Opinión

Hoy más que nunca, la universidad no debe ser solamente una casa de estudios

¿Qué se nos viene a la mente cuando pensamos en la universidad pública en América Latina? La universidad no tiene el mismo significado en todos los lugares del mundo. En una región donde las dictaduras han tomado históricamente el poder político, las universidades públicas no han debido limitarse a ser centros de estudios nada más.

Más que casas de estudios, constituyen centros con posibilidades para realizar abordajes científico-sociales, críticos y propositivos con una tarea política de transformación social. Así lo menciona el artículo 3 del Estatuto Orgánico de la Universidad de Costa Rica sobre sus principios rectores: “debe contribuir con las transformaciones que la sociedad necesita para el logro del bien común, mediante una política dirigida a la consecución de una justicia social, de equidad, del desarrollo integral, de la libertad plena (…)”. En momentos históricos como el presente, donde constantemente aumenta el recrudecimiento de las condiciones de existencia para diversos sectores sociales debido a las políticas neoliberales de distintos gobiernos cada vez más de derecha, la universidad debe reconocer el peso que continúa ejerciendo sobre las correlaciones de fuerzas sociales y políticas del país, así como su nivel de incidencia a nivel centroamericano y latinoamericano. Además, en este contexto, pareciera que el modelo de universidad compuesto por la acción social, la docencia y la investigación, lejos de entender estos elementos como articuladores de un todo, ha separado y jerarquizado las labores llevadas a cabo en los distintos espacios universitarios en detrimento del trabajo con las comunidades. Es por esto que la universidad debe saberse amplia y reafirmar que su tarea no termina ni se reduce a las aulas o la investigación. Así, la acción social se teje como un pilar que le permite cumplir con este principio de manera profunda, y como el enlace que posibilita la unión de los demás elementos que conforman la universidad.

En ese sentido, cabe recordar que la universidad no es una comunidad homogénea, que como un cardumen se dirige hacia el mismo punto. Reconocemos que en estas instituciones hay pugnas internas entre la continuidad y defensa de distintas prácticas de dominación, así como las voluntades de facilitar, en conjunto, espacios de posibilidad hacia otros horizontes. Por lo tanto, la pregunta ¿hacia quiénes entendemos que debemos dirigir los esfuerzos de este desarrollo social? también es política en un contexto donde es necesario posicionarse frente a las diferentes realidades y conflictos sociales que tiene como reto el país. ¿A qué le quiere apostar la universidad?, ¿a una educación bancaria y un modelo de universidad mercantil, o a una universidad para la sociedad que ponga al servicio de las comunidades sus recursos (económicos, culturales y académicos)?

Si bien estamos conscientes de que el sostén y la generación de otros mundos posibles no recaen únicamente en las universidades, pues son las personas y los pueblos quienes día a día los recrean y constituyen, sí queremos reconocer y hacer un llamado a continuar fortaleciendo esta relación con las comunidades, y a utilizar las plataformas universitarias y su peso social para propiciar un balance más justo en las luchas que enfrentan las personas para las que trabajamos.

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