Opinión

Un S.O.S por Corcovado

El Parque Nacional Corcovado representa un tesoro natural invaluable y un legado indiscutible para las futuras generaciones. Llegar a Corcovado significa ponerse en contacto con otra dimensión de la naturaleza: bosques primarios o secundarios con árboles enormes, una fauna que todavía da la posibilidad de observar a jaguares, pumas, dantas, zainos, monos, cocodrilos, tortugas, lapas y demás. Con un clima húmedo y cálido que envuelve una exuberante naturaleza, el parque es todavía lo más cercano que se pueda experimentar a una gran aventura natural como las vividas por los primeros exploradores de esos territorios, muchas décadas atrás.

Se ha estimado que el sitio contiene el 2.5% de la biodiversidad mundial, algo que debería llenarnos de profundo orgullo y movernos a preservar a toda costa este patrimonio de la humanidad, aún no declarado oficialmente. Por otra parte, no puede desconocerse que la existencia de esa riqueza biológica, ecológica y paisajística ha dado origen a un polo turístico en los alrededores del parque nacional, que ha permitido a comunidades y empresas locales integrarse a las actividades de conservación del parque, y desarrollar formas de subsistencia y de crecimiento económico en armonía con el medio.

Lamentablemente, todo este paraíso natural está en estos momentos severamente amenazado por la cacería ilegal, la extracción de oro, la deforestación y el narcotráfico. Estudios recientes señalan una disminución significativa de algunas especies indicadoras de fauna silvestre (las que reflejan el estado general del ecosistema), como es el caso de los jaguares, que hacen prever que, de continuar esa tendencia, a mediano plazo podríamos llegar a una condición extrema de tener un parque nacional vacío, sin animales o con muy pocos de ellos. Por otra parte, actividades como la extracción ilegal de oro o la deforestación, ocasionan cambios geomorfológicos, erosión de suelos y pérdida de biodiversidad, que también afectan significativamente al parque y, por ende, impacta negativamente al turismo en la zona, el cual depende en gran medida de ese parque nacional.

Hay que decirlo con toda claridad y honestidad: Corcovado está en vías de extinción. De no haber un cambio radical y urgente en la atención que el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) brinda a este parque, Corcovado podría desaparecer, al menos como lo hemos conocido hasta ahora. Es urgente, entre otras cosas, un mayor control y protección, con recurso humano y técnico capacitado para estas labores.

Pregonamos al mundo que somos un país conservacionista y protector del ambiente, pero abandonamos una de nuestras joyas ecológicas, como es Corcovado, permitiéndole que llegue cerca de una ruta de deterioro y eventual destrucción, posición que no es aceptable ni coherente.

Es cierto que estamos en épocas difíciles, en tiempos de pandemia, experimentando importantes recortes y limitaciones presupuestarias, pero eso no puede ser excusa para no atender adecuadamente al Parque Nacional Corcovado. Hay un imperativo ecológico, ético y socio-económico que obliga a actuar. Al Minae y al Sistema Nacional de Áreas de conservación (SINAC), los instamos respetuosamente a asumir su responsabilidad como jerarca ambiental y administrador de las áreas silvestres protegidas, respectivamente. No valen excusas, hay mucho en juego, tanto para las actuales como las futuras generaciones. Deben buscarse y asignarse los recursos necesarios para salvar a Corcovado de su senda de deterioro y destrucción. En ese sentido, una declaratoria de emergencia nacional permitiría recaudar o direccionar los recursos necesarios para atender esta situación.

Costarricenses, el nombre de nuestro país hace honor a nuestra gran riqueza natural. Corcovado es sin duda, uno de los sitios más representativos de esa riqueza. En los años setenta, un extranjero, de nombre Nicolás Wessberg, entregó su vida luchando por defender esa zona y promover la creación del parque. Sepamos hoy agradecer y hacer honor a esa lucha y entrega, defendiendo Corcovado y evitando su destrucción. Todo esfuerzo vale.

 

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