Opinión

El software libre y la biblioteca universitaria (III)

En la edición 2227 del Semanario UNIVERSIDAD, María Eugenia Briceño responde a mi artículo sobre la compra del software Aleph en el Sibdi alegando que son “apreciaciones personales, subjetivas,

En la edición 2227 del Semanario UNIVERSIDAD, María Eugenia Briceño responde a mi artículo sobre la compra del software Aleph en el Sibdi alegando que son “apreciaciones personales, subjetivas, […] que buscan sugerir un mal manejo de fondos públicos”. Sin embargo, es importante recordarle que debe imperar en nuestra institución la transparencia y la rendición de cuentas. El funcionario universitario es un simple depositario de los bienes públicos y quienes toman decisiones sobre dichos recursos deben valorar los costos de oportunidad y los beneficios para la mayoría. Además, es un derecho ciudadano solicitar información y tener conocimiento sobre la inversión y destino de nuestros impuestos. Demostrar el correcto uso de la hacienda pública reviste este tema de especial importancia en momentos donde el país se encuentra bajo un sombrío panorama fiscal y los presupuestos son sumamente cuestionados.

Según María Eugenia, obtuve respuesta al solicitar información a Conare en el oficio ACUERDO-BIBLIO-121-2013. Pero dicha nota no se dirige a mi persona, sino a José Masís, director de OPES, y ahí se informa la aprobación de ₡202 millones para la adquisición de Aleph, migración, capacitación y mantenimiento por un año. También indica que no se realizaron estudios técnicos de ningún tipo, sino que se levantó una lista de requerimientos. Esta lista, según SIBDI-1082-2014 dirigida a la OCU, se envió a la Oficina de Suministros, la cual “optó por seguir un procedimiento de compra directa por tratarse de un oferente único y exclusivo, y por lo tanto, se omitió el requisito de la verificación de las especificaciones técnicas”.

María Eugenia enumera otros puntos de mi artículo aduciendo mi falta de conocimiento e investigación. Afirma que “para el 2010 […] no se encontró software de código abierto suficientemente desarrollado”. Pero para ese año el software libre Koha tenía 11 años de desarrollo. Además, según el observatorio Library Technology, solamente durante el ese año se realizaron 157 migraciones hacia Koha contra 16 hacia Aleph y, según Library Thecnology, entre 2014 y 2016, 1554 bibliotecas migraron a Koha y 89 dejaron de usarlo, mientras que 37 migraron hacia Aleph y 131 dejaron de usarlo. Koha cuenta con un grado de satisfacción de 7,49 contra 5,79 de Aleph. Al día de hoy, Koha es usado por 4524 bibliotecas y Aleph por 1328, y esta es solo una aplicación de varias en código abierto.

Respecto a PRIMO, si ya se contaba con Aleph que cumple la lista de requerimientos, ¿por qué se compra otra aplicación adicional? Si se deseaba una solución externa, se habría obtenido con el metabuscador de código abierto VuFind usado por Conare para el repositorio Kimuk. Sí, el mismo ente que financia la adquisición de PRIMO. Y sobre las API, se debe aclarar que solamente permiten una limitada interacción con el sistema por medio de la creación de programas específicos que buscan mejorar la interoperabilidad.

Actualmente, se pagan licencias por uso de software, además del soporte y mantenimiento, cifras que serían menores si se utilizara software libre. Respecto a este software persiste mucha ignorancia; no es ni mejor ni peor que su contraparte privativa, sino que su licencia enfoca de manera distinta los derechos y deberes de las partes involucradas. El modelo de negocios se ubica en el servicio y no en el producto, por lo que no se genera dependencia entre quien produce el software y quien lo utiliza. El documento SIBDI-1082-2014 lo descalifica y afirma que “la evaluación de las opciones no solo implica las ventajas de la aplicación en sí misma, sino la existencia de soporte y las posibilidades de desarrollo futuro, las cuales en los casos de código abierto no están garantizadas, implican costos para la institución en términos de capacitación de personal y no garantizan resultados y requisitos tan versátiles y tan ágiles como los de las plataformas comerciales”. En primer lugar, la apertura de código con una licencia que permita la explotación comercial promueve la existencia de una mayor cantidad de empresas de soporte. En segundo lugar, la capacitación es una inversión, no un gasto. Uno de los ejes del software libre es la independencia y para obtenerla hay que capacitarse, lo cual genera conocimiento que se queda en la institución.

Se ha insistido en estudios técnicos o, al menos, en tablas de valoración para evidenciar la existencia de opciones. Es posible que la escogida sea la adecuada, pero, al carecer de estudios, eso jamás se sabrá. Aleph ya entró en operaciones y ahora hay que evaluarlo, conocer el grado de cumplimiento o aceptación por parte de los usuarios, y determinar si cumple con lo que se proponía inicialmente. Se espera que la evaluación se realice de manera transparente y pública. No temamos a rendir cuentas y evaluemos su desempeño, las pruebas lo sostendrán o, a estas alturas, deberá ser mejorado.

Eso sí, con un proyecto tan importante como la automatización del Sibdi, la universidad dejó pasar la gran oportunidad de demostrar cómo una institución puede emprender grandes proyectos con una baja inversión gracias a aplicaciones abiertas y convertirse en un referente regional. Realmente una verdadera lástima.

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