Opinión

Los brotes verdes del Green New Deal

En el exclusivo e idílico paraje nevado de Davos, en los Alpes suizos, se congrega cada mes de enero, el establishment del mundo político, económico, financiero y el avant garde de la innovación tecnológica.

En el exclusivo e idílico paraje nevado de Davos, en los Alpes suizos, se congrega cada mes de enero, el establishment del mundo político, económico, financiero y el avant garde de la innovación tecnológica. Cuenta la leyenda que en la penumbra cálida del backstage, se han urdido las políticas neoliberales que han ensanchado sobremanera en este siglo XXI, la ya de por sí sempiterna desigualdad social.

Nada menos que la agencia de noticias de referencia en el mundo capitalista, Bloomberg ha certificado, en sentido crítico, la cruda evidencia: “Hace una década, el Foro de Davos planteó, como tarea preferente, frenar las desigualdades porque amenazaban con provocar un choque social; a día de hoy, la fortuna de los 12 participantes más ricos de aquella edición, 2009, ha crecido en 154.000 millones de euros mientras que el salario medio del trabajador americano se ha estancado”. Acertó Davos en su pronóstico del advenimiento de conflictos sociales, eso sí, sin discutir el statu quo neoliberal.

Dando por cierto este rol que asume el propio Foro de Davos, sin embargo, una visión excesivamente estrecha y sesgada, desde nuestra particular gruta o atalaya ideológica, nos puede eclipsar el conjunto de ideas que allí se discuten. Así, por ejemplo, el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, además de sacarse una foto con Klaus Schwab (fundador del Foro), como señaló en sentido crítico, el periodista Vinicio Chacón (Semanario, 24/01/2019), participó en un panel de discusión con el título de A New Deal for Nature. También fue invitada en esta edición la joven sueca de 16 años, Greta Thunberg, quien lidera, en el corazón de Europa, un movimiento de protestas a cargo de estudiantes, exigiendo medidas urgentes para frenar el cambio climático.

Estos son algunos de los esperanzadores brotes verdes que están viendo la luz en un árido y hostil paisaje político, protagonizado por líderes como Trump o Bolsonaro, que pretenden, no solo cuestionar los acuerdos globales en materia de cambio climático, sino derribar un amplio conjunto de avances sociales. Afortunadamente, y para desgracia de Trump y sus halcones ultraderechistas, es precisamente en los Estados Unidos, donde están germinando las semillas de una prometedora revolución verde que lleva el nombre de Green New Deal (o Nuevo Acuerdo Verde).

En el frente político de este movimiento se sitúa la congresista, recientemente electa por el partido demócrata, Alexandria Ocasio-Cortez. Esta joven activista de origen latino, nacida en el Bronx, que no contaba con dinero suficiente para sufragar su primer mes de estancia en Washington D.C., logró impulsar esta iniciativa en el Congreso al final del año pasado, el cual ya cuenta con el apoyo de 31 representantes.

Esta propuesta legislativa, que incluye la firma de 643 organizaciones y organismos públicos regionales y locales, pretende diseñar un ambicioso plan con el objetivo de implementar una transición ecológica que elimine por completo las emisiones de gases del efecto invernadero. Pero el alcance del plan pretende ir mucho más allá. Reconocen sus promotores que es una oportunidad histórica para implementar cambios estructurales amplios y profundos en un estado social de derecho, seriamente erosionado tras décadas aplicando, predominantemente, políticas neoliberales. Asimismo, medidas que garanticen una transición justa con la creación de empleos alternativos, el reconocimiento de derechos laborales perdidos, el fortalecimiento de los sindicatos, la reducción de las desigualdades regionales, étnicas y de género y la universalización de la educación y la sanidad públicas.

Ocasio-Cortez establece un lógico paralelismo con el momento histórico del New Deal de los años treinta del siglo pasado. Este es el nombre que recibió aquel paquete de medidas gubernamentales impulsadas por el entonces presidente norteamericano, Franklin D. Roosevelt, tras la Gran Depresión producida por el crack del 29. Después de la II Guerra Mundial, y gracias al aporte teórico del economista británico John Maynard Keynes, estas políticas se universalizaron y posibilitaron una sostenible senda de crecimiento y desarrollo.

Por ese motivo, parecía ineludible que tras el derrumbe de Lehman Brothers en el año 2008, y, la crisis global que derivó después, la cual evidenció de manera cruda el monumental fracaso del neoliberalismo,se reaparecieran las políticas de corte keynesiano. Sin embargo, inexplicablemente, nada de esto sucedió. Al contrario. Quién sabe si por culpa de los buchones (Vinicio Chacón dixit) de Davos, los halcones de Washington, los avida dollars de Wall Street o los austericistas de Berlín, o, de una fatal conjunción astral, los principales responsables del desastre salieran sin mancha alguna del dry cleaning, mientras que la gran masa de damnificados recibiera, como terapia de choque, más jarabe de palo.

Es por ello que, en este momento del siglo XXI, es crucial que sembremos con entusiasmo esperanzas de cambio por un futuro más verde, saludable, igualitario y solidario. Eso sí, con el ánimo inquebrantable para poder sortear múltiples obstáculos y, más imprescindible que nunca, con la fortaleza suficiente para defenderse contra todos aquellos que, como señalaba enfáticamente Dilma Rousseff en una entrevista reciente, vienen para destruir.

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