Opinión

La lista criolla, quién sigue

Parafraseando a un mafioso empresario político mexicano, no hay político pobre, y el que lo es, es porque es un tonto.

Parafraseando a un mafioso empresario político mexicano, no hay político pobre, y el que lo es, es porque es un tonto.

No sé si capté bien, pero el tipo, respetable por su maquillaje porque limpia su imagen con dinero mal habido al amparo de las leyes y del lado sucio de sus actividades, sabía por él lo que decía, significaba que sus palabras eran el resultado en síntesis de conocer los baños termales de restos fecales de su sociedad, por extensión, a otras del mundo.

El tipo del que hablamos parece que algo conoce de la materia de su interés, considerando que es su plato de juego de todos los días y noches, así que habría sabido moverse en el medio acuoso de aguas residuales y negras, el remar entre los nudos y tejidos del entramado, aprender todos los días de las trampas del negocio de la política y de quienes están detrás de sus enlaces de profesión en partidos y componendas empresariales, con el aullido de otros piensos mejor conocidos como grupos de presión o gerencias camufladas para negocios de la cosa pública en privado. El mismo carrusel, circos y monedas para los del tablado.

La práctica pone los encajes al oficio, no la maestría para servir bien a la sociedad sino para obtener ventajas del puesto y el asunto que se tenga para negociar en agenda, de ahí que pareciera que los más habilidosos aprenden a jugar con todo lance de gambetas y tiros a marco. ¿Quiénes son? La ficha del asiento que ocupan y los susurros debajo de la mesa están frente a nosotros. Unos llegan, otros salen, son los mismos y los nuevos mismos y mismas de siempre, ¿quién sigue? Orden en la fila, por favor. Si alguien quiere saltar a los primeros lugares y tomarse la foto, muestre su padrino y madrina política.

Entrar en esa alfombra de privilegios es una decisión lúdica, mostrarse, lucirse para los otros, racional porque le pertenece a cada persona que se ubica entre las fichas y colores del paraíso de felicidad que ofrece a lontananza. No hay político pobre, el que sabe acomodarse, monta su fortuna en la carta del caballo del pueblo.

Pero la moda es que ahora los maripadrinos colocan a una persona jovencita, que no sabe hablar pero sí obedecer y tener segura una pensión vitalicia por solo cuatro años de figuración en el primer poder de la República, y así seguirán con haber pegado la lotería en el partido que la coronó para que fuera reina sin concurso. Y de los cristianos Dios nos libre, porque todos son presidenciables, tienen la palabra en su libro sagrado del diezmo, donde la hermandad es cuenta bancaria y buena vida.

¿Quién sigue? Los candidatos a la silla presidencial deben depositar una fuerte cantidad de dinero para ser tomados en cuenta, las diputaciones se rifan moneda en mano, las filas se reducen a los que aflojan millones, aun con el riesgo de no ser seleccionados y bendecidos por la bandera y el color de la comisión, la política como negocio. O algún motel donde zanjar placeres para firmar cartas de recomendación.

Mientras tanto, los tontos útiles de izquierda, derecha, centro, centro a la gambeta, tiro a marco en curva, la pedrada, todos y todas quieren el mismo hueso flaco, pero curiosamente cuatro años después salen gordos y gordas, ¡pobres…!

Lo raro, lo extraño, lo que realmente sorprende como una coincidencia universal es que todas y todos terminan su gestión indigestando al país, pero con la nostalgia de volver, ahora con más experiencia, manos de seda, más cálculo.

Yo también quiero, pero tengo un problema, no puedo dejar de ser honrado. Estoy condenado a la solidaridad de un exdiputado comunista que tenía una pensión millonaria y pensaba en lo mal que lo estarían pasando los pobres, ¡volver!

Ah, no se deben mencionar las listas negras que de manera invisible se llevan en los partidos y en las políticas de los políticos, esas que ordenan evitar a aquellos seres humanos que se atrevan a señalarlos como parte de la podredumbre y la impunidad que vive el país. A mayor impunidad mejor el negocio de la política y los que son profesionales en vivir de su hueso flaco, ¡pero que de tanto lamerlo engorda, sí que engorda!

¡Fila, fila! ¿Quién sigue?

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