Opinión

La mezquita de Sancta Sophia

En el año 1453 el Sultán Mehmed decidió convertirla en mezquita. Durante este período, desde el año 1453 y hasta 1931, se le agregaron elementos islámicos tales como los 4 minaretes, el mihrab y el minbar.

La antigua Basílica de Sancta Sophia, cuyo nombre no corresponde al de alguna santa llamada Sofía sino a la traducción en griego de: “la Santa Sabiduría”, ha tenido una historia particular e interesante desde su inauguración en el año 360 como catedral ortodoxa-bizantina.

Esta enorme y bella obra arquitectónica ostentó ser la mayor edificación de culto durante 1000 años. La misma contiene gran cantidad de obras de arte así como reliquias de santos.

Con el paso del tiempo y durante los años 532 y 537 fue utilizada como iglesia por Justiniano el emperador bizantino, la misma fue sede del patriarca de Constantinopla por casi 1000 años.

En el año 1453 el Sultán Mehmed decidió convertirla en mezquita. Durante este período, desde el año 1453 y hasta 1931, se le agregaron elementos islámicos tales como los 4 minaretes, el mihrab (nicho que indica hacia dónde se dirige la oración) y el minbar (lugar en el que se coloca el imán para dar los sermones).

En el año 1931, el gobernante Ataturk o padre de Turquía implentó grandes cambios para hacer de su país una nación moderna de acuerdo con los lineamientos de la época. De esta manera cambió, por ejemplo, los signos del idioma turco transcribiendo al abecedario latino con algunos signos extra para resaltar la fonética y acentuación del mismo.

Dentro de esta coyuntura decidió convertir lo que era la mezquita de la Sancta Sophia en museo, rango que mantenía hasta el 10 de julio del presente año en donde se firmó el decreto avalado por el Dinayet o Autoridad de Asuntos Religiosos para otorgarle de nuevo la calidad de mezquita, calidad que ya había mantenido durante 477 años. Con ello aseguró que la antigua catedral que fue declarada patrimonio histórico de la humanidad por la Unesco en el año 1985 no será cerrada a los visitantes ni sufrirá cambio o daño alguno a su arquitectura y ornamentos no islámicos.

Aun así, el mundo occidental se encuentra sumamente preocupado por la decisión tomada durante el gobierno de Recep Tayyip Erdogan, pues asegura que resulta un retroceso a la agenda de apertura seglar que se espera del país para la total adhesión a la Unión Europea y una flagrante violación al patrimonio histórico.

Si bien es cierto, los musulmanes no practican la veneración de imágenes de personas, animales o cosas, sí comprenden la importancia de respetar la catedral de Sancta Sophia para conservarla tal y como se encuentra. Tanto es así que la mayor parte de los opositores del gobierno de Erdogan se encuentran a gusto y comparten la decisión.

De la misma manera en que la Mezquita Azul en Estambul se encuentra abierta al público, el gobierno de Erdogan ha asegurado que la ahora mezquita de Sancta Sophia tendrá la misma condición, salvo en el período de las 5 oraciones diarias islámicas, las cuales no pasan de 15 minutos por vez o en su defecto, durante el jumoa, que equivale a la misa dominical de los creyentes católicos y con una duración semejante.

El rechazo de occidente a la decisión muestra cierta hipocresía en el sentido de que muchos países europeos, por falta de creyentes, han convertido sus templos en museos, pero si quisieran regresarlos a su estado original nadie lo vería como un problema sino como un símbolo de libertad. Criticar la decisión de un país con el 96% de la población con creencia islámica resulta, además de una injerencia provocadora, una flagrante violación a la tan defendida por occidente “libre determinación de los pueblos”.

Este hecho, sin embargo, no significa que no se deba permanecer vigilantes para asegurar el resguardo del patrimonio histórico de Turquía, sino el del mundo entero, algo que obviaron los que ahora critican la decisión del gobierno turco durante la invasión de Estados Unidos de Norteamérica a Iraq. Ahí realizaron todo tipo de saqueos de patrimonios históricos de la humanidad y ante los cuales se hicieron de la vista gorda, o peor aún, fueron cómplices de hecho o por omisión. Ese patrimonio se perdió para siempre en manos de coleccionistas privados.

Finalmente, islámicamente es prohibido de manera tajante negar la entrada a cualquier persona, sea musulmana o no, a las mezquitas. El Corán también es muy claro cuando advierte sobre dañar la estructura de cualquier mezquita o negar la adoración de Dios: “¿Acaso existe alguien más inicuo que quienes prohíben que en las mezquitas de Allah se mencione Su nombre y pretenden destruirlas? Estos son quienes deben entrar en ellas con temor. Serán humillados en este mundo y en la otra vida recibirán un castigo terrible” Corán 2:114.

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