Opinión

Las lenguas maternales y oficiales: organismos vivos

La Constitución política de Costa Rica, en el artículo 76 indica: “El español es el idioma oficial de la Nación. No obstante, el Estado velará por el mantenimiento y cultivo de las lenguas indígenas nacionales”. Así, modificado por la Ley No.7878 del 27 de mayo de 1999.

Efectivamente, el español, después de ser una lengua impuesta después de un proceso de invasión y colonización por parte de España, hace más de 500 años, se convirtió, en la mayoría de países de América Latina, en lengua materna con carácter oficial. Dentro de esos países, Costa Rica participa de la oficialización del español como lengua oficial.

La esencia de una lengua radica en que esta es un ser vivo y los hablantes  modifican su desarrollo lingüístico-cultural. En el caso del español de América, este se ha nutrido de muchos americanismos provenientes de las lenguas originarias, así como de la llegada de migrantes de otras latitudes. Estos aspectos influyen en los diversos acentos del español del continente.

Sin embargo, las lenguas originarias, a pesar de su exclusión, por parte de las políticas lingüísticas oficiales, continuaron su desarrollo natural, haciendo eco de su pasado y su raíz natural, resistiendo y reafirmando, así, que las lenguas son organismos vivos. ¿Por qué tal afirmación? Porque una cosa es una lengua oficial y otra es una lengua franca.

El ensayo de Julio Sánchez La enseñanza de lenguas extranjeras en universidades públicas de América Latina nos explica claramente la influencia del inglés como lengua dominante: “Verdadera lingua franca de nuestra época (…) desempeña un papel de primer orden en las actividades económicas de la región”.

Una lengua tiene una raíz profundamente social, por eso, se define el lenguaje como el uso social de la lengua y, por lo tanto, es la comunidad la que modifica su accionar.

Nunca podría una instancia de carácter técnico-económico, personificada en las transnacionales, amparadas por el gobierno de turno, y los anteriores, determinar la imposición oficial de una lengua, ya que elementos histórico-culturales y territoriales, es decir, el dominio geográfico de una lengua, el número de hablantes y las migraciones masivas juegan un rol determinante en la oficialización de una lengua.

Cabe preguntarse: ¿cuántos hispanohablantes —producto de migraciones forzosas— viven en los Estados Unidos y cuántos anglófonos? Hipotéticamente, no sería sorprendente que el número de millones de  hispanohablantes pudiera transformar el español, a mediano plazo, en una lengua oficial en los Estados Unidos.

Ahora bien, la propuesta emanada del poder político para imponer el inglés como lengua oficial, cae por su propio peso, como bien lo señala Rogelio Cedeño en su artículo: ¿El inglés: Segunda lengua oficial en Costa Rica? Si fuera el inglés criollo limonense, para darle carácter oficial en una parte del territorio de la provincia de Limón, tendría un sentido de reivindicación lingüística-cultural. Sin embargo, con Cedeño, por supuesto que continuamos sospechando.

Ahora bien, es importante recordar que en Canadá, producto de la ocupación inglesa y francesa, tanto el francés como el inglés son las lenguas oficiales,  el francés —con más de 10 millones de hablantes— y el inglés —con más de 30 millones de hablantes—. La Constitución canadiense así lo determina. Asimismo, en los territorios canadienses donde se habla lenguas de raíz originaria, estas tienen carácter oficial, por su condición histórica-territorial.

Qué importante sería darle sentido real a nuestra Constitución política en su artículo 76 para fortalecer, aún más, tanto al español como lengua oficial, así como a las lenguas indígenas, reservorio de historia nacional y de cultura.

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