Opinión

Ética y antiética del profesional costarricense en filología

Empecé a revisar tesis en 2018, cuando obtuve, para ese entonces, mi primera titulación en la Universidad de Costa Rica. Gracias a la confianza que han depositado en mí diferentes personas, con el paso del tiempo y, también, al impacto de algunos profesionales en mi formación, fui adquiriendo mayores herramientas y conocimientos respecto a las distintas condiciones y asuntos alrededor de la revisión de tesis y otros trabajos cercanos, como artículos para revistas científicas.

Actualmente, he revisado tesis de diferentes universidades costarricenses. En este breve espacio me referiré, puntualmente, a un incumplimiento de los principios de la ética que todo profesional en filología debería aplicar y cuanto menos conocer. Si bien es cierto, parte de quienes puedo llamar “mis colegas” actúan en su oficio con rectitud; lamentablemente, del otro lado existen ciertos vagos sectores que, según sus actos, desconocen la “ética profesional” y el “respeto”.

Este último grupo crece cada vez más. Ellos se han encargado de construir una imagen peyorativa sobre las personas que ejercen su profesión en filología. Una de las formas de hacerlo es cobrando precios “ridículos” no solo para quienes ejercemos en este campo, sino también para el mismo cliente, pues, dentro de mi experiencia he recibido intentos de compra de mi firma de revisión filológica. Por supuesto, mi respuesta siempre ha sido y será “NO”, pero lo preocupante del caso es que siempre están un paso adelante.

Dichos tesistas, normalmente, ya tienen en lista de posibilidades a otros “profesionales” en filología que terminan accediendo a la venta de sus firmas e incluso, para hacer la aclaración, sé muy perfectamente que respecto a este último punto podría hablarse de una falta de ética tanto del “profesional” en filología como del “tesista”, pero me incumbe, particularmente, referirme a la denigración de la primera, pues provengo de ella, la amo y defenderé su valor porque me ha costado muchísimo llegar hasta donde me encuentro en este momento y sé de muchas personas que sí valoran su profesión y que, a pesar de haberse titulado, de una u otra forma, siguen invirtiendo muchísimo en su formación intelectual de manera económica, física y mental.

Todo lo anterior ha provocado que cada vez me aísle más de la revisión de tesis, pues, aunque algunas personas me siguen buscando y me pagan el debido precio, hay mucho personal graduado en filología dispuesto a ejercer su labor al precio que sea. Y cuando digo “al precio que sea” no exagero, pues en 2021 tuve experiencias lamentables. Para aquella época, en medio de la incertidumbre de la pandemia y sin tener trabajo estable, rechacé dos tesistas, porque, según me dijeron, otra persona les estaba cobrando “300” colones la página. En ese momento sentí una indignación enorme, aunque me contuve en no publicar nada.

Sin embargo, a pesar de llevar casi un año de sobrevivir en España sin goce de salario, pues me encuentro estudiando gracias al prestigio de tener una beca que, aunque no incluye remuneración, me brinda un techo, seguro médico, matrícula y comida, rechacé revisar una tesis, pues ya tenían en lista a alguien que cobraba “400 colones” la página, lo cual no lo cobré ni siquiera recién graduado y mucho menos, por más necesidades que pase, lo pienso hacer ahora.

Alzo la voz contra esas personas que venden una imagen banal de la filología, cuando en realidad es una profesión que nos ayuda a ser críticos y humanistas; por ende, pido que por favor se cobre según los principios éticos, por respeto a la profesión y a todas las personas graduadas en filología que no toleramos que haya personas diciendo ser “filólogos” (as) y cobrando “300” o “400” colones la página.

La filología es una profesión muy seria, por eso, también dirijo mis palabras hacia aquellos tesistas que buscan comprar firmas y contratan a este tipo de personas que son una “burla” para nuestra área, porque, al igual que se le paga sin “peros” a un ingeniero, a un informático o a un abogado, se le debe pagar a un profesional en filología, quien no es menos valioso que aquellas personas graduadas de carreras más valoradas por la ideología capitalista.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido