Opinión

La vida 

Durante la larga historia de la humanidad, la vida y la existencia del hombre no se había visto tan despreciada y atormentada como en la actualidad, ni se había sentido, en ese correr de los siglos, tanto peligro sobre la vida de todos los humanos.
Mientras el hombre ha ido alejándose y abandonando la riqueza espiritual, todo lo que nos acerca a lo humano y nos hace más humanos, se ha cambiado por la ambición del hombre por alcanzar y obtener cada vez más poder y más riqueza material. Tanta ha sido la ambición y tanto el poder alcanzado que su poder sobre los recursos de la naturaleza, por ejemplo, no le ha permitido ver no solo su irracional y destructivo comportamiento hacia la naturaleza y hacia la vida, sino su propio poder y el peligro de autodestrucción.

El vocerío de los mercaderes del mundo y su propagandizado progreso ha sido muchas veces cuestionado por las voces de autoridades de la ciencia que han advertido y denunciado, una y muchas veces más, los serios peligros de destrucción de la especie humana. Preocupa ver al mundo en medio de su autodestrucción, dominado por la vida superficial, sometido a las leyes del mercado, y no a las leyes de la naturaleza, mucho menos a las leyes de Dios, viendo al planeta y a los humanos caminando hacia un colapso inminente; océanos, selvas, ríos, flora y fauna, suelos y tierra en general, corren graves peligros. El “progreso” capitalista no atiende las necesidades de las mayorías, sino intereses de grupos poderosos, además, desestima, irrespeta y esconde los ciclos de regeneración de la naturaleza. La rapacidad, el salvajismo y la sobre explotación que impera sobre los recursos naturales, el envenenamiento del medio ambiente, la crisis del calentamiento de nuestro planeta, la acelerada y monstruosa carrera armamentista capaz de provocar un holocausto nuclear, y la sistemática destrucción y desaparición de las especies vivientes hace que los tiempos en que vivimos sean los más aciagos y trágicos de la milenaria historia del hombre.

Si volvemos los ojos hacia nuestro país y hacia sus gobernantes, veremos el desencanto de una realidad; existe responsabilidad cómplice, ya sea por dejar de hacer o por el silencio que han guardado. En relación con la naturaleza, solo hay que mirar el desastre ecológico que ha provocado la invasión de la piña, tanto en el sur como en el norte del país. El enorme daño al medio ambiente y a la naturaleza provocado por esta invasión ha sido comprobado y denunciado por expertos, sin embargo, los gobernantes ni siquiera han llegado a sentir ni a respirar, el aire caliente del Norte, del Sur, y del Atlántico costarricense. Tampoco han levantado la voz, en contra de la diabólica y desenfrenada carrera armamentista que comanda la poderosa industria militar, en contra de sus máquinas de destrucción y muerte, en contra de su producción de armas biológicas, químicas y nucleares, capaces de matar al hombre de manera individual o masiva, y de múltiples y de muy inhumanas formas.

Conmueve cuando se puede mirar, sin mover un músculo, a los grandes grupos y a la inmensa mayoría de humanos, viviendo en medio de una vida de carencias y necesidades, mientras pequeños grupos de humanos viven en medio de excesos y de caprichosos lujos; gozando muchas veces de gigantescos regalos económicos de los gobiernos, como los ₡20 mil millones librados de pagar al fisco a los importadores de arroz, como parte de la Ruta del Arroz y el decreto del actual presidente. Espanta no mover un dedo ante el vergonzoso e increíble hecho de dejar de ser, entre humanos, semejantes, y pasar a ser diferentes, como si no fuéramos miembros de una sola especie. ¿Por qué los gobiernos costarricenses han permitido que los palestinos y los israelíes no se vean como semejantes, sino tan diferentes? ¿Por qué unos tienen derecho a tener Estado y a tener vida, y los otros no tienen derecho ni al Estado ni a la vida?

Cuando se trata de la vida y de la sobrevivencia de los humanos, los gobernantes se sacan de la manga propuestas y medidas que solo sirven para ocultar, o hacer olvidar, aquellas que defienden los intereses de las mayorías, que son, por lo general, las que afectan sus intereses, o los intereses de los poderosos que ellos representan; medidas que atropellan derechos y asfixian a los más pobres. Los gobiernos han pensado mucho, y se han preocupado mucho más por la vida de los más ricos, y se han olvidado de la verdadera vida de los más necesitados. Pero el grave problema para la vida de todos es la ambición y sobreexplotación de la riqueza natural, ambición y sobre explotación movida por una economía poco humana, que jamás se ha preguntado qué hace falta y qué debemos hacer para preservar la vida, respetando los ciclos de regeneración de la naturaleza. Economía que mira a la poderosa industria bélica y a su monstruosa maquinaria que destruye y quita la vida, como si fuera el “Sagrado Corazón de Jesús”.

¿A qué huele entonces en la realidad del mundo de hoy? Huele a desesperanza, y se huele el peligro generado por una crisis de pérdida y descontrol de las variables humanas. La sociedad civilizada parece enrumbarse hacia un cataclismo, nuestra existencia y nuestras vidas han caído en manos de un sistema económico salvaje y perverso que todo lo que toca lo convierte en mercancía, teniendo muchas de ellas valores superiores al de la propia vida. Ante los riesgos que corre la vida, ante la desilusión y la preocupación, debemos de aferrarnos con más fuerza a la vida y renovar la esperanza, porque sin ella la vida pierde valor y sentido; y buscar motivos para la esperanza, y encontrar razones para seguir viviendo. Un sistema económico cruel y salvaje no debe poner en riesgo la vida de todos. Es la hora de aceptar que no puede haber prosperidad ni desarrollo, si maltratamos la naturaleza, si disparamos el crecimiento y el poderío de la industria militar, y fomentamos la desigualdad social. Hay que aferrarse a la esperanza porque si no la vida no es vida. Es hora de pensar y desarrollar una economía que alimente y fortalezca la vida, y no una que haga de la vida una esclava de la economía.

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