Opinión

Sentencia a la cultura política

La cultura política es, en la acepción que aquí nos interesa y en términos generales, todos los valores, concepciones e interpretaciones

La cultura política es, en la acepción que aquí nos interesa y en términos generales, todos los valores, concepciones e interpretaciones que se tiene sobre la política, es decir, la valoración subjetiva de una persona o un colectivo (sea un pueblo o un país) sobre los elementos que integran el ámbito político, así como la forma en que esto influye en el comportamiento político de cada ciudadano.

La conformación de este conjunto de percepciones es influida, desde luego, por una cantidad importante de elementos que, en interacción constante, definen en el tiempo qué se piensa y cómo se interpreta todo lo que acontece en lo relativo a la política de un país. Entre los elementos que sobresalen están desde luego la familia, la educación, los medios de comunicación y de hecho, los mismos políticos.

Así las cosas, me parece que la sentencia de hace poco más de un mes, de la Corte Internacional de Justicia en favor de los argumentos de Costa Rica frente a los de Nicaragua, en lo concerniente a isla Calero o Portillos, desnudó ciertas valoraciones políticas de varios sectores y establece, de forma todavía más clara, cómo son –o pueden ser- estos altamente influyentes para que la interpretación de los hechos políticos sea pobre, limitada y malograda. Me interesa ver dos ejemplos de esto.

Antes y después de la sentencia, medios de comunicación que transmitían en vivo la lectura del fallo, interpretaban la sentencia como una victoria, pero al estilo futbolístico, es decir, “nosotros vamos ganando, ellos van perdiendo, ya huele a goleada”; mucho dejó que desear la utilización de constantes términos revanchistas y populachistas en detrimento de un análisis de causas, consecuencias y demás, pertinentes para una decisión con tal trascendencia. Particularmente, en una popular emisora nacional de noticias que transmitía la sesión de la Corte, finalizaron la transmisión con la canción “Soy tico”, haciendo gala del más burdo patrioterismo.

Pero, como segundo ejemplo, desde la clase política se hizo también un flaco favor al respecto. Cuando debe esperarse una valoración profunda e importante de quienes estuvieron involucrados, la expresidenta Laura Chinchilla adorna con la analogía de que “ganamos por goleada” y “solo recibimos una tarjeta amarilla”, desgastando un momento y espacio para reivindicar una posición política legítima, relacionada a los actos de su gobierno. Estas limitaciones contribuyen a una distorsión de los hechos políticos (y/o judiciales en este caso) que la ciudadanía asume y consume poco a poco, para limitar la orientación y el entendimiento de estos y otros hechos.

La decisión de la Corte dio la razón a los argumentos del Estado costarricense frente a los del homólogo nicaragüense; esos son los términos. No es un gane, no es “una goleada”, es un acto judicial con repercusiones políticas que deben ser entendidas en sus dimensiones, no banalizar y simplificar en un gane para celebrar en la Fuente de la Hispanidad; en este caso particular, tenemos una relación permanente e ineludible con Nicaragua y distorsionar los resultados solamente puede desembocar en los prejuicios y actitudes negativas que harían menos llevadera la vida en la vecindad.

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