Opinión

La regionalización universitaria como mecanismo de desarrollo y nuevas oportunidades para la sociedad costarricense

La regionalización de la educación superior ha significado, para mí, el soporte en el cual me permitió desarrollarme profesionalmente, viniendo de una familia humilde de San Isidro de San Ramón me ofreció otras oportunidades.

En el año 2000, ingresé a la carrera de Ingeniería en Industrial en la Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica, la primera vez que se impartía la carrera en esta sede y el primer año que se impartía una carrera de ingeniería fuera de la Sede Rodrigo Facio. El escenario idóneo para esta combinación de aspectos no podía ser otro que la primera sede regional con que cuenta la universidad.

Al ser de la primera promoción, fui testigo de las dificultades para hacer realidad la idea de llevar una ingeniería fuera de la sede central, algunos de los cursos se impartían de manera anual, algunos laboratorios debían llevarse en San Pedro porque en la sede no había, a veces había dificultad para contar con profesores que impartieran los cursos. A la postre de estas situaciones existió el compromiso de un grupo de docentes en llevar adelante esta propuesta, como los ingenieros José (Pepe) Roig Oller, Giovani Sancho, Francisco Bogantes, María José Chasseoul, entre otros. A lo cual, tenemos que sumarle el ímpetu de estudiantes de San Ramón, Palmares, Esparza, Orotina, Zarcero, Liberia y Upala con deseos de ser profesionales, en la mayoría de los casos, los primeros en su familia.

Años más tarde, para el 2007, mientras daba los primeros pasos a nivel laboral, la Escuela de Ingeniería en Producción Industrial del Instituto Tecnológico de Costa Rica tuvo la iniciativa, con un grupo de profesionales de la zona de Puntarenas (lugar donde trabajaba y residía en ese momento), de impartir la maestría en Sistemas Modernos de Manufactura, oportunidad que no desaproveché porque es difícil acceder a un posgrado de tu área profesional fuera de la Gran Área Metropolitana, si no estás dispuesto a sacrificar un número cuantioso de horas al volante.

Expongo el caso que conozco de primera mano, el mío. Y aunque menciono a Ingeniería Industrial estoy seguro de que es la misma situación para el resto de carreras que se encuentran en las diferentes sedes regionales de nuestras universidades públicas e incluso las privadas. Porque este tipo de modelo acerca las oportunidades, que de otra manera serían muy difíciles de alcanzar, a los estudiantes, porque reducen los gastos por alimentación, desplazamientos y alojamientos, se brindan becas socioeconómicas y ofrecen herramientas tecnológicas como laboratorios y equipo. Elementos relevantes, considerando que las localidades donde se ubican las sedes regionales son zonas con bajos índices de desarrollo humano.

Las empresas de la zona disponen no solo de profesionales altamente calificados, sino que los estudiantes en los diferentes cursos realizan proyectos, que poco a poco nutren las organizaciones de nuevo conocimiento, lo que mejora su desempeño y les ayudan a afrontar los retos del mercado actual. Se convierten en empresas maduras que crecen y ofrecen más empleo en la región.

A nivel de sociedad, esta accesibilidad aumenta las posibilidades de contar con líderes para nuestro país, esos individuos únicos, quienes hacen la diferencia entre las masas y que no necesariamente se encuentran donde está la mayoría, pero quizás necesitan tener acceso a educación de calidad para que puedan desarrollar sus habilidades para el bien común. Y es que la mayoría de los egresados de las sedes regionales se abre paso en los principales mercados del país porque cuentan con las herramientas para ser competitivos no solo en sus regiones sino en cualquiera que requiera profesionales con su perfil.

La regionalización de la educación superior ha significado, para mí, el soporte en el cual me permitió desarrollarme profesionalmente, viniendo de una familia humilde de San Isidro de San Ramón me ofreció otras oportunidades. Este tipo de movilidad social no está disponible en cualquier lugar y debe ser valorado en tiempos donde se discute de manera mal intencionada y en favor de los intereses de los de siempre, esos a los cuales les interesa que no avances, que no tengas oportunidades; por ende, la efectividad y el desempeño de las universidades públicas de nuestro país. Siempre hay espacio para la mejora, pero no para la destrucción. 

Comparto esta situación no por quienes tuvimos acceso a la regionalización universitaria, sino para que más personas sigan teniendo acceso a esta. Actualmente formo parte del cuerpo docente de la Escuela de Ingeniería en Producción Industrial del Campus Tecnológico Local de San Carlos del Instituto Tecnológico de Costa Rica y soy testigo como año a año se incorporan a la sociedad nuevos profesionales con altos valores y conocimientos, estos profesionales vienen de localidades con problemas de pobreza y empleo, y la Universidad les ha ofrecido nuevas oportunidades.

Las universidades públicas han jugado un rol preponderante en la historia de Costa Rica y particularmente hoy rescato el aporte de la regionalización como herramienta de movilidad social, no para una zona geográfica en particular, sino como país. Todo ello resulta importante en estos momentos que nos encontramos inmersos en tiempos complejos con una pandemia, donde algunos encuentran en esta situación una oportunidad para hacer negocios con nuestro estado de derecho, con el legado y herencia de quienes años atrás apostaron por la educación, basándose en argumentos que no demuestran otra cosa que desconocimiento. Esta es solo una pequeña experiencia de muchas, donde la universidad pública ha colaborado en brindar nuevas oportunidades a la sociedad costarricense, que merecen ser visibilizadas y que se deben perpetuar en el tiempo.

 

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