Opinión

Feminización del discurso mediático

A propósito de la violencia física explícita en los contenidos que abundan en redes sociales y medios de comunicación,

A propósito de la violencia física explícita en los contenidos que abundan en redes sociales y medios de comunicación, urge cambiar el lenguaje, enfoque, profundidad y forma del discurso “periodístico”, si es que a la superficialidad y morbo se les puede llamar periodismo.

Sin que se trate de una crítica de géneros o una retórica reiterativa, los medios de comunicación y sus tentáculos tecnológicos, a través de Internet, están “volteando la tortilla”, al pasar de la búsqueda de igualdad y equidad de género a la deformación de la opinión pública en contra de la otra parte: el hombre.

Los massmedia han alterado el balance y faltado a la ética con un tratamiento de la información que prolonga la violencia física explícita con la violencia simbólica en las pantallas de televisión, celulares, computadoras y tabletas.

La repetición imparable de los golpes captados por una cámara, la omisión de contexto (antecedentes, declaraciones de todas las partes, detalles) y la retórica llena de estereotipos y sesgos, tanto del comunicador como del medio, están desviándonos de la igualdad real de género.

Nos dirigimos sin necesidad hacia el ‘dilema del tranvía’, teniendo que decidir si sacrificamos a uno por salvar al otro. Perdón, pero podemos alcanzar la convivencia armoniosa con un discurso periodístico fiel a la realidad social y no al paralelismo violento que degustan algunos en aras del anhelado rating. No se trata de minimizar el machismo o sexismo reinantes, pero tampoco de descontextualizar el hecho.

Se ha recorrido mucho y con paso estable en el derrotero hacia la igualdad. El Foro Económico Mundial sentenció que somos equitativos en educación, pero nos falta en salud y economía (2013). La senda es correcta en torno a la normativa (INTE 38-01-01:2013), pero existen carencias en temas de acceso y permanencia, y sobre todo en lo vivencial, donde matizamos la doble moral (Flórez-Estrada, 2011).

Segundo desvío. El trato inadecuado de los datos, su necia reiteración y el enfoque aislado de la totalidad, provoca en la audiencia una aceptación tácita de ese fragmento de realidad, al punto que se asume como un hecho habitual, no moralmente aceptado, pero sí ‘natural’ en la dinámica social.

El rol del Instituto Nacional de las Mujeres plasmado en la Política Nacional para la Igualdad y Equidad de Género, a la luz de la legislación internacional, debe recibir apoyo de todo el Estado y, por compromiso, del Colegio de Periodistas para que trascienda su estatus actual y fiscalice la calidad del periodismo —en su fondo obvio y no solo lo estético—, atenuando los efectos del juego perverso del mercado de la comunicación.

La suma de conciencias individuales de mujeres y de hombres permitirá la orientación apropiada como sociedad. La ruta se escoge entre todos, ergo las posiciones extremas nunca serán favorables.

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