Opinión

Eric Conde y El muchacho que botó su cabeza

Como tenía una cabeza orgullosa y burlona de sus defectos, el cuerpo la agarró con las dos manos, la arrancó y la tiró al inmenso río Níger

pero el vapor no se balanceaba sobre el océano, sino sobre la plenitud del tiempo bantú (donde no existe principio ni fin) ni los conceptos modernos del tiempo y del espacio.

  1. Conde

“Como tenía una cabeza orgullosa y burlona de sus defectos, el cuerpo la agarró con las dos manos, la arrancó y la tiró al inmenso río Níger, de manera que el cuerpo no podía ya caminar porque no veía y la cabeza flotaba a la deriva como un calabazo, llorando.” Este aparente sinsentido es el inicio de la emocionante historia de un muchacho, que arranca en el África central cuando se iniciaba el tráfico negrero, viene a Cuba colonial, llega a la Cuba moderna, pasa por la aventura balsera de los 90 en el estrecho de la Florida, y para desenlazarse vuelve adonde empezó unos 400 años antes, como si no existieran ni el tiempo ni el espacio. Es la forma de narrar de Eric Conde, que adopta la visión mítica de los antiguos pueblos africanos para construir relatos llenos de peripecias inconcebibles, como El muchacho que botó su cabeza, novela publicada recientemente por la editorial de la Universidad Estatal a Distancia (150 páginas).

Eric Conde es un escritor de origen cubano, pero asentado en Costa Rica hace más de 20 años. Desde su arribo al país, escogió la ciudad de San Isidro de El General para trabajar y escribir. Allí colabora en educación y participa con regularidad en la Asociación de Autores del cantón. Al llegar, traía títulos universitarios en creación literaria y en filología, y ya había obtenido reconocimientos en Cuba; por ejemplo, de Casa de las Américas. Estando aquí ha recibido distinciones nacionales y del extranjero, como México y España. Su especialidad es la literatura infantil y juvenil, género en el que ha aportado al menos siete títulos valiosísimos (de cuento, poesía y novela), publicados por la Editorial Costa Rica y la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia. Además, tiene publicaciones digitales y de libre acceso; por ejemplo, su novela Si nos dejan nos vamos a querer…, disponible en FreeEDitorial, la cual es una de las punteras en el concurso permanente de ese medio.

El muchacho que botó su cabeza, aunque trata a personajes históricos, como el poeta cubano Francisco Manzano o el predicador jamaiquino Marcus Garvey, y alude a hechos específicos de la dolorosa diáspora africana, no puede considerarse una novela histórica convencional. Sobre la voluntad de recrear la historia predomina el deseo de recrear la particular cosmovisión bantú o africana central. Lo que se narra es una realidad que solo existe en la conciencia de los personajes, en su visión mítica. No hay secuencia histórica ni causalidad; lo que se da es una interpretación poética, una solución mítica de la situación.  Esto coincide con lo que ha dicho el uruguayo Kintto Lucas de que los modernos escritores hispanoamericanos, particularmente el cubano Alejo Carpentier, eluden la visión de los colonizadores y buscan reescribir la historia desde los olvidados, desde los márgenes, desde los “otros”.

Aunque El muchacho que botó su cabeza sea obra compleja, con alusiones culturales profundas, y  esté narrada mediante técnicas avanzadas, presenta un interesante rasgo: se trata de una obra definida como literatura juvenil, lo cual se manifiesta por llevar en el título el término muchacho, por ser el protagonista (Akkadó) un joven, por presentar narradores (muchachas) jóvenes y  por presentar los personajes históricos (el poeta Manzano y el reverendo Garvey) cuando pasaban por la infancia o la juventud.

Hasta el momento de esta obra (2019), Eric Conde había publicado libros dirigidos a niños, a juzgar por sus títulos (Un papá muy lejos, Segunda muerte del abuelo, Consejos viejos en padres nuevos, ¿Cuántas patas tiene un gato);  pero en esta última publicación se nota el propósito de especificar su receptor, los jóvenes. Dice en el prólogo: “Se presenta a los jóvenes y adolescentes lectores una obra que…”.    Esta definición y otros rasgos del texto (el propio prólogo que da nociones básicas, el explicar las nociones de historia necesarias, el identificar las distintas historias, etc.) evidencia que el creador se propone llegar a un lector de relativa madurez, a alguien que ha superado los primeros niveles de lectura y se enfrenta directamente al texto.

Al estudiar la literatura juvenil, Pablo Lorente, habla de un enfoque canónico, el cual busca dirigirse al crítico o al educador para que medie en la lectura de la obra, y de un enfoque no canónico, que se propone enfrentar al joven directamente a la obra. En esta obra de Conde se nota un propósito de que el joven lector se adentre en el mundo narrado, identificándose con los personajes, buscando su propia visión de la historia y la cultura.

En análisis narrativo (Todorov, La Poética) se llama relatos ideológicos a aquellos formados de diferentes secuencias que no guardan relaciones causales evidentes, pero que en su conjunto conducen a una tesis. Este cazador que desaparece de su tribu en África a principios del siglo XVI,  los hombres y mujeres que sufren la esclavitud en Cuba colonial, el joven poeta esclavo a quien liberan los poetas blancos, la esclava narradora oral que va transmitiendo el mito, el joven amo blanco que se conmueve de la esclavitud, ese esclavo cimarrón que acaban de capturar, el balsero negro que se propone buscar el sueño americano, ese capitán soñador que dirige un barco fantasma en el Caribe, etc., son personajes de secuencias diferentes, que suceden en momentos diferentes, pero que se pueden anudar en un concepto de la dolorosa esclavitud, de la identidad invencible de los sometidos, de la obligación impostergable de la igualdad entre los seres humanos.

El muchacho que botó su cabeza es, pues, una obra muy sugestiva, por la riqueza del mundo narrado, por su forma de comprometer al receptor en la comprensión del mensaje, y por su particular manera de enlazar la historia de África con la de nuestro continente. El vínculo novelístico planteado entre el individuo anónimo que sufrió la esclavitud, las figuras descollantes de la cultura cubana y el jamaiquino ilustre que alguna vez basó en Costa Rica su proyecto de reivindicar al negro devolviéndolo a su tierra originaria, nos pone en el mapa de las grandes luchas de nuestro tiempo.

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