Opinión

¡Qué vergüenza!

Todavía no salen del asombro muchos ciudadanos(as) estadounidenses y de otras latitudes por el triunfo de Donald Trump

Todavía no salen del asombro muchos ciudadanos(as) estadounidenses y de otras latitudes por el triunfo de Donald Trump, una especie de filántropo en extinción que predica la redención de los tiempos mejores de los Estados Unidos: “la doctrina Monroe”; el “big stick”, la “diplomacia del dólar” o la “doctrina de seguridad nacional”. Y como corolario, una mirada de lujo que se erige sobre el bien y el mal.

Mientras tanto, los análisis se desbordan por la televisión, internet, las redes sociales… y los expertos opinan con doctas poses sobre lo que hará este mecenas del espectáculo que infló el ego de Ku Klux Klan y sus aires de supremacía racial. ¿Y qué sigue? ¿Cumplirá su discurso xenofóbico de expulsar a los inmigrantes mexicanos, musulmanes, o de seguir rechazando a las personas con discapacidad ? ¿De qué nacionalismo habla míster Trump?

¿Acaso no es hijo de inmigrantes? ¿Tirará por la borda los tratados internacionales? ¿Podrá diferenciar entre una retórica exhibicionista y un ejercicio respetuoso de los derechos humanos?

Y el showman debe continuar porque la sociedad del espectáculo requiere de las estrellas que iluminan el mercado.

Pero, ¿qué más quiere míster Trump?, un depredador de los negocios que no tributa y se jacta de no hacerlo porque el sistema se lo permite. Un tipejo que hace de la misoginia una cultura del odio, una cosificación sexual que viene a legitimar a la mujer-objeto, mujer-placer, mujer-mercancía y con sus ínfulas de ídolo de masas esparce sus cenizas por el planeta. Y quienes piensan que sus poses arrogantes y despreciables son partes de la campaña electoral y que el pobre hombre era un monigote de los estrategas de campaña electoral, no han entendido que el paradigma que representa es similar al que hay en Rusia (Putin), en Francia (Le Pen)… y otros de aquí y de allá.

Pero resulta muy interesante la explosión de protestas que se manifiesta en las calles de Nueva York, California, Illinois. Una clara señal de que buena parte de la ciudadanía norteamericana no está alienada y rechaza esas poses impúdicas de un vedete del espectáculo. La esperanza es que los jóvenes que protestan repudian esa mega estructura del patriarcado; esa mezcla de fascismo y estética del cinismo de la cultura industrial.

Entonces, ¿qué se espera de este narcisista que hace alarde de una inteligencia jamás vista en el mundo? El espectáculo sigue con sus luces en tecnicolor y las representaciones de los halcones preparan su siniestro vuelo. Sin embargo, una joven norteamericana encarna la esperanza con su frase: ¡qué vergüenza!

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