Opinión

La utopía de los carros eléctricos

Los vehículos de combustión interna comenzaron a producirse en cadena a partir de 1913 por Henry Ford. No obstante, en Alemania, desde 1888, ya se había construido el que se considera el primer vehículo movido por energía eléctrica, el Floken Electrowagen, al punto que en 1911 los vehículos eléctricos predominaban en el mercado y se consideraban los automóviles del futuro.

Sea que los antecedentes sobre las posibilidades tecnológicas del vehículo eléctrico existieron siempre y Tesla fue uno de sus promotores, es amplio criterio que no se impusieron antes en el mercado, sobre todo por los grandes intereses de los productores de petróleo y que polarizaron la riqueza mundial en su favor y son los responsables directos de la gran inequidad y miseria entre las naciones.

Se dice que la peligrosa situación mundial del cambio climático por efecto de los gases de invernadero es la motivación principal para que un amplio sector de los poseedores de la gran riqueza mundial se haya empeñado en hacer efectivos y competitivos los carros eléctricos, con respecto a los de combustión. De todo esto resulta un corolario muy sorprendente: El por qué, conociendo la tecnología, hemos pasado tantos años cautivos por los países productores de petróleo.

Sí, ahora son prácticamente los mismos actores los que fomentan la producción de vehículos eléctricos. ¿Por qué? El boom de la fabricación de vehículos eléctricos, sospechosamente con China a la cabeza, y después de haber usurpado toda la tecnología de Occidente, nos hace sospechar sobre cuál será el trasfondo económico y político que se cierne sobre el desarrollo tecnológico de los vehículos eléctricos y sobre a quiénes beneficiará esta nueva faceta histórica en la producción del transporte automotor.

Es decir, pareciera que se están moviendo los hilos para que la balanza se incline en favor de unos nuevos poderosos actores económicos, que ya no dependerán del petróleo, pero que seguirán usufructuando de ingenuos consumidores, como antes ocurrió con los combustibles fósiles.

La fabricación de vehículos no contaminantes puede darse sea con vehículos de combustión que utilicen comburentes como el hidrógeno o por medio de baterías. Al respecto, considero a futuro más viable los de hidrógeno, cuyo suministro pueda generarse por medio de energía nuclear, de fisión, por ahora, y en el futuro cercano, de fusión. En todo caso, la energía atómica, pese a los absurdos prejuicios, podría ser útil en ambas alternativas.

Actualmente, en el mercado han irrumpido, con fuerza, los vehículos de batería eléctrica. Parece que la electromovilidad llegó para quedarse. Sin embargo, pese a los relativos buenos resultados obtenidos con las baterías de litio, que además utilizan cobalto, níquel y tierras raras, todas altamente contaminantes, existen muchas alternativas de nuevas baterías que se encuentran en investigación, con costos multimillonarios, entre las cuales se perfilan con buenas expectativas las de estado sólido, sodio, grafeno, azufre y de residuos radiactivos.

Hay tres aspectos, entre otros, que no podemos ignorar a la hora de valorar el uso de vehículos eléctricos: 

Que no son contaminantes.  Al respecto, en la literatura existe mucha información de las graves consecuencias en el entorno humano y natural que implican la fabricación de sus baterías. Desde la explotación de niños en el Congo Belga, hasta la destrucción de ingentes masas acuíferas del planeta.  Más grave aún, cumplida su breve vida media, resulta la destrucción o reciclaje de los componentes altamente contaminantes de sus baterías, proceso pirolítico complejo, con un grave impacto ambiental y de alto costo, que sólo en recuperar el litio resulta tres veces más caro que producirlo. Al punto que hoy día solo el 5 % del litio es recuperado.

La afirmación de que estos automóviles usan energías verdes es una falacia. No nos percatamos que, a escala local y mundial, no se está produciendo de modo sostenible la electricidad que utilizan estas baterías, ya que se genera a partir de quema de combustibles, porque no es suficiente la electricidad que se produce de fuentes renovables (hidráulica, eólica, solar, geotérmica etc.). De esta manera, se están utilizando los mismos recursos fósiles, altamente contaminantes en CO2, que utilizan los vehículos de combustión interna.

Otro mito es que estos vehículos son económicos. El espejismo de recorrer tantos kilómetros, a tan bajo costo, ha calado fuerte en los compradores. No se percatan que hasta el momento, con las baterías de litio, corren el riesgo inminente de tener que desechar su vehículo al cabo de tres o cuatro años, ya que sustituir su batería es como comprar un nuevo carro.

Trasladando el fenómeno a nivel nacional, resulta aún más preocupante. Tenemos una ley que exonera de impuestos a los vehículos eléctricos. ¡Error garrafal! Las razones antes apuntadas magnifican la irracionalidad de afectar el fisco. Sorprende la irrupción en el mercado de carros eléctricos de lujo, de altísimo precio, que ahora no pagan impuestos y que ponen en evidencia la grosera brecha adquisitiva entre los consumidores.

El ICE aumenta las tarifas eléctricas y presupuesta fondos para generación eléctrica con combustibles fósiles. Al parecer, ya no somos autosuficientes en la generación de energía verde, porque el parque automotor eléctrico nos está consumiendo gran parte de la matriz energética.

Estamos, en pocas palabras, exonerando a los ricos y subsidiando los viajes de quienes tienen carros eléctricos. Con nuestra factura de electricidad les pagamos sus baratos viajes en carro. ¡Qué ironía!  Aparte del gran negocio que representa para las empresas importadoras de vehículos.

A todo esto, quien está de fiesta es China. El Convenio de Libre Comercio con China ha resultado un fracaso. De los acuerdos y expectativas no se ha logrado más que un estadio de fútbol, tal como hizo China con más de 80 réplicas de nuestro estadio, construidas con mano de obra China en África, Asia y Oceanía. Lo demás es solo incumplimientos; con la Compañía CHEC todos conocemos el desastre y la falta de inversión en nuestro país, con una balanza comercial deficitaria en un 92% en el 2021. Hoy será aún mayor.

Para “poner la guinda en el pastel”, resulta que nuestro socio comercial es un enemigo acérrimo de occidente, entre otros, con una tolerancia y complacencia ante la odiosa, ilegal e inhumana invasión rusa a Ucrania. “Con amigos así, ayúdame compadre.”

Ante esta situación, de un inminente desastre ecológico, vale la pena preguntarse: Con la alegre irresponsabilidad que nos caracteriza, ¿qué medidas preventivas está tomando el Gobierno? ¿Se debe valorar técnica y científicamente la conveniencia de seguir subsidiando la electromovilidad, a costa de todos los costarricenses? ¿Cuáles políticas de minería urbana se plantea el país, que permitan el reciclado de toda la contaminante basura producida por los vehículos eléctricos? ¿Qué corresponsabilidad tienen los productores (China) y vendedores de vehículos eléctricos en atender el terrible problema ambiental que ello ocasionará?

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