Opinión

La condición humana

En uno de esos saltos imprevistos de la mente este título lo retomo de una novela de 1933,respecto de aciagos acontecimientos en el Lejano Oriente

En uno de esos saltos imprevistos de la mente este título lo retomo de una novela de 1933, respecto de aciagos acontecimientos en el Lejano Oriente. André Malraux refería a Indochina y yo aquí a Corea, pero concluiré como el escritor francés: cuidado con afirmar ser revolucionario… podría resultar todo lo contrario, pisoteando la dignidad humana.

Repito lo que salió en muchos informativos: que un avanzado estudiante norteamericano, de nombre Otto Frederick Warmbier, a finales de 2015 emprendió un viaje a China. De allí, por curiosidad simplemente humana, se le ocurrió viajar con un grupo a Corea del Norte a través de una agencia especializada en excursiones a esta parte. A punto de regresar, fue detenido en el aeropuerto. En un juicio súper expedito, resultó condenado a 15 años de trabajos forzados por “crímenes contra el Estado”.

Ahora bien, a partir de aquí empiezo a comparar al pobre con un belga, de cuyo nombre no me acuerdo, que a la hora del golpe de estado en Chile, de repente fue detenido por el régimen fascista que derrocó al gobierno legítimo. También estuvo recluido, pero al contrario del gringo encarcelado durante por lo menos año y medio, lo fue solo entre el 14 y el 19 de setiembre de 1973; además, las sospechas que pesaban sobre él eran de otra índole: llegado durante el régimen anterior, llevar barba (¡como el Che!) y ser profesor en literatura española medieval (ser docente, es en sí un acto subversivo, porque se enseña nada menos que ¡a pensar!)

En ambos casos, -horror- consta un delito paralelo: robar un cartel de propaganda política. El belga ese, absolutamente disoluto y subversivo, consta todavía por sus pertenencias actuales que efectivamente y por desdén sustrajo un afiche a favor del régimen usurpador: la ventaja es que no lo pillaron en esa sustracción; en el caso de Warmbier, no he podido averiguar de qué afiche se trataba, pero… lo atraparon infringiendo la ley de ese poder militar instalado en el país; y de feria,  igual, era extranjero.

En otro aspecto también consta cierto paralelo: al pobre Warmbier, porque lo devolvieron hecho un vegetal y a los días murió, no cabe sino pensar en bestialidades en contra de su condición humana. Al belga atrevido no le apretaron ni un dedito, pero le consta: el concepto de tortura es muy relativo: entre otros, vivió su encarcelamiento sin cordeles en los zapatos y sin cinturón (supo después: por el riesgo de suicidarse), además, dormía en el suelo y ciertas necesidades, tenía que hacerlas con la puerta abierta, bajo inquisitorial mirado de un “milico” con casco parecido al de los nazis.

Deduzco: respecto de ese régimen coreano aludido, no cabe sino la terrible conclusión de “piensa mal, hasta en lo peor… y acertarás”. Felizmente en el Chile de ahora florece de nuevo la democracia. Amigo Otto: paz a tus restos; te saluda alguien que sobrevivió a esa atrocidad. Con este ejercicio, he pretendido despertar inquietud sobre la condición humana: algo más que estar con vida.

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