Opinión

La Rectoría de la UCR y la desinterinización

La Rectoría de la UCR ha anunciado por medio de la resolución R-335-2017 la parte final de su “Plan Institucional de Desinterinización

La Rectoría de la UCR ha anunciado por medio de la resolución R-335-2017 la parte final de su “Plan Institucional de Desinterinización”, evento que se encuentra ligado con la evidente visibilidad de un problema tan grave, y que ha retomado su fuerza en la agenda de la Universidad desde hace algunos meses atrás. Es importante remarcar que estos hechos se encuentran ubicados en el contexto de la fundamental presión ejercida por un grupo de funcionarios interinos organizados en el grupo “Personas Interinas de la Universidad de Costa Rica”, que se han convertido en un espacio esencial para retomar valientemente la lucha por una condición laboral decente que supere la condición obscena que viven cientos de trabajadores de la Universidad.

¿Qué se puede comentar sobre la resolución de la Rectoría? Se trata de un documento dividido en seis partes que traslada una serie de responsabilidades a la Vicerrectoría de Administración y a la Oficina de Recursos Humanos, pero que sigue ignorando asuntos fundamentales de fondo. Sin tomar en consideración esos asuntos el problema del interinazgo continuará sucediendo de manera inevitable. Desde mi perspectiva, y de manera breve, estos asuntos son los siguientes:

En primer lugar, el establecimiento de concursos en propiedad no resuelve en sí mismo el problema porque estos concursos son abiertos, es decir, cualquiera puede participar, sea interno o externo a la Universidad. En este caso, los interinos que están adentro de las unidades académicas no tienen ningún tipo de prioridad, lo cual es absurdo e injustificado. Existe un aforismo jurídico que señala “primero en tiempo, primero en derecho”. Si los interinos tienen años de estar laborando en una unidad es porque han demostrado con creces ser competentes para las labores, y no es justificable moralmente mantener el interinazgo.

En segundo lugar, las unidades académicas de la Universidad son autónomas e independientes de la rectoría. Es cierto que estamos dentro de una Universidad con estructuras jerárquicas, pero por más que haya disposiciones de la rectoría presionando para reducir el interinazgo, los directores de las unidades académicas pueden obstruir este proceso. En este caso, la rectoría tendría que pensar en medidas de presión y de coacción frente a este problema concreto, porque, aunque pudiera concederse la virtud de la rectoría, el curso del mundo la aplasta.

En tercer lugar, y esto es fundamental, la Universidad tiene que pensar todo su modelo salarial y de remuneraciones. Es un hecho insostenible que los académicos ubicados en las categorías de asociados y catedráticos (así como en sectores administrativos) ganen salarios por encima de los $10.000 mensuales. Esto es absurdo, desubicado y no corresponde a la realidad económica costarricense, ni tampoco a la realidad de las estructuras salariales de los académicos en América Latina. Con una parte del salario de un solo miembro de esta élite privilegiada podría perfectamente financiarse el salario de dos profesores instructores. Esto es escandaloso en términos morales y parece reproducir el esquema ruinoso a nivel nacional de distribución de la riqueza: cada vez más recursos en las manos de menos ciudadanos. No es permisible que una institución que se dice en el discurso defensora de la justicia social luego se comporte de manera retrógrada con sus propios trabajadores.

Estos asuntos anteriores son urgentes de ser considerados a profundidad. Quizás, lo más prudente hoy en día sea la acción de instalar el debate impostergable sobre la refundación de la Universidad, es decir, la construcción de un modelo universitario fundado sobre la premisa de la justicia laboral a lo interno, donde el interinazgo sea una excepción especial; pero no la regla general como sucede en el presente. Una universidad donde se pueda superar la oprobiosa condición de un plantel académico y administrativo sin derechos, sin voz, sin posibilidad de influir en la vida pública de la Universidad, y en donde los salarios se distribuyan de una manera más equitativa; claro está, sin desconocer los méritos individuales de cada quién. Es posible que solo mediante una reforma estructural y profunda de la Universidad de Costa Rica sea posible alcanzar un verdadero proceso de desinterinización.

 

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