Opinión

La aporofobia del Estado costarricense y su apoyo a los monocultivos

Para el ser humano no hay nada más hermoso que vivir haciendo lo que amamos, esta es la mayor concordancia entre las personas que vivimos

Pretendo que la gente sea investigadora de su propia cultura en las comunidades´´ (Luis Bruzón).

Para el ser humano no hay nada más hermoso que vivir haciendo lo que amamos, esta es la mayor concordancia entre las personas que vivimos en La Guaria de Pocosol en el cantón de San Carlos: una comunidad pequeña, humilde y de gente trabajadora que ha sufrido a lo largo de su corta historia cómo el Estado costarricenses y sus políticas ´´robustecedoras´´ nos tienen sentenciados mas no condenados a ser los perdedores de la globalización; la clase más empobrecida, los que se  necesitan en año electoral, pero después viene la exclusión, la marginación, el abandono; la aporofobia (dícese del odio, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sinrecursos, el desamparado).

Digo tajantemente políticas robustecedoras porque haciendo una sencilla observación a las directrices estatales de los últimos años, vemos cómo nuestras dos grandes actividades se están privatizando o encaminando a la homogeneización, en medio del apogeo actual de los monocultivos.

En el área de la ganadería, mientras nuestros vecinos del norte solo precisan de una carta de venta, en Costa Rica nos exigen toda una tramitología solo para poder transportar un animal, que va desde permisos del propietario y del transportista del animal, el llamado CVO, permiso emitido por Senasa, sin tal formulario las autoridades pueden proceder a decomisar el cargamento. Si bien son acciones encaminadas a combatir el contrabando, en la práctica lo que hacen es encarecer más los costos de producción. ¿Por qué el Estado regula al productor y no al comprador? Podemos encontrar variables de hasta 800 colones en el precio de carne viva en las subastas ganaderas, que es donde termina más del 80% de nuestro ganado, donde no existe una fijación de precios, dejando la actividad en un completo ajedrez dominado por el comerciante.

En el área de la agricultura, con una actividad más frágil, sensible y con periodos precisos de cegamiento, nuestra actividad está centrada en la producción de granos básicos para la alimentación de nuestras familias, pues proveemos todo el maíz, frijol y arroz que consumimos anualmente y además de la producción de tubérculos para la exportación, pues de esta manera sustentamos las demás demandas que exigen nuestros hogares. Hace escasos dos años la siembra de granos se replegó únicamente al del consumo familiar pues la inestabilidad de precios en el mercado, los altos costos de producción y los embates del cambio climático están socavando esta actividad, por ejemplo, en Costa Rica, la producción de arroz ha disminuido un 32%, los frijoles un 50% y el maíz un 70% en los últimos 30 años.

Hoy los habitantes de La Guaria nos encontramos con grandes amenazas a nuestra cultura campesina. Con el paso del huracán Otto perdimos casi la totalidad de la cosecha, a la fecha de hoy muchos agricultores no hemos podido vender una sola mata de yuca y los pocos que ya han vendido sus cosechas lo hicieron en el ridículo precio de dos mil colones por quintal, lejos de las expectativas y del promedio de los años anteriores. El promedio de siembra se redujo circunstancialmente en más del 95%, pues aún no se ha recuperado la inversión para volver con el rol de la siembra.

Si conjugamos todo este desastre adverso a nuestra actividad con la deficiente política agropecuaria de los últimos gobiernos nos encontramos encaminados a desaparecer y con dos grandes amenazas latentes: el proceso de certificación de semillas y el auge del monocultivo de la piña.

En las políticas más ilustres de los últimos años se encuentra el impulso a la certificación de semillas, proceso mediante el cual se pretende despojar al agricultor de las semillas criollas que han utilizado de generación en generación y obligarlos a adquirir semillas a altos precios cada vez que necesitemos sembrar.

Con todas estas políticas ´´aporofóbicas´´ y propias de los TLC  somos testigos de cómo el Estado está impulsando la homogeneización agropecuaria y el surgimiento de un monstruoso enemigo de la cultura campesina y del medio ambiente: los monocultivos, piñeras, en nuestro caso.

 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido