de esa calzada de piedra, transitada durante 10 años de 1882 a 1892, mientras entró en funcionamiento el ferrocarril al Atlántico por la ruta que bordeaba el río Reventazón.  Lo cierto es que a Minor C. Keith, había llevado la línea férrea hasta el río Sucio, ya en las llanuras del norte, pero la fuerte pendiente para superar la cordillera Volcánica Central  fue un obstáculo para el paso del ferrocarril hacia el Valle Central. Había entonces un ferrocarril que se extendía desde Puerto Limón a Río Sucio, específicamente a Carrillo, tal  vez con un recorrido cercano a los 160 km,  pero desconectado con el interior  del país, cual era el propósito de la contratación de  esa vía férrea. Resultó que mientras Mr. Keith batallaba con  la vía  férrea que ascendía  por la margen izquierda del  río Reventazón, el gobierno realizó un contrato carretero  y en relativamente poco tiempo después, tal vez algo más de un año logró conectar el Valle Central con el poblado de Carrillo, contiguo al río Sucio,  que era la terminal ferroviaria en su intento de ascender  hacia el  interior  del país.  Carrillo contaba, naturalmente,   con una aduana, el puente metálico que atravesaba el río Sucio,   y un poblado de regular tamaño, tal vez 40 o 50 casas, y facilidades de alojamiento.

Debo resaltar dos cosas sobre esa carretera.  La primera, los métodos rudimentarios de construcción, pero con empeño, pico y pala, logra construirse una carretera; y lo otro, que se realizara en muy corto tiempo, tal vez poco más de 1 año para cubrir esa distancia, que podría ser de unos 40 km. (Nota: con toda la plata, toda la tecnología la  maquinaria, las  carreteras a San Ramón y la de  San Carlos, ya cumplen décadas y no se terminan).

Tal vez el estudio más sugestivo y bien  documentado se deba a  Luko  Hilje,  profesor de la UCR, que con amena prosa histórica evoca esta epopeya, que debiera ser más conocida y tiene tantos elementos de aventura que bien pudiera ser  llevada al cine. Recomiendo esa lectura, que fácilmente se consigue en Internet:  ElPais.com, Luko Hilje: el camino a Carrillo por el bajo de la Hondura.  Como dato curioso,  Luko quedó prendado de la naturaleza e interés por  dicha vía, también por una excursión de Ecología con el Profesor Sergio Salas (QEPD), varios años después  Por dicha calzada, que era amplia y a por lo que he podido ver en visita del año pasado, se encuentra en buen estado de conservación hasta el Alto de la Palma, mientras genios impíos no la asfalten o destruyan el empedrado. Por allí transitaban carretas, cargadas de café en un sentido y productos de importación en el otro. Pero además de las largas filas de carretas, se describe un servicio de  “diligencias” para los viajeros y facilidades de hospedaje o comida,  a lo largo de la vía.   Fue por tanto,  un activo camino transitable todo el año, mientras la vía férrea  por el Reventazón avanzaba hacia el interior del país. Luego de esos 10 años de operación, la vía decayó en favor del ferrocarril, pero todavía cuenta Wilfrido Rojas, geólogo de la UCR, que en Atenas vivió un familiar del “liniero” que cuidaba los postes y los alambres del telégrafo,  contiguo a dicha calzada hasta Carrillo y los otros poblados de la vertiente caribe del país.  Valdría la pena un movimiento nacional para recopilar toda la información atinente a este connotado logro de la voluntad de nuestros antepasados por lograr la comunicación con el mar Caribe y el mundo.

Volviendo a la breve conversación con Manuel María y para cerrar este relato, el comentario de despida fue que,  esa vieja ruta bien podría ser una valiosa alternativa al paso del Zurquí (ruta 32) hacia el Caribe.  Al menos, pienso que esta epopeya que debe ser recordada, amerita un museo en San Jerónimo de Moravia,  y lo que queda de la calzada debería ser declarado patrimonio nacional.

 

 

 

 

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