Opinión

No permitamos la fusión de instituciones del Ministerio de Cultura y Juventud

Se puede estar o no de acuerdo con la gestión que ha caracterizado a nuestras instituciones públicas durante los últimos 20 años. Eso está bien, es saludable y relativo. Lo que no es permisible es renunciar al espacio público, a las conquistas del pueblo costarricense para su buen vivir. No podemos, al priorizar sensaciones personales, darle la espalda a nuestro Estado Social de Derecho y esperar a que las cosas mejoren por sí solas. Para vivir bien, es necesario interrumpir el flujo normalizado de la realidad; el capitalismo y sus políticas neoliberales no son, ni la mejor, ni la única posibilidad de existencia.

Este año ha sido particularmente revelador: crisis en todos los sentidos, aislamiento social y el director ejecutivo de Amazon lucrando con ello, condiciones en las que ya vivíamos, pero que no lográbamos ver con claridad. Lo real ha irrumpido en la aparente realidad del progreso capitalista. Sin embargo, hay quienes no quieren ver: el ‘’Gobierno del Bicentenario’’, fiel a los intereses del gran empresariado, ha decidido someter al pueblo trabajador a los imperativos del Fondo Monetario Internacional (FMI) para supuestamente salir de la crisis económica que nos aqueja, aunque esta parezca más una crisis civilizatoria que una falta de liquidez monetaria. Como parte de sus propuestas para ‘’salir adelante’’, el Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica (Mideplan) y el Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ) pretenden fusionar el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) con el Museo de Arte Costarricense (MAC), así como el Centro Nacional de la Música con el Sistema Nacional de Educación Musical y la Dirección de Bandas Nacionales, entre otras medidas. Todo en pro de la economía y el progreso capitalista, los verdaderos estandartes de nuestra paupérrima cultura.

Como soy artista visual, voy a referirme al caso de los museos, aunque algunas cuestiones podrían ser similares en el sector musical. Decía anteriormente que el disgusto con la gestión de nuestras instituciones públicas es válido. Ahora mismo, el MADC atraviesa una serie de cuestionamientos por su falta de innovación, transparencia y liderazgo en sus modos de operar. Pareciera que la agobiante inmovilidad política de los últimos 10 años del museo, ha contribuido a que el panorama del arte y el diseño contemporáneos se experimente como una especie de ritual repetitivo de panfletos fáciles de consumir. De hecho, al interrumpirse su cambio de dirección y llevar a cabo nuevamente el proceso, el malestar se ha hecho sentir: la organización Teor/éTica ha publicado, en la 8va edición de su revista digital Buchaca Generosa, una serie de textos bajo el título ‘’500 palabras – ¿Qué MADC queremos e imaginamos?’, donde diferentes agentes culturales plantean posibles cambios al funcionamiento del museo o rememoran un mejor pasado para nutrirse de este. Pero toda esta situación le importa poco al MIDEPLAN y al MCJ; el ‘’Gobierno del Bicentenario’’ nos maja el zapato y concluye la discusión con tres palabras: ‘’¿Qué MADC? ja, ja, ja’’. Castrando así toda posibilidad de imaginación y deseo en un sector que ya se caracteriza por su precariedad e informalidad laboral.

El Museo de Arte Costarricense y el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo tienen dos misiones muy distintas: básicamente, el primero busca conservar las obras más importantes de las artes plásticas y literarias costarricenses, con el objetivo de propiciar la investigación y la divulgación de los valores artísticos nacionales. Por otro lado, el segundo pretende asumir un papel de lector y testigo de su tiempo, estimulando las artes visuales nacionales e internacionales, así como el diseño gráfico, industrial y vernáculo. Esto con énfasis en la diversidad cultural, la identidad y la producción artística multidisciplinaria de las últimas décadas del siglo XX y las primeras del siglo XXI. Si distintos objetivos se fusionan, una misión iría en detrimento de la otra. Lo que realmente proponen nuestras ministras, es una difusión de la inmovilidad actual de las instituciones culturales costarricenses, una dilatación viciosa del presente, que no es otra cosa que la extensión del retraso cultural que vivimos. La individualización forzosa que este ataque constituye, nos deja la autogestión del sector como única posibilidad, acostumbrándonos a trabajar de gratis, en nuestro tiempo libre y sin un espacio digno para producir. Esto es lo real, cualquier posibilidad de autonomía y colectividad ha sido eliminada o sumamente cara para ser factible, así se cancela el futuro del pueblo trabajador. Para quienes nacimos en los 90’s la historia fue suprimida y la única cultura que se nos permite vivir es la de los centros comerciales, las vitrinas digitales, los enlatados televisivos y la inmediatez prefabricada, así como el presente continuo e inmóvil que esta engendra. La depresión y la ansiedad son los síntomas de nuestra época.

Repito: el capitalismo y sus políticas neoliberales no son, ni la mejor, ni la única posibilidad de existencia, otra vida es posible. Las proposiciones del Mideplan y el MCJ son demasiado cortoplacistas y estrechas de pensamiento; por el contrario, debemos luchar por instituciones públicas vigorosas, eficientes, inclusivas y realmente representativas de todos los sectores culturales del país. Así, esta coyuntura podría significar, no solo la defensa a ultranza de conquistas anteriores, sino la lucha aguerrida por nuestro futuro. Un espacio público amplio (física y digitalmente) donde la experimentación estética libre se ubique por sobre todas las cosas y nuestra cultura logre superar la moral burguesa que hoy nos reprime. ¿Qué sucedería si los museos, junto con el Centro de Patrimonio, los gobiernos locales y el sector privado, facilitaran a colectivos multidisciplinarios de agentes culturales la gestión de las edificaciones patrimoniales que hoy se están pudriendo en el abandono? El fantasma de lo contemporáneo acecha nuestras espaldas, es momento de transformar nuestra frustración en ira politizada.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido