Opinión

La guía perversa de Óscar Arias

Una cierta expectativa había venido en alza, con motivo del mensaje en cadena nacional que el expresidente Óscar Arias Sánchez

Una cierta expectativa había venido en alza, con motivo del mensaje en cadena nacional que el expresidente Óscar Arias Sánchez dio el pasado lunes 19 de setiembre a las 8 p.m. Desde meses atrás, la tensión entre esta figura pública y el también expresidente José María Figures, por la candidatura presidencial del Partido Liberación Nacional, ha provocado una cobertura mediática mayor que el interés general de tal decisión; una cobertura que pretendía además anunciar al próximo candidato en un lugar cercano al del próximo presidente, en un tono que se traducía en algo así como “nadie podrá contra alguno de estos dos grandes”, que me parece, se posicionó con fuerza. La mencionada tensión se rompió cuando Arias Sánchez dio un paso atrás en sus intenciones de optar por tercera ocasión a la presidencia, pero ¿qué clase de retiro fue?
Objeto de merecimiento. Cual si se tratara de uno de esos ofertantes profesionales de productos chatarras, Óscar Arias en su mensaje a los costarricenses trabajó entre líneas lo lamentable que era para el pueblo de Costa Rica su retiro de la candidatura; la diferencia radica en que el ofertante nos hace sentir culpa por el producto no comprado, mientras que el expresidente, posicionado como objeto de rescate de la Costa Rica perdida, abre un espacio de incertidumbre y desamparo ante su renuncia, espacio que él mismo se encarga de cerrar posteriormente.
Guía perversa. Tras hacer una lista de los logros monumentales en materia internacional durante sus gestiones, y pretender una comparación con Mahatma Gandhi, Óscar Arias acude al desamparo del país instando a los jóvenes a una participación política clásica, e insistiendo en el surgimiento de un nuevo liderazgo que paradójicamente conoce a pesar de su inexistencia, es una forma de conocimiento oracular. De tal forma, el expresidente suple la desolación política de los costarricenses, ejerciendo un consejo que se confunde peligrosamente con el mandato, y permite extender su presencia a pesar de la renuncia de su candidatura, esto es posible entenderlo como una suplencia heredada de poder, que se legitima a partir de esta renuncia.
El movimiento descrito cierra algo de la culpa anteriormente planteada; si no es Arias Sánchez quien merecemos, al menos será quién este desee, aquí radica lo perverso de esta guía. El elegido como nuevo “líder”, que hasta ahora parece ser Antonio Álvarez Desanti, contará con la protección en términos de saber de aquel que guía el deseo de los electores, de la figura de Arias que persiste en sobrevivir a su propia renuncia. En todo esto, el impulso democrático y la muestra de grandeza del Nobel de la Paz quedan cimentados, aumentados y legitimados; tal como dirá el propio Kevin Casas refiriéndose a la decisión de Arias “Ganar las elecciones lo hace cualquiera. Renunciar al poder solo lo hacen los grandes”. Contrario a esto, estamos lejos de un ejercicio de renuncia del poder, es acaso, una forma fantasmagórica de su ejercicio, un reposicionamiento.
Optar por la pregunta. La incertidumbre política es un espacio de carencia de verdad, de inconsistencias de saberes. En ese tambaleo existencial de lo común y lo representativo, es posible que surja el acontecimiento como aquello que ante la carencia de certezas, concatene hacia lo inédito, hacia un nuevo ejercicio de la política. Sin lugar a dudas, el acontecimiento no es parte del ajedrez político de los pensadores liberacionistas y neoliberalistas del país, grupo en el que Arias tiene un peso importante. Estos en cambio, optan por profetizar los nuevos surgimientos, por guiar falazmente formas de cambio que nada tienen que ver con la transformación, aunque trabajen incesantemente en las formas de ese supuesto cambio. Tomar distancia de estas estrategias, permite replantear el ajedrez político y conservar la ficha capaz de hacer surgir la pregunta necesaria, la que tambalee tanta injusticia y cinismo.

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