Opinión

Historia inmediata de Costa Rica

Urge investigar el presente con los métodos de la historiografía. Lo considero una tarea patriótica de especial relevancia. Facilita las cosas que la historia no es una ciencia, sino un conocimiento fundado en documentos atinentes al tema interpretados con rigor y amplitud, es decir, ubicados en su contexto social con el apoyo de perspectivas sociológicas, económicas, psicológicas. Por eso, aun disponiendo de la misma documentación, dos historiadoras(es) pueden ofrecer relatos desiguales y llegar a diferentes conclusiones.

La utilización de documentos puede impedir la parcialidad, pero no inhibe lo creativo. Así pues, escribir sobre el pasado inmediato puede ser tan provisional como escribir sobre el remoto, pues siempre habrá reinterpretaciones, bienvenidas o no. El asunto de la falta de perspectiva que solo la otorga el trascurrir de los años, la compensa el conocimiento que proviene de compartir el presente, lo contemporáneo, tanto que posibilita entrevistar a los protagonistas y testigos cercanos de los acontecimientos.

Merece atención especial la utilidad del relato, de lo narrado. Un relato es –casi que por definición– provisional, algo muy alejado de la formulación de leyes científicas que se pueden comprobar con experimentos. Ahora bien, los humanos, para interpretar lo humano, no podemos prescindir de los relatos, sean autobiografías, biografías, historias regionales, nacionales, continentales. De ahí su importancia y sus limitaciones, porque implica un alto grado de subjetividad.

¿Qué se debe entender por historia inmediata? Se puede entender lo acontecido durante los últimos 75 años. En el caso costarricense, de 1949 a la fecha, teniendo en cuenta cómo era el nivel de vida de la Costa Rica liberal, la de don Cleto y don Ricardo, tan alabada por algunos. Aquel país de gente descalza y sin dientes, según la proverbial frase de Rodrigo Carazo Odio.

Nada mejor que la historia reciente para orientar a la ciudadanía en sus decisiones políticas. Quien no tiene una idea clara de lo que fue y sigue siendo la reforma caldero-figuerista, carece de madurez cívica. Y de igual manera hay que sopesar los resultados de los intentos –por ahora parciales, pero empujados por intereses espurios– de liquidar el Estado Social de Derecho y Servicio Ciudadano.

¡Hay muchas preguntas que requieren prontas y veraces respuestas! ¿Qué pasó con Fertica? ¿A quién benefició venderla? Y con el puerto de Caldera, ¿qué ganó el país al cederlo a una sociedad portuaria que, en apariencia, no ha invertido gran cosa? Los ciudadanos tienen derecho a una información verificable del proceso que entregó la carretera 27 a un consorcio privado, incluido el sector Escazú-Ciudad Colón que ya estaba en uso, por el que ahora (antes no) se paga derecho de ingreso. Nadie debe ignorar que se entregó con los puentes ya terminados, lo más costoso, y que hay trechos de solo dos carriles. Asimismo, se necesita un relato veraz sobre la trocha fronteriza paralela al río San Juan. Y pasando al ámbito académico, ¿son o no suficientemente vigiladas en su calidad todas las universidades privadas? Al no existir relatos fidedignos sobre tantos e importantes asuntos, la ciudadanía permanece en la ignorancia y la democracia pierde calidad. Es igualmente importante reconstruir paso a paso la historia de cómo se llegó a la crisis financiera. Me refiero a las leyes repletas de “portillos”, a las numerosas exoneraciones.

Tarea semejante solo puede ser ejecutada por varios equipos interdisciplinarios de investigadores, pertenecientes a universidades públicas o también a organismos internacionales.

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