Opinión

La verdad requiere de esmero

Cuando el desarrollo social va en declive es porque hay nómadas contaminando el quehacer y, en paralelo, muchas y muchos desgastados por la responsabilidad del avance social en sus hombros.

En medio de la oscuridad, tarde que temprano los destellos de luz no se dejan esperar, así es que, por necesidad, resurgen quienes de la sociabilidad buscan hacer una herramienta funcional para el bienestar de todas las personas.

A mi criterio, son dos las tipologías de personas en sociedad: la primera, la que hace, cual reflejo de preparación; y la segunda, la que deshace, como resultado de incompetencias o competencias en liquidación. Por un lado, los optimistas, destellados de compromiso, advertidos de la necesidad de prepararse intelectualmente de manera indefinida y, por otro, los desesperanzados que ignoran las oportunidades en medio de las profundas rivalidades y retos sociales. Ambos figuran en sociedad porque existe la opinión pública.

Los segundos son atrevidos, inconscientes, inoportunos, desinteresados y complacientes. Son los que topamos en la vida, teñidos de interés, pero con total descuido del objetivo real. Son parte del problema, no la solución.

A los primeros también los he conocido, son los menos, pero los importantes para el control en la ruina. La fortuna compartida les envalentona. Con temores por la carga elevada, pero cubiertos de fortaleza y dedicación. Que Dios les bendiga pues, sea desinteresada o a cambio de unas monedas para subsistencia, se entregan a una causa.

Entonces, las discusiones de si la ley está mal, de que la justicia es inalcanzable, de que el proyecto no camina, de que la pobreza, de la poca celeridad en las gestiones, de que la izquierda, la derecha, el gobierno o la educación, devienen en sostenibles o insostenibles, dependiendo de la tipología de persona que pretendamos profesar.

Cuántos se la dan tan de críticos que hasta masas le siguen, las que a su vez copian el rol del verdugo inculto, que prefieren herir por su herida. Disparando contra lo que no construyeron, lo desconocido. A estos, pese a que devienen en estorbo porque impiden el avance, hay que atenderles, con respeto y dedicación. Permítaseles el retiro de la venda, de modo que la claridad del esfuerzo y creatividad les favorezca, convirtiéndose en la otra tipología de persona, la que suma, la que lucha por alcanzar la verdad.

Es con la suma de muchos esfuerzos que el desarrollo es posible. Hay que conocer las leyes, robustecer la justicia, fluir en las gestiones, aportar en la distribución de la riqueza, trabajar con dedicación, ayudar al gobierno y propiciar la educación.

Para ello podemos aprender a profesar, cada vez más seguido y de modo rigurosamente inconsciente, la primera tipología, que sirva para construir, dar, servir. O bien, con independencia de marcadas ideologías y personalidades, pueden resurgir, aunque rebuscados, en cualquier modo, tiempo y lugar, puntos de encuentro entre las dos, para el bien común. Aportar al cambio, reduciendo señalamientos infundados, con la consigna de lucha y esfuerzo para la verdad, debe de ser nuestra labor para alcanzar el ideal.

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