Opinión

La señal del NO

Comparto mi percepción acerca del mandato que el 1º de abril la mayoría del pueblo elector concedió a Carlos Alvarado, el cual_no_es_un_cheque en blanco

Comparto mi percepción acerca del mandato que el 1º de abril la mayoría del pueblo elector concedió a Carlos Alvarado, el cual no es un cheque en blanco.

  1. Después de tres meses de campaña electoral virulenta, donde se abrieron heridas profundas que abonaron la polarización ideológica entre demócratas de distinto matiz y fundamentalistas religiosos de corte pentecostal, apoyados además por otras confesiones (incluida la alta jerarquía y una parte de la feligresía católica), repulsa escuchar a periodistas de la tele diciendo que, una vez elegido el Presidente y aceptada la derrota por parte del contendor, aquí, en la feliz Costa Rica, no ha pasado nada y todos hermaniticos; que lo que sigue es perdonar y sanar las heridas. Ni los niños se rigen por esa lógica tan infantil. Hágale daño a un niño a ver si lo olvida durante su vida. Cierto que hay que buscar el camino de la paz y la convivencia armoniosa, pero eso no se logra mediante un acto de magia o exorcismo moral. Hay que dialogar y llegar a acuerdos, pero que cada palo aguante su vela. Además, en política parece saludable la discusión fundada en el conocimiento compartido con las mayorías y que sean estas las que refunden el orden del honor vilipendiado.
  2. Dado el caso de una crisis de gobernabilidad –como la que hoy sufre Costa Rica–, si el “contrato social” (Rousseau) vigente no garantiza el buen vivir de la nación, el soberano debe reformular la Constitución política mediante un proceso constituyente, que puede incluir el método de la rebelión (Rousseau), como sucedió con el Combo ICE en el año 2000. Confío en que el sano juicio y la intuición política de Carlos Alvarado le permitan ser prolijo en dicha necesidad histórica.
  3. Por más de tres décadas la mayoría del pueblo costarricense ha reiterado una señal política que podemos resumir en el rechazo al asalto neoliberal del Estado benefactor, impulsado por la II República con base en la Constitución de 1949. Dijimos NO a los PAEs impuestos al tercer mundo por el neoliberalismo global de Reagan y Thatcher en la década de los 80; NO al arrebato del régimen de pensiones del magisterio a mediados de los 90; NO al Combo ICE en el 2000 y NO al TLC en la primera década del nuevo siglo. Hoy hemos dicho NO al fundamentalismo cristiano y su “teología de la prosperidad”, eligiendo al candidato de un partido laico.
  4. Ojalá los besos y abrazos de la victoria electoral y las buenas intenciones de formar un gobierno pactado con diversas fuerzas políticas le rindan al nuevo Presidente y que de esa manera Costa Rica supere la profunda crisis social, económica y moral que vive; pero no debemos olvidar que la realidad es ajena a las ilusiones, que es necia y siempre se impone.
  5. No obstante mi incapacidad mística de mover placas tectónicas, sí me atrevo a prever que, mientras se siga maquillando la base estructural de la democracia tica con remiendos paliativos a la crisis de un sistema político neoliberal que hace aguas y mientras no se toquen los cimientos del poder que oprime al débil y depreda a la naturaleza, la señal del pueblo en hervidero trocar.
  6. Caso de que la ingobernabilidad se imponga como realidad tozuda, el pueblo sabrá reclamar su derecho a construir un nuevo orden constitucional enmarcado en otro mundo posible, donde la economía pase del crecimiento capitalista global a una economía amigable con la justicia social y con la naturaleza; es decir, a la ecoeconomía socialista.

Para concluir, podría asegurar que no faltarán burgueses o pequeñoburgueses neoliberales, o fundamentalistas religiosos, que me etiqueten de “comunista” por lo planteado. Tal honor tendría poca importancia si no fuera porque en sus discursos viscerales de la campaña política pasada metieron en el canasto comunista al PAC, al Frente Amplio, a los curas que se oponen al neoliberalismo, a los sindicatos, a los ecologistas, a los diversos sexuales, a los “chancletudos” universitarios, a los campesinos que quieren sobrevivir de la tierra y a las trabajadoras domésticas que luchan por el reconocimiento de su labor.

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