Opinión

Junta de notables, ¿y el diálogo ciudadano?

Retomo las ideas fundamentales del artículo que se me publicó en este medio_a_mitad_del_período de gobierno de doña Laura, cuando nombró su Junta de Notables

“El diálogo es la única manera razonable e inteligente de resolver las diferencias y conflictos de intereses, tanto entre los seres humanos como entre las naciones. Es imperativo promover una cultura del diálogo y la no-violencia para el futuro de la humanidad.” Dalai Lama

Retomo las ideas fundamentales del artículo que se me publicó en este medio a mitad del período de gobierno de doña Laura, cuando nombró su Junta de Notables (“Junta de Notables y diálogo ciudadano”, Semanario UNIVERSIDAD, 13 de junio del 2012, pág. 21).

En aquella oportunidad, al igual que ahora, se nombró la Junta de Notables con la expectativa de que ofreciera luces sobre los ajustes o cambios requeridos por nuestro maltrecho sistema democrático.

Sin embargo, se convirtió, como lo previmos, en un paliativo más, una forma de maquillar, de participación ciudadana una gestión de Gobierno que no marcó la diferencia exigida por las críticas circunstancias de un país a la deriva. Una vez más, se evadía la convocatoria al diálogo social inclusivo: la mejor vía para llegar a un acuerdo nacional con características de nuevo pacto político ciudadano, que permita encarar los desafíos de una verdadera reconstrucción democrática.

Efectivamente, para que una iniciativa de este tipo no se convierta en un saludo a la bandera o venga simplemente a maquillar una gestión de Gobierno con más de lo mismo, pareciera recomendable redefinir su tarea teniendo en perspectiva, precisamente, la necesidad de ensanchar la tienda para una participación más protagónica y decisiva de los diferentes sectores de la ciudadanía, en la  proyección de la Costa Rica de los próximos decenios.

Así lo percibe uno de los más preclaros miembros de la actual Junta, don Miguel Sobrado: “Pensar que la solución es solo técnica y debe venir de arriba hacia abajo, es actuar con el paradigma equivocado y de seguir por esta vía augura un futuro de conflictos y polarizaciones en nuestro país” (”Del Estado de malestar al Estado Inclusivo”, La Nación, 23 de junio 2018, pág. 21 A).

Por lo tanto, una comisión como esta, que debería estar conformada no solo por representantes de diferentes corrientes ideológicas y partidarias, sino de diversos sectores y organizaciones gremiales, podría abocarse con más diligencia a esbozar las líneas de una posible agenda de diálogo ciudadano, con miras a sentar en una mesa amplia y generosa a tantas gentes como sea posible: una asamblea del pueblo; un espacio donde vibren las voces, fluyan las ideas y se unan voluntades para aportar a la construcción de la nueva Costa Rica.

El asunto del protagonismo de la ciudadanía va en serio. Hay quienes todavía creen que a este pueblo se puede seguir dirigiendo o “arriando” desde arriba. Menosprecian y subvaloran la inteligencia del pueblo; más aún, piensan que es posible desoír a las “minorías” que claman por el respeto a sus legítimos derechos. Con tales actitudes solo se contribuye a alimentar la  indignación  ciudadana.

Los analistas nos advierten del peligro que representa caer en simplificaciones fáciles para no asumir las dificultades que representa encarar las realidades  complejas del contexto actual: “Es una cuestión de calidad y cantidad: los humanos jamás hemos sido antes tan numerosos, diversos, variados en nuestros estilos de vida, valores y circunstancias, todo esto simultáneamente. Es tentador intentar escapar de esta complejidad ignorándola. De ahí el atractivo de las religiones fundamentalistas y las ideologías extremas, las cuales reducen la complejidad del mundo a la sencillez de las consignas, los eslóganes y las órdenes inflexibles” (Moïsi, Dominique (2009). La geopolítica de las emociones, pág.229).

La ciudadanía costarricense está cobrando conciencia del papel protagónico que le toca jugar en el nuevo escenario político; nadie puede quedar al margen. Si queremos una Costa Rica próspera y solidaria, empecemos por sentarnos cómodamente, sin estrujar a nadie, en la mesa del diálogo.

 

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