Opinión

El salvaje agresor en La Nación S.A.

Un incidente infeliz con ocasión de un juego de fútbol profesional (o sea un espectáculo que, se supone, deja ganancias a alguien o a algo)

Un incidente infeliz con ocasión de un juego de fútbol profesional (o sea un espectáculo que, se supone, deja ganancias a alguien o a algo) hace que La Nación S.A. use términos editoriales fuertes para enjuiciar el suceso. Al más resaltado de los agresores lo califica de “salvaje”. Al ataque en cuadrilla lo determina como “brutalidad”. La concurrencia de factores que potenciaron esta ‘salvaje brutalidad’ resulta una “extraordinaria estupidez” (LN: 30/8/17). Una observación inicial. Si el principal agresor (arrojó una enorme piedra sobre alguien antes caído por la golpiza) es determinado como ‘salvaje’, el lenguaje del periódico puede ser utilizado por los abogados de este individuo (si el asunto llega a los circuitos judiciales) porque entre los alcances en idioma español de ‘salvaje’ se encuentran los de ‘primitivo’ (no civilizado) y de ‘ajeno a las normas sociales’. Al contrario de estos giros, aquí se considera al agresor un ‘ciudadano’ costarricense que actúa de un modo que ha de ser calificado y sancionado en los circuitos judiciales. Signarlo de ‘salvaje’ podría dejarle fuera de sanción como delincuente. Cautelas que se ha de tener al ejercer una función pública, como el periodismo.

Sin embargo, este artículo se ocupa principalmente de la fórmula “extraordinaria estupidez” para determinar la concurrencia de factores que propiciaron la agresión contra un ciudadano por parte de otro ciudadano. Esta estupidez (algo contrario a la inteligencia entendida  a la vez como discernimiento y como capacidad práctica de enfrentar problemas), según el editorial, sería compartida por la Unión de Clubes de Fútbol de Primera División, la Fuerza Pública y el orden jurídico costarricense y, más distantemente, por la FIFA en cuyos protocolos se centró el club responsable de realizar un juego en condiciones que la Fuerza Pública (Ministerio de Seguridad) no aprobaba.

No interesa en exceso el detalle, sino lo común en estos factores. La Unión de Clubes de Fútbol, la Fuerza Pública y el Ministerio del que dependen y los hinchas que agreden y los agredidos son ciudadanos costarricenses. Si se da algún extranjero, seguramente porta cédula de residencia y ello lo torna costarricense (con limitaciones legales). Lo único no-ciudadano-costarricense son los protocolos de la FIFA, pero su interpretación la hacen costarricenses.

De aquí que leamos que la agresión la hace un ciudadano que agrede a otro ciudadano y que en ella concurren factores costarricenses que casi generan un muerto. Observamos así que tanto el incidente singular como lo que concurre para producirlo tienen como referente la ausencia de un ethos (lugar de identidad que lleva a la acción) ciudadano. El matón se muestra como un típico pachuco agresor y la Fuerza Pública y sus responsables como instancias desaprensivas con funcionarios que no distinguen entre forma y contenido de su deber (no dio seguridad al evento porque los dirigentes “deportivos” locales pagaban solo  105 guardias privados y ellos exigían 135). Los burócratas de FIFA son obviamente internacionales y no operan a distancia.

Ahora reparamos en que el periódico La Nación S.A. tampoco opera a distancia. Sus periodistas, accionistas y lectores resultan por abrumadora mayoría costarricenses. Pero, ¿educa en ciudadanía el periodismo que practica La Nación S.A.? Prácticas como mezclar línea editorial con información, consultar unilateralmente opiniones sobre eventos disputables, visualizar ‘enemigos’, no de la ciudadanía, sino de los negocios de los principales dueños del periódico para, como programa informativo, atacarlos con escandalosos refritos, día con día, no parecen receta ciudadana. Estilo y contenidos muestran que si se posee poder mediático los intereses de uno están “a salvo” y los de los ‘otros’ no-nunca. Y si el asunto se practica como monopolio o en alianza con otros medios poderosos, jamás se sentarán sobre estas prácticas responsabilidades ciudadanas. Las piedras pequeñas, medianas y grandes arrojadas todos los días sobre cráneos sin siquiera sombrero quedarán perpetuamente impunes.

Uno querría que el socialmente producido como “pachuco agresor” (que día tras día deja muertos y víctimas en carreteras y hogares) sea jurídicamente castigado pero, sobre todo, deje de ser socialmente producido. El periodismo de La Nación S.A. podría solidarizar con esta última meta. Hoy no lo hace. Parece estimar que los días finales se cuentan solo para sus ‘enemigos’ y otros ‘disfuncionales’.

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