Opinión

La Universidad desde su primera fuente, parte I

La Universidad de Costa Rica tiene dentro de su establecimiento un gran proyecto social, político, histórico y, en grado sumo de importancia, académico. Es inherente el sentimentalismo de amor pleno hacia la universidad de quienes hemos pasado por ella. Pero ¿por qué se ha extendido este amor que tenemos hacia nuestra universidad?

Para abordar la interrogante, deseo generar distintos artículos de opinión, atendiendo el carácter fundamental que tiene esta institución Benemérita, así como su papel en el desarrollo de nuestro país. Distintos académicos y académicas están alejados del quehacer institucional, abocados a su labor académica, sin mayor trascendencia en el desarrollo, como si se tratara de aferrarse a una zona segura.

La idea es compartir un pensamiento institucional desde su primera fuente, con un análisis a partir de su base normativa, con referencia inicial crítica a los primeros artículos del Estatuto Orgánico.

Así, hay que encontrar y generar reflexiones en virtud de lo que la Universidad debe ser, y como consecuencia, el deber hacer. No pretendo imponerme bajo el sombrero de especialista, sino de estudiante a quien la Universidad le ha abrigado con un importante crecimiento intelectual, de modo que mi espíritu se dirige a devolver un aporte sustancial respecto a toda la dicha recibida, en favor de la academia, la investigación y la acción social.

Así, el artículo 2 del Estatuto Orgánico menciona lo siguiente: ARTÍCULO 2.- La Universidad de Costa Rica goza de independencia para el desempeño de sus funciones y de plena capacidad jurídica para adquirir derechos y contraer obligaciones, así como para darse su organización y gobierno propios. Su régimen decisorio es democrático y por consiguiente en ella las decisiones personales y colectivas se realizan con absoluta libertad.

Al respecto, cabe resaltar dos cuestiones que me parecen importantes: ¿Qué entiende la Universidad por democracia? Si de otro modo a la hora de escoger la máxima representación —Rectoría y miembros del Consejo Universitario— solo algunas personas pueden incidir en el voto. Habría que reformular la noción de democracia y hacerla participativa en todos los sentidos, más si en el artículo primero se dice que somos una comunidad, pareciese que los que no votan son inquilinos de visita. Por lo que la universidad que defiende el humanismo queda un poco rezagada con lo que se dicta en la norma. Es interesante porque cuando se hace mención del término comunidad, es de entender que hay un grado participativo importante de las personas que conforman la institución, sin embargo, pareciese que somos la mayoría los inquilinos temporales de la institución. Esa búsqueda del bien común que debe ser baluarte se invisibiliza, lo que pareciera entonces que no es cierto que si votan unos pocos para definir quiénes serán las autoridades universitarias, estemos ante una real democracia, pareciera que es más bien una democracia que selecciona quiénes deciden y quiénes no, a pesar “meter en un mismo saco” a docentes, estudiantes y administrativos como miembros de la comunidad universitaria.

Los diálogos de Platón sostuvieron que en las decisiones de la polis cualquier sujeto podía incidir, podía participar y la Universidad como un centro con un cúmulo de conocimientos puede generar mecanismos que faciliten la participación democrática, en términos reales. Recordemos, entonces, tal como lo establece el artículo primero de nuestra pacto base normativo, que la Universidad de Costa Rica es una institución de educación superior y cultura, autónoma constitucionalmente y democrática, constituida por una comunidad de docentes, estudiantes y personal administrativo. Somos muchos los involucrados, de modo que muchos debemos tomar partida en las decisiones, quienes a su vez debemos estar debidamente representados como consecuencia de nuestro voto. El siguiente apartado abre la discusión de reflexionar las distintas nociones de comunidad y cuál se puede apegar a nuestra UCR

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