Opinión Pensamiento mágico

Usted me enferma

Usted me enferma. Su presencia me enferma; cuando me habla, me enferma y, si me da la mano, me enferma más.

Usted me enferma. Su presencia me enferma; cuando me habla, me enferma y, si me da la mano, me enferma más. Su consuelo es que usted me enferma también. En realidad, todos nos enfermamos mutuamente, pero no se nota. Nuestro hálito lanza bacterias; estas ambulan alegremente en nuestros dedos y las compartimos cuando estrechamos las manos de otros (por esto es más sano el saludo juvenil de chocar solo los nudillos).

Las bacterias y los virus viajan por todas partes y entran en nosotros, pero casi siempre los rechaza nuestro sistema inmunitario (no “sistema inmunológico”). En general, vivimos sanos, excepto si hemos contraído una enfermedad crónica (alergia) o una lesión física (hernia).

Así pues, hemos contraído muchas enfermedades –como el cáncer y la tuberculosis– y seguiremos contrayéndolas hasta nuestra muerte. Lo bueno es que tales enfermedades se quedaron en su inicios (pródromos). Solo los muertos están completamente sanos.

Un principio médico exalta la “vis medicatrix naturae” (la fuerza curadora de la naturaleza). Esta es una tesis científica, materialista, y rechaza la creencia en “milagros” porque toda curación es espontánea (autocuración) o médica (inducida por la ciencia).

¿Puede la mente curar al cuerpo? Sí, puede en ciertos casos y hasta cierto punto. Las técnicas de meditación –como las del yoga– reducen el ritmo cardiaco y aumentan la generación de hormonas (células) que bajan la tensión psicológica.

Experimentos hechos con yogas dan sorprendentes resultados: un caso es el de Matthieu Ricard, monje budista francés y microbiólogo. Sometido Ricard a un examen cerebral en la Universidad de Wisconsin, se encontró que, al meditar, sus emociones positivas rompieron todas las previsiones científicas. Lo llaman “el hombre más feliz del mundo”. Este caso puede consultarse en Internet. Aparentemente, los yogas controlan ciertas vísceras estimulando una fibra nerviosa poco conocida que une la corteza prefrontal del cerebro (del pensamiento) con el sistema subcortical de la emoción (Mario Bunge: Filosofía para médicos, p. 156).

La mente también puede bajar los síntomas adversos si el paciente recibe un placebo (una pastilla inane) y cree que es una medicina. Engañado, el cerebro elabora endorfinas, moléculas que reducen la percepción del dolor y crean sensaciones de placer (como las drogas).

No hay “curaciones mágicas” ni “milagrosas”: todo está en el cuerpo y en la mente (= emergencia del cerebro). En cambio, el pensamiento mágico puede ser mortal, como le ocurrió a Steve Jobs: engañado por “curaciones naturales”, abandonó tratamientos científicos contra un cáncer, pero los retomó cuando era demasiado tarde.

El pensamiento mágico engaña y mata. Cuesta adquirir el conocimiento científico; en cambio, la ignorancia ya la traemos puesta. Subamos al tren de las ciencias en vez quedarnos en la estación fumando metafísica.

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