Opinión

Para escribir en Ciencias Sociales

Escribir es un arte que solo se aprende escribiendo. Sin embargo, es común que como estudiantes nos dé miedo hacerlo. No sabemos por dónde empezar, pensamos que nuestras ideas son poca cosa porque, en muchas ocasiones, las voces adultas nos lo enfatizan o simplemente, a la hora de escribir, nuestras palabras desordenadas y canónicamente escogidas hacen de nuestro texto un laberinto sin salida.

En Ciencias Sociales, escribir no es una tarea fácil, sobre todo cuando hemos aprendido el lenguaje de la Academia, que pocas veces se parece al idioma rutinario que usamos para comunicarnos en el día a día. Esta disonancia nos obliga, en algún punto del quehacer profesional, a quitarnos las capas de los tecnicismos, las frases rimbombantes y las “palabras de domingo”.

Con este texto no pretendo superponer un tipo de lenguaje por encima de otro, al contrario, aspiro a comunicar la importancia de aprender a escribir en todos los idiomas: el académico, el científico, el cotidiano, el comunitario, el profesional, el literario, entre otros. Para orientar el aprendizaje, he decidido recuperar algunos consejos que brinda el sociólogo Howard Becker (1928-2023), en su libro Manual de Escritura para Científicos Sociales: Cómo empezar y terminar una tesis, un libro o un artículo (2011). Aunque “Howie” nos habla desde su experiencia como docente universitario, pienso que sus ideas son universales para lograr una buena escritura en cualquier espacio.

Menos siempre es más: La primera clave para escribir bien es abandonar el verborreo. Según Becker (2011) —y concuerdo totalmente con él—, a veces escribimos 20 palabras para explicar algo que se puede resolver con 2. ¿Para qué decir más si se puede decir solo lo necesario? No nos creamos la vil mentira de que un texto entre más confuso es más intelectual parece (Becker 2011). En este sentido, podríamos decir que escribir enredado es un acto vanidoso de quien pretende privatizar el conocimiento y la lectura. El estilo de escritura más inteligente siempre será la claridad.

Reescribir es tan importante como escribir: Escribir trae grandes placeres, pero este arte también puede generarnos algunos miedos e inseguridades. Muchas veces trabajamos incansablemente en una oración o un párrafo pensando que tiene que ser perfecto, sin embargo, el primer esbozo de cualquier trabajo es un texto que debe ser reescrito (Becker, 2011). Por esto, pienso que en la rutina de cualquier persona estudiante y profesional en Ciencias Sociales debe existir una cajita de tiempo para revisar lo que escribimos.

Pensar en las personas lectoras: A la hora de escribir debemos evitar las ideas ambiguas que puedan llevar a malinterpretar lo que queremos decir. La responsabilidad de que una tesis, un libro o un artículo se entienda bien es de quien escribe, no de quien lee. En este sentido, escribir supone, entre muchas otras cosas: sistematizar los pensamientos, dar sentido a las palabras y amalgamar nuestras ideas para aprender algo. Esto sólo se puede lograr si pensamos como personas lectoras de nuestra propia escritura. Primero leemos, luego escribimos.

Confiar en nuestra propia voz: Finalmente, para escribir bien hay que tener creatividad y ser originales. Recitar frases trilladas no es hablar, como tampoco citar es escribir. Por lo tanto, cuando copiamos el estilo de otra persona, estamos desconfiando de nuestra propia voz. El primer paso para superar estas limitaciones es dejar de repetir lo que “las personas importantes” dicen. Hay que perderle el miedo a escribir en primera persona, pensarnos como parte del mundo que describimos, narramos y estudiamos, y apelar a las palabras comunes.

Las primeras ideas no serán, necesariamente, las que permanezcan en la versión final de nuestro escrito. Así que, ¡ánimo! Escribamos con miedo, pero escribamos. Como dice la maravillosa escritora española Rosa Montero (1951): “no hay manera de escribir sin dudas: siempre se duda horriblemente”.

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