Opinión

La biblioteca de la UCR, 1960

En un viejo edificio de madera de una sola planta se alojaba la Biblioteca de la Universidad de Costa Rica, con una sencillez material

En un viejo edificio de madera de una sola planta se alojaba la Biblioteca de la Universidad de Costa Rica, con una sencillez material y documental que difícilmente entiendan las nuevas generaciones.  El piso también era de tablas  y al caminar se percibía fácilmente el crujido de las piezas de madera.   El sencillo mobiliario fue elaborado en el taller de ebanistería institucional, exactamente al costado sur del edificio,   con una rústica calle de por medio.

El Director, don Efraín Rojas raramente se veía  y ocasionalmente pasaba doña Nelly Kooper Dodero, quien entiendo estaba en funciones de catalogación, lo mismo que doña Deyanira Córdoba Sequeira, quien también fuera profesora  del curso de Bibliografía Médica, ofrecida a  los primeros estudiantes de la recién creada Facultad de Medicina.  Es posible  que algunos de ellos  hubieran realizado estudios  de bibliotecología,  pero pocos tendrían una especialidad académica de posgrado, sobre todo porque todavía no se ofrecía la carrera en Costa Rica.

Como no existía el  servicio de estante abierto,  la atención de los estudiantes se realizaba en el mostrador, servido por cuatro personas,  dos de ellas  de bastante edad.  El Lic. Salvador Umaña era muy jovial  y  tenía gran prestigio,  pues había sido Director del Instituto de Alajuela y, por cierto, padre de mi profesor de Bioestadística, don Rodrigo Umaña, quien laboraba en la Escuela de Ciencias Económicas.  Le acompañaba también en el mostrador, don Manuel Murillo, padre de un joven biólogo,  el Dr. Manual María Murillo, quien fuera mi profesor de Ecología.

Del grupo de funcionarios más  jóvenes recuerdo a Luis Hernán Murillo y a Doña Odilie, cuyo apellido he olvidado.  De Luis Hernán conocí  que luego fue bibliotecario del recién fundado Centro Universitario de Occidente en San Ramón y que murió relativamente joven.  Mi mejor recuerdo es de doña Odilie, quien era muy suave en el trato y que más de una vez tuvo la benevolencia de no cobrarme la multa por entrega tardía de libros prestados.  Luego, ya como profesor universitario me la encontré en la nueva Biblioteca, la denominada Carlos Monge, en una sencilla oficina, en un puesto administrativo y no había perdido su amable trato con las visitas.

Un dato interesante es que la incipiente Hemeroteca era de piso de tierra y tenía una rústica  estantería de madera, atendida gentilmente por  la Sra. Martha de Barquero, a quien todos llamaban Martica, esposa de un conocido judoka  de prestigio internacional, de nombre Rafael.  Había un estrecho mostrador de lectura adosado a la pared con simples bancos individuales para los lectores.  Allí tuve mi primer encuentro con los mamotretos llamados Biological Abstracts  y, como dato curioso, Martica me obsequió  varios ejemplares repetidos de la revista Scientific American, posiblemente obsequio de un alma generosa.

Por aquella época que relato, la Universidad de Costa Rica apenas habría cumplido 20 años de su creación y a fe que era de una humildad franciscana, pero los estudiantes de aquella época la recordamos con cariño, sobre todo para los que viajábamos desde la ciudad de  Alajuela, pues era un refugio agradable de lectura, para  llenar los “huecos horarios”.  Así, teníamos ocasión de consultar los libros de texto  que, como era usual en esa época de limitaciones económicas, no podíamos comprar.  Aquella era la época de las máquinas de escribir, cuyo avance eran las IBM “de bolita” y de las calculadoras marca Friden, lo nuevo de la época, pues el fax y la computadora eran todavía logros distantes en el tiempo, pues todavía no afloraba la sociedad de la información.

Actualmente, un  amplio edificio administrativo ocupa el lugar que otrora estuviera la Biblioteca Central de la UCR, pero medio siglo más tarde todavía añoro ese vieja construcción ya desaparecida, por lo mucho que hizo por todos los estudiantes con lo poco que se tenía en aquel entonces, pero con mucho afán de servicio.

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