Opinión

La desmoralización en las ciencias

Esa terrible falta de moral que hoy afecta a casi todas las profesiones, la vemos tan común, como usuarios de servicios que atañen a ellas

¡Enfermera, aliste inmediatamente el quirófano para operar! -¿Pero, qué es lo que tiene el paciente? -Pregunta muy sorprendida la enfermera -¡Mucho dinero! -Responde el doctor de forma terminante.

Esa terrible falta de moral que hoy afecta a casi todas las profesiones, la vemos tan común, como usuarios de los servicios que atañen a ellas, que ya no nos preocupa el fenómeno en sí, sino que lo tomamos por un hecho; pero antes de aceptar de buenas a primeras el dictamen del médico, del abogado, del farmacéutico, del ingeniero, del veterinario, del dentista, del psicólogo, etc., tratamos de defendernos en lo posible ya sea con un regateo sobre el precio; con un segundo criterio; con el consejo de un amigo… Porque ya no podemos confiar, con tanto “profesional” sinvergüenza.

En una forma genérica, el asunto comienza cuando una ciencia, a través del uso humano de sus fines y beneficios prácticos para la comunidad, tiene la “posibilidad” de apartarse de la verdad. Aunque pareciera un absurdo, pretender que una ciencia pueda apartarse de la verdad, cuando sabemos que el objeto de todo conocimiento es, en teoría, precisamente honrar la verdad. Pero en la práctica actual, eso sucede lamentablemente con más frecuencia de lo esperado.

En la Ciencia Política, por ejemplo, sin ir a su origen, allá en La India o en la Grecia antigua, antes de Platón y Aristóteles; y para lo que aquí nos interesa, esa separación entre ciencia y verdad se dio en forma abrupta, con la obra de Maquiavelo en el siglo XVI. De ahí parte mucho del sustrato de la Ciencia Política, respaldado por “manuales” autorizados, sobre cómo el príncipe, el político, “debe” apartar su ciencia de la verdad, y con ello de la moral vigente para lograr sus objetivos; entre otros, la obediencia y avasallamiento de los pueblos para la conquista o el mantenimiento del poder. Aquí se llega al extremo de que la verdad, que normalmente va de la mano de la moral, es doblegada ya desde el marco doctrinario, científico y académico de esta “ciencia”. La consecuencia práctica ha sido un político inmoral de pies a cabeza y dispuesto a decir solo la mentira, toda la mentira y nada más que la mentira.

Pero en otras ciencias “más humanas” en su fin último, la pérdida de la verdad y de la moral, no ocurrió tan abruptamente desde su entorno científico y académico, sino que avanzó paulatinamente hasta lo que tenemos hoy, que no es otra cosa que la prestación de servicios, derivados de un contenido científico, pero manipulables por las pasiones de cada profesional, o por los intereses de las grandes empresas de salud, jurídicas, periodísticas, farmacéuticas, etc. ¡Tan lejos a veces de la verdad académica, científica y moral de cada disciplina!

Conforme avanza la ciencia en seriedad y profundidad y se integra al estudio formal y universitario, para forjar profesionales que la representen y den un servicio a la comunidad, va adquiriendo también, desde fuera de su objeto científico, otras reglas que tratan también de regularla en ese servicio público. Se incorporan leyes de mercadeo, competencia, con todos los parámetros económicos y sociales; de tal manera que en su recorrido, desde el aprendizaje científico puro, hasta la prestación del servicio por el humano corrupto, sucede entonces lo que creíamos imposible: La ciencia, sinónimo de verdad, en su servicio público, se transforma en mentira y en falta de moral.

Hoy las ciencias prestan servicios que “deben” obedecer a aspectos tan subjetivos, como carácter, gustos, anhelos y fantasías de cada profesional por alcanzar riqueza, fama, estatus, y caprichos sociales; deslumbrantes infraestructuras también las paga el usuario; y son reglas o factores que deforman absolutamente el objetivo de cada disciplina y están desprovistos de ética y de moral; cuando menos de la moral vigente que le interesa al usuario; y que consiste en que le digan la verdad acerca de su problema físico, social, jurídico, etc.; al paso que hoy en día no hay ninguna diferencia entre la actitud del médico corrupto del chiste, que a pesar de su amplia formación universitaria inventa un diagnóstico para operar a un paciente y robarle su dinero; y la del mecánico que sin formación ética inventa un daño en la máquina para hacer lo mismo.

 

¡Representan los servicios

derivados de su ciencia,

solo lucro y conveniencia,

sin ética ni moral,

para aquel “profesional”

de utilitaria conciencia.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido