Opinión

En el fútbol los derechos humanos no importan

La temporada del mundial siempre trae tanto alegría como tristeza. No es algo nuevo que el fútbol venga cargado de violencia. El aumento de violencia doméstica, la subida en crímenes menores y agresiones cuando la selección pierde no es algo a lo que seamos ajenos, pero este mundial es diferente.

La pasividad que han tenido la mayoría de los países en cuanto a las condiciones en que se está dando el mundial en Qatar es alarmante. La cultura futbolística siempre ha estado impregnada por la homofobia y la misoginia, parece que la FIFA no es la excepción. Empezando por la decisión de realizar el mundial de fútbol en Qatar, poniendo así en peligro a los propios jugadores y a las personas fanáticas. Legitimando con este acto la violencia y opresión que las leyes cataríes infringen contra el pueblo de Qatar.

Qatar es un país donde salirse de la heterosexualidad puede conllevar cárcel, tortura y hasta pena de muerte. La FIFA no solo no tuvo problema alguno con esto, sino que contribuyó al silenciamiento de los jugadores que quisieron dar una señal de apoyo y tolerancia a todas las personas. Llegaron a amenazarlos con sanciones deportivas por llevar brazaletes que ni siquiera tenían simbología que se pudiera considerar ilegal, por el simple hecho de apoyar la inclusión.

Pero no es de extrañar que la FIFA estuviera a favor de que el mundial se realizara en este país, dado el escándalo de Qtargate. La Federación tenía obvios intereses económicos en que el mundial se realizara aquí debido a los diferentes sobornos.

Por otro lado, tanto la Federación como el gobierno de Qatar han encubierto activamente la cantidad de muertes de las personas migrantes que trabajaron en la construcción de la estructura para el mundial. Se sabe que Qatar se rige bajo el mecanismo Kafala en el que se toma provecho de las personas migrantes de países con una peor situación económica para tener mano de obra barata en condiciones deplorables.

A pesar de todas estas cosas, no ha habido ni una selección nacional que se haya rehusado a jugar un mundial en medio de los cadáveres de migrantes y el sufrimiento de las personas LGBTIQ+. Aunque algunas como Inglaterra, Países Bajos, Dinamarca, Bélgica, Suiza, Gales y sobre todo Alemania han mostrado su descontento por las leyes de Qatar, ninguna ha tomado una acción real al respecto. No estoy infiriendo que los jugadores o las autoridades de las selecciones deben de luchar contra el poder catarí, sino que deberían velar porque en la copa que es representativa del fútbol mundial se cumpliera el mínimo que es el respeto por los derechos humanos.

Otro punto son las personas fanáticas que tampoco han tenido ninguna acción directa real de denuncia al respecto. Lastimosamente, esto es demostrativo de la cultura general del fútbol. Las personas seguidoras del deporte no demuestran un interés real porque dentro de los espacios futbolísticos haya un mínimo de respeto y tolerancia. Además, es alarmante que los distintos casos de corrupción que han salido a la luz, así como las diferentes irregularidades que se han presentado no alarmen a las personas aficionadas lo suficiente como para exigir rendición de cuentas o respuestas.

Al final, el fútbol se ha usado históricamente como un distractor de los problemas políticos, económicos y sociales así que, aunque es decepcionante no es asombroso que dentro de este ambiente a los temas que aquejan a las personas en vulnerabilidad no se les de importancia.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido