Opinión

Lo positivo de esto

Si algo debemos sobreentender o colegir ahora, es que no éramos, como sociedad, lo suficientemente aseados.

La sobreabundancia de información sobre el COVID-19 permite suponer cansancio por ese anatema. De tal suerte que hoy me decido a extraer algunas lecciones positivas que, previsiblemente, nos legará todo esto.

Suelo, dada mi naturaleza optimista, inclinarme por extraer lo bueno, aún de lo más malo. Siendo desde ahí, desde esa filosofía personal que es a la vez una invitación a enfrentar la vida viendo hacia delante y no como si tuviésemos los ojos en la espalda, que abreva este artículo. Un intento por resaltar que no todo está perdido y que, después de esta tempestad vendrá ya no solo la calma, sino una cultura remozada, replanteada y repensada, que debemos tratar de conservar.

Cultura limpia.- Si algo debemos sobreentender o colegir ahora, es que no éramos, como sociedad, lo suficientemente aseados.

Pregunto: ¿Cuándo vimos supermercados desinfectando las agarraderas de los carritos de compra? ¿Cuántos de nosotros limpiábamos los llavines o apagadores de la casa u oficina? ¿Acaso la manivela del carro, las bicicletas o los juguetes de los niños? ¿Quiénes se preocupaban, realmente, por lavarse las manos concienzudamente o dejar los zapatos de calle, puertas afuera? ¿Alguien se preocupaba por no tocarse la cara? ¿Todos teníamos claro que no se manosean los alimentos, bajo ninguna circunstancia, sin limpieza de manos previa? ¿Todos los padres habían hecho la tarea con sus niños y adolescentes, reforzándoles hábitos de estricto aseo, cuando depende de ellos mismos en la escuela y en el colegio, cerrar el excusado, abrir las puertas de los baños o cerrar el grifo al lavarse las manos o los dientes?

En fin, mucho es lo que hemos tenido que revisarle a esta cultura antihigiénica. Y aún más lo que hemos tenido que revisarnos a nosotros mismos.

Conservemos lo (re)aprendido.

Cambio climático.- Esta crisis de salud pública supone algo tremendamente positivo para la naturaleza -entiéndase: para el planeta-. El detenimiento de la inmensa mayoría de los países industrializados, que son a la vez los primeros responsables del calentamiento global en virtud de la contaminación masiva que vierten sobre ríos, suelos y atmósfera, implica la caída libre, durante esta pausa obligada de la economía global, del efecto invernadero.

Esto demuestra -como lo demostró Klein y otros- que el reto del calentamiento global no es cuestión simple. Que tan titánico reto, jamás podría acometerse mientras no estemos dispuestos a reformar, desde la base, el sistema económico global.

El calentamiento mundial, amenaza real y no menor, es una cuestión que va mucho más allá de coquetos carritos eléctricos o las corrongas bolsitas reusables en los comercios. Es la oportunidad para transformar de raíz, todo el andamiaje socioeconómico que pasa por la globalización soñada por los neoliberales y articulada por una generación de políticos prebendales, sin armas ni alma.

Pasada esta crisis, será interesantísimo volcar la mirada a las mediciones de CO2 en China, Estados Unidos, India, Alemania, Francia, España, Brasil y tantos otros países industrializados que, obligados por la pandemia, se quedaron en casa y le bajaron las revoluciones al mundo, que si bien no dejó de girar, al menos sí lo está haciendo a niveles menos frenéticos y mucho más sostenibles.

Por cierto, a partir de ahí, Costa Rica debería hablarle al mundo de manera mucho más firme, sobre el calentamiento global. Sin tantos eufemismos ni discursitos cajoneros de esos que nuestra diplomacia eunuca, tanto gusta ensayar.

Lo del calentamiento global es la oportunidad para reponderar todo el sistema socioeconómico y sociopolítico del mundo, para recalibrar paradigmas mucho más justos. Necesariamente más justos y éticamente obligados ya a esta altura.

Viaje al interior.- Finalmente, lo más importante que gestó o provocó esta crisis del COVID-19: un volver a ver hacia la espiritualidad del ser, hacia la familia y lo que realmente importa. Una introspección o viaje hacia el interior de nosotros mismos, que no es cosa menor ni algo que se reduzca a esos manuales de autoayuda tan a la moda.

¿Cuántos tiempos de comida familiares, cuántos juegos de mesa, cuántos libros o lecturas, cuántas buenas conversadas o juegos en el jardín entre padres e hijos? ¿Cuánto amor renacido a partir de volverse a ver a los ojos sin el frenetismo de la huida al trabajo matinal o la salida obligada a la escuela, el colegio o la universidad?

Interesante será asomar también a la tasa de natalidad, a finales de este año y principios del próximo. Y no lo digo en broma ni sugestivamente, sino, científicamente, para alimentar o fundar parte de esta tesis.

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