Opinión

Neonazismo en servicios de salud en Costa Rica

La vida como antivalor e idealización de la ciencia: El profesor Creutz quedó pálido y tembloroso. Heyde, su colega, sacó de improviso un escrito de su bolsillo y lo pasó al jefe provincial, conduciéndolo hacia un costado para que lo leyera. Creutz, como jefe de la provincia alemana de Renania, junto a otros galenos, tenían meses de elaborar un plan para salvar la vida de múltiples enfermos mentales requeridos por el Nacional Socialismo por no ser dignos de vivir; y ahora, todo se venía abajo.

Corría el 12 de febrero de 1941 y el nazismo había ideologizado la ciencia en razón de raza, poder económico, edad, sexo, religión, etc., a fin de justificar la muerte de niños, mujeres, ancianos, minusválidos, gitanos, chinos, comunistas, negros y una larga lista de nacionalidades. Así, con la idea de una raza aria superior a cualquier otra, el exterminio debía hacerse a bajo costo, reportar alguna ganancia para el modelo económico y maximizar, por ende, los desechos humanos convirtiéndolos en jabón, almohadones a base de cabellos de sus víctimas, huesos en fertilizantes, piel para hacer sonar mejor algunos instrumentos de golpeo, etc.

Por eso, aquel profesor quedó pálido, y después de leer el papel declaró: “Yo no lo sabía; bajo estas circunstancias, no puedo negarme a entregar a los enfermos”. Es prácticamente seguro que el escrito era una copia del decreto del Führer del 1-IX.1939.

De este estudio sobre el Nacional Socialismo hay que rescatar los esfuerzos hechos por los médicos valientes que no se doblegaron frente a sus otros colegas, manteniéndose los primeros al margen del poder, bajo riesgo de sus propias vidas, ahondando de paso las diferencias éticas mantenidas hasta hoy. Dicho ensayo viene a reafirmar como la  “medicina durante la época nacionalsocialista constituyó un área de intensas contradicciones éticas y existenciales. Frente a los crímenes de lesa humanidad, perpetrados en aras de una “ciencia de la raza” y de una “guerra total” por médicos cómplices del sistema nazi y ávidos de poder, hubo también actitudes y gestos oponentes de quienes persistieron —bajo alto riesgo personal— en mantener una visión humanista de la profesión y su quehacer en la sociedad”.

Neoliberalismo, nazismo y derecho a la salud: Partiendo de una realidad objetiva, en el sentido de que el nazismo nunca se fue de la civilización occidental (ascenso de partidos políticos globalistas en Europa y América, exterminios de pueblos en Medio Oriente  por repugnantes hegemonismos regionales, etc.), debemos sincerarnos y reconocer que el llamado neoliberalismo, al reducir  todo a mercancía y ganancia, hace del nazismo su sostén ideológico, porque  algunos preceptos actualizados y debidamente decorados logran colarse entre sectores con relatos, a primera vista, nos pueden parecer “científicos”, “progresistas”, ”lógicos”, “modernos”, “justos”, etc. Simulaciones todas correctamente diseñadas en función del modelo de sociedad impuesto por el neoliberalismo y el partido disfrazado, unas veces de socialdemócrata y liberal, y otras de social, cristiano, democrático, etc.

Cuando la OMS trató de encerrar a la gente en todo el orbe, en algún lado de ella sabían que las economías de las naciones del llamado Sur quedarían desechas y sus jefes neoliberales aprovecharían el momento posterior a la pandemia para que todos los ciudadanos pagaran a las élites sus deudas privadas y sus extravagancias haciéndolas públicas; unos gobiernos tendrían que recurrir a empeñar su petróleo, el níquel, lo poco que había de soberanía, y otros a entregar los océanos, su agua potable, los bosques, etc. Ocurrió y está ocurriendo.

Pero también sucedieron cosas “simpáticas” en relación con el valor vida, como aquella orden que, frente a un joven y un adulto mayor con Covid-19 y la existencia de un solo respirador hospitalario, debía darse prioridad al joven. Se argumentó entonces que así aconsejaba la OMS. Medida que significaba como la vida del adulto mayor estaba por debajo de la del joven, siendo ambos seres humanos. Entre dos enfermos el achacoso no merece vivir, como ordenaba el partido de Hitler con el término de vida indigna, a continuación, señalado.

La expresión “vida indigna de ser vivida” fue acuñada por el régimen nazi para justificar por qué unos merecían vivir y otros merecían morir. El término incluía personas con problemas médicos graves, inválidos y personas consideradas muy inferiores, según la política racial de la Alemania nazi. Debo confesar que también me conmovió el caso de la niña prematura nacida en Nicoya en un hospital de la Caja, a quien, según su madre, negaron asistencia. Según una versión recogida por un telenoticiero, la niña fue llevada a morir junto al pecho de su madre, porque las “estadísticas” indican que los nacidos bajo la circunstancia de solo seis meses de gestación no sobreviven. Por tanto, para qué gastar recursos en incubadora. El hecho, este actuar “profesional”, está bajo investigación desde el 9 de enero de 2024. Veremos sí se trató, por razón de edad (prematura), de una aplicación a la tica de “vida indigna de ser vivida”.

Y las fundaciones “Vida Nueva, Donación y Trasplante” y la de “Nefrología Costa Rica” rechazaron una nueva norma de trasplante de hígado para excluir de la lista a quienes tengan 65 años o más. La regulación, atribuida al Ministerio de Salud, busca “optimizar” las posibilidades de éxito de la cirugía. Dicho sin ideologización: Entiendan, viejitos de Costa Rica, con ustedes perdemos dinero y tiempo.

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