Opinión

Una Asamblea Legislativa secuestrada

Solemos pensar que vivimos en una democracia ejemplar, y en términos generales así es

Solemos pensar que vivimos en una democracia ejemplar,  y en términos generales así es.  Sin embargo, situaciones que se viven en la Asamblea Legislativa nos hacen cuestionarnos seriamente sobre  la prevalencia de un espíritu realmente democrático en el primer poder de la República.  El avance de muchos de los proyectos de ley en la Asamblea es víctima constante de un reglamento legislativo anacrónico e ineficiente, que les permite a los diputados obstruir, bloquear e impedir la aprobación de proyectos y el desarrollo de un proceso democrático de votación.

Nadie discute la importancia de la  pluralidad ideológica y de opiniones en el Congreso, del derecho que tiene todo diputado de defender sus puntos de vista y  dejar claras sus posiciones, de  discusiones profundas y apasionadas sobre los distintos temas, todo eso beneficia las propuestas y enriquece la vida democrática.  Lo que no se vale bajo ninguna circunstancia es que se impida la votación de los proyectos, atrasando indefinidamente su votación, o llenándolos de mociones para evitar que se vote.  Esos actos constituyen una negación completa del espíritu democrático, porque es inadmisible que la voluntad de  una mayoría sea suprimida por uno o unos pocos con prácticas obstruccionistas.  Una vez concluido el debate y la discusión de un proyecto,  lo que debería seguir  es la votación y la aplicación del criterio de mayoría y la aceptación de su decisión. Parece que algunos diputados  desconocen  o no quieren aceptar este principio básico de la democracia.

El diputado Otto Guevara es el principal exponente de esta actitud antidemocrática, tanto, que se enorgullece de ese denominado “filibusterismo legislativo” y de su habilidad para atrasar y bloquear proyectos. Ha dicho este diputado que él puede dar clases de filibusterismo y que lo que se ha dado hasta ahora es apenas un “calentamiento” para lo que viene.  Lo que don Otto parece olvidar es que su salario lo pagamos todos los costarricenses, y que aunque le duela, él  es tan solo un servidor público más.  Con su actitud, don Otto se burla de todos nosotros y cuando canta “Imagine” en las sesiones legislativas para atrasar o boicotear la aprobación de proyectos, le está robando la plata al pueblo de Costa Rica,   “metiéndole la mano al bolsillo de los costarricenses” y quitándole su dinero.  A don Otto le pagamos para que analice y produzca leyes en un marco de democracia, en forma eficiente y ágil, no para que bloquee sistemáticamente  los proyectos que no respondan a su ideología liberal.

Pero el obstruccionismo filibustero viene no solo de don Otto, diputados de otras fracciones, por ejemplo del bloque cristiano, han amenazado reiteradamente con paralizar y obstruir proyectos de múltiples maneras, dado que  no responden a su línea ideológica religiosa. Del  mismo modo, otras fracciones legislativas también han incurrido reiteradamente en este tipo de prácticas antidemocráticas.

Muchos dirán que todo eso  es legal, y que el reglamento legislativo lo permite, pero no siempre lo legal es ético ni mucho menos patriótico, y este sin duda es uno de esos casos. Mientras estas prácticas y actitudes prevalezcan, la Asamblea Legislativa estará   secuestrada por unos pocos. No puede existir democracia en una instancia legislativa  cuando no se permite la votación libre de los proyectos de ley. Mucho debe  mejorarse,   la  reforma al reglamento legislativo en primera línea, pero sobre debe cambiar la conciencia y la honestidad en nuestros diputados para verdaderamente proceder con respeto y tolerancia hacia  los criterios y opiniones de los otros diputados y partidos, y aceptar,  como rige en toda democracia, que al final  la mayoría manda.

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