Opinión

Una víbora anida en nuestra casa

Como sí se tratara de una víbora que todos conocemos y nos sentimos inmunes a su veneno, la actual pandemia de la COVID-19 facilitó los peligrosísimos pasos que venimos dando desde hace más de tres décadas, gracias a una especie de una nueva “raza” que no pierde el tiempo en domesticarnos, bajo presuntos “liderazgos” parlamentarios, judiciales o profesionales, al mejor estilo de un viejo Führer de nuevo cuño.

En la Alemania del Führer la autoridad y control sobre los ciudadanos se ejercían por   instituciones y organizaciones del régimen incuestionables, bajo paradigmas falsos convertidos en verdad a fuerza de repetición por los medios de comunicación, estructura partidaria o profesionales a tiempo completo. ¡Ay, quien se atreviera a cuestionarlas!

No estoy hablando de la denominada “dictadura sanitaria”. Tranquilidad. Solo me pregunto si es “normal” que algún nieto o hijo padezcan hambre, porque a fulano se le despide por no vacunarse, o no pueda entrar al cine si no porta el tal código QR. ¿Por qué dejan abierta la duda de que este empadronamiento oficial en un futuro no se transformará en una especie UPAV, pues ya hubo un intento en serio de recolectar información de los ciudadanos? Como costarricense no tuve acceso a los términos de los contratos con los fabricantes de vacunas, ni a los precios de los inyectables y, si la inmunización alcanzada por mi organismo impedirá que infecte asintomáticamente al de la par, con toda y mascarilla. Si el suscrito está vacunado contra la COVID-19 e infectó a otra persona inmunizada, y este fallece, cuál es la responsabilidad civil del Estado, que al tenor de la pandemia desconoció importante normativa relacionada con la Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO. Digo, además, para evitar malentendidos, que el patrono tiene libertad de despido en nuestro país; con mucha más razón el despido es sin responsabilidad laboral en caso de que me niegue a tener el código sanitario y el documento de vacunación, pues esta nueva “raza” prioriza el “bien común”. Pero dicho bien común, con tantas reformas económicas, no existe como lo concibió la norma constitucional original. Incluso, en nombre del “bien común”, no hemos tenido la oportunidad de analizar la importante legislación contenidas en el Pacto de San José, la Declaración de Helsinki, el Código de Nuremberg, el Pacto Internacional de Derechos Sociales y Económicos, al calor, repito, de las circunstancias creadas por la pandemia.

Traigo a colación el encierro, la vacunación obligatoria, las prerrogativas constitucionales dadas a la policía administrativa, entre otras, en relación con la COVID-19, porque está más a mano; pero este proceso no es nuevo. El periódico La Nación anunció recientemente que toda prueba obtenida bajo tortura, que beneficie a la víctima, sería válida en juicio, como sí los torturadores no fueran profesionales especializados para no dejar rastros del maltrato. Cambian la doctrina jurídica sobre la violación sexual y no genera ninguna discusión, a excepción de una magistrada que no tuvo temor de contrariar a la mayoría aplastante.

El control de está “raza” sobre la esfera privada alcanzó tal extremo que debe caer todo el peso de la ley penal sobre quien se retire el condón sin consentimiento de la pareja, en lugar de educar, formar y trasladar valores integralmente a las personas, independientemente de si es varón o mujer. Esas son algunas de las “profundas” discusiones entre quienes les pagamos una curul durante cuatro años, damos gasolina gratis, chofer y edificios de primer mundo. En esta discusión sobre el condón debería haber un peritaje que enriquezca estos ingentes esfuerzos parlamentarios, tal vez sobre aspectos como beneficios psicológicos por el color del preservativo, su tamaño, o si este  anticonceptivo  es de látex o piel de algún pobre cordero. ¡No se ría, por favor, lo digo en serio!

Pareciera que el libraco Mein Kampf  (Mi Lucha) en este momento, cuando   la humanidad se debate entre dudas e incertidumbre por su futuro incierto, nunca llevaron a la práctica con tanto esmero el control sobre las masas, obligadas a obedecer sí o sí, y los “iluminados” por “seres superiores”, nacidos para ser obedecidos, tengan razón o nos  disfracen sus reales intenciones.

Para nuestra víbora Clorito Picado no desarrolló antídoto. ¡Cuidado!

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