Opinión

La tentación trumpista en Costa Rica

La nueva tendencia de los grupos conservadores a nivel mundial de tratar de culpar a los migrantes de las desgracias de los Estados parece extenderse

La nueva tendencia de los grupos conservadores a nivel mundial de tratar de culpar a los migrantes de las desgracias de los Estados parece extenderse. La crisis de refugiados en Europa, provenientes principalmente de Siria, acrecentó el tono antiextranjero en los discursos políticos, generando olas de xenofobia en todo el continente. Sin embargo, dichos discursos que parecían aislados en el plano electoral, tuvieron una repercusión en las pasadas elecciones estadounidenses en donde Donald Trump, cual hombre espectáculo que es, supo aprovechar el foco de la atención para posicionarse con un discurso populista, en el cual los temas contra la migración se tornaron el centro de la campaña. Esto generó dentro de Estados Unidos este sentimiento xenófobo, que, en pleno siglo XXI, parecía erradicado, pero únicamente era un monstruo dormido que necesitaba de un liderazgo que le permitiera salir.

El discurso contra los migrantes fue parte del éxito de Trump, contra cualquier pronóstico racional. El populismo trumpista, que pareciera calar en la ciudadanía a escala internacional, hace que los problemas asociados a la seguridad, situación financiera, condiciones laborales y sanitarias, entre otros, sean vinculados a la presencia de migrantes. Ante esto, se genera en la clase política la tentación de caer en esta tendencia y tomar acciones en contra de este grupo, justificándose en las problemáticas previamente mencionadas.

En el caso de Costa Rica, uno de los asuntos que ha tenido que afrontar este gobierno es precisamente el tema de la migración. La “normalización” de las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con Cuba, así como la campaña electoral marcada por la retórica de Trump, son algunos de los factores que hicieron que el paso de migrantes por Centroamérica se incrementara de manera atípica, y generara una problemática regional sin precedentes. La oleada de cubanos a principios del año 2016, los cuales se quedaron “varados” en la frontera con Nicaragua, la crisis de los africanos y cubanos detenidos en la frontera tico-panameña y los múltiples intentos para encontrar una solución regional, han generado que el tema de la migración fuera puesto de nuevo en la discusión política. En este caso, el presidente de la República, Luis Guillermo Solís, y el Canciller, Manuel González, lideraron esfuerzos para mitigar la crisis y dar una solución humanitaria, situación que fue reconocida en el plano internacional.

Ante esto, ya nos advertía Constantino Urcuyo (http://www.ciep.ucr.ac.cr/index.php/ bloghablemospolitica/37-copiones), sobre la posibilidad que algunos candidatos copiaran la demagogia de Trump en la próxima campaña electoral, y el tema antimigratorio se convirtiera en uno de los ejes de esta. Sin embargo, el primero que cayó en la tentación de seguir el populismo trumpista fue el mismo presidente Solís, al afirmar que los extranjeros indeseables serían expulsados del país. Como acto seguido, autoridades del Ministerio de Seguridad Pública han hecho alarde del arresto y expulsión de extranjeros que son considerados peligrosos, sin que medie proceso judicial alguno.

El tema de la migración debe tratarse en la próxima campaña electoral. Las crisis de grupos en tránsito por Centroamérica en busca del sueño americano no se detendrán en un futuro cercano, y es vital establecer planes de cómo atenderlas de forma humanitaria. ¿Se justifica cerrar las fronteras aduciendo problemas presupuestarios, limitantes sanitarias o riesgos para la seguridad ciudadana, o inclusive la seguridad nacional? La respuesta a esto no debe verse con intereses electorales o sectoriales, sino desde una perspectiva integral.

Junto a esto, las tensas relaciones con el gobierno de Nicaragua y el imaginario creado en contra de los nicaragüenses, genera un discurso xenófobo contra esta población, sin reconocer los aportes hechos a nuestra cultura, economía y vida en general. En nuestro caso, es casi un deporte nacional achacar los problemas de gestión, históricos en las instituciones costarricenses, a la población migrante nicaragüense, además de asociarlos con la delincuencia común, siendo este una consecuencia estructural del modelo de desarrollo asumido por Costa Rica.

Estos dos temas (crisis de migrantes de paso hacia Estados Unidos y los imaginarios creados contra los nicaragüenses) son un caldo de cultivo para discursos electorales populistas y demagógicos, generando en la población un sentimiento xenófobo, al crear un enemigo común al cual es posible culpar de los problemas ordinarios que como sociedad no hemos podido solucionar. Incluso desde ya, aun cuando la campaña no ha calentado de manera mediática, pareciera que el tema de la migración se ha posicionado (como debe ser) pero las respuestas y los discursos que se han visibilizado se muestran cargados de xenofobia y soluciones simplistas que se reducen al control de migrantes y su posible expulsión. El reciente posicionamiento del Gobierno no hace más que dar más insumos a un discurso que no le hace bien al país, sino que exacerba el odio que, como en Estados Unidos, puede tener consecuencias no deseables a corto y mediano plazo.

Hago mías las palabras del Dr. Urcuyo: “Las fuerzas sociales y políticas responsables deben denunciar esta peligrosa maniobra electorera. Hay que seguir las palabras del Papa criticando la demagogia populista que alimenta el temor por los migrantes, frente a quienes  los estigmatizan como indeseables y anuncian severidad, la fórmula de Francisco es generosidad e integración.” Sumo a esto que, acorde con la imagen y el posicionamiento histórico de Costa Rica, en defensa de los derechos humanos y de la dignidad humana, intrínseca a todas las personas por igual, sin importar la nacionalidad o su estatus migratorio, se deben buscar soluciones que garanticen a las poblaciones migrantes, sean de paso o que buscan establecerse en el país a aportar con su trabajo y voluntades, encontrar mejores condiciones de vida, el respeto a su dignidad humana.

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