Opinión

El presente educativo

Existen elementos que permiten determinar si la educación de un país avanza hacia un estándar de calidad mundial.

Existen elementos que permiten determinar si la educación de un país avanza hacia un estándar de calidad mundial. Uno de ellos es el nivel de eficiencia en cuanto a la resolución de problemas reales alcanzado por un estudiante promedio en la vida diaria.  Cuando un joven universitario no logra despejar la incógnita en una ecuación de primer grado, sabiéndose que este es un conocimiento rudimentario enseñado al inicio de la secundaria, se tienen serias dudas del cómo ha logrado la certificación académica.

Si las mediciones internacionales demuestran un retroceso en habilidades fundamentales y el porcentaje de aprobación por nivel en secundaria desciende año a año, es necesario hacer un alto y analizar los factores causales del fenómeno. Uno de ellos podría ser la grave inconsistencia que existe al unificar un modelo constructivista en las lecciones con un modelo de evaluación conductista.  Una reforma educativa debe ver el problema como un todo, desde el aspecto didáctico que se implementa en las aulas, hasta el modelo de evaluación sumativa que certifica los aprendizajes.

Es fácil culpar al docente de la situación, considerándole responsable por el bajo desempeño. Sin embargo, cuando la problemática se extiende a nivel general, no puede explicarse acudiendo a los casos particulares, sino a causas estructurales. ¿Cuál ha sido el impacto de la tecnología en el aula? ¿Se aprovechan las ventajas que podrían ofrecer la educación a distancia, las plataformas virtuales y los recursos multimedia? ¿Está realmente el estudiante interesado en aprender algo en este sistema, o acaso asiste a las lecciones como un ritual social del postmodernismo? La actividad laboral ha agregado una carga administrativa innecesaria al trabajo de aula, imposibilitando que el buen desempeño educativo se pierda entre trámites que perfectamente puede una computadora sobrellevar. El docente es el recurso más valioso con el que se cuenta, y maximizar su eficiencia es la clave para lograr un mejor futuro.  Un docente debe tener acceso virtual a metodologías y actividades didácticas elaboradas a nivel central, de forma que seleccione aquellas que se ajustan más a su contexto. Es aquí cuando el Estado realiza su intervención financiera, proveyendo la infraestructura necesaria y los recursos económicos que permitan el uso de tecnología para cada estudiante.

Para que esto sea realidad, las juntas administrativas han de evolucionar a consejos educativos constituidos por la comunidad docente, que por encima de asuntos financieros deben decidir cómo han de construir su propia institución, pues dado que viven en ella, conocen directamente las problemáticas que les aquejan. La tecnología permitiría mejores controles, pues cada inversión en infraestructura educativa sería regulada por un sistema centralizado. Evitar que los recursos económicos caigan en la ociosidad, será el primer objetivo que deba plantearse, pero para ello se requiere toda una reforma legal que transforme estructuras organizativas de mediados del siglo pasado.

La evaluación educativa no puede estancarse en pruebas escritas, pues existen múltiples formas de evaluar el desempeño del estudiante, las cuales las superan en eficiencia.  Una plataforma virtual puede proveer mejor información del aprendizaje logrado por mil estudiantes, que la tonelada de papel que se invierte trimestralmente en la confección de los tradicionales exámenes.

Que el alumno conozca formas de interconectar conocimiento será la evidencia de que ha habido un desarrollo en su persona.  Pensar cuál artificio utilizará para aprobar un examen sin haber aprendido no tiene sentido alguno, pues cuando enfrente el mundo real no tendrá más que una oportunidad para demostrar que posee la capacidad de resolver sus propios problemas.

Nuestros estudiantes requieren estimulación desde el preescolar, de manera que se dirección en sus vidas hacia dos aspectos importantes: lo cognitivo y lo social. Un estudiante inteligente que no tiene amigos, así como un estudiante popular que no es capaz de realizar una deducción lógica simple, representa los errores de un sistema educativo escrito en pretérito anterior.

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